Siendo Parte de un Milagro

Gary Wilkerson

Marcos 2 y Juan 5 dan los relatos de dos hombres inválidos. Ellos tenían mucho en común. Ambos quedaron paralizados y no podían moverse por sí solos; Ambos, en su estado de impotencia, encontraron a Jesús inesperadamente. Ambos fueron sanados.

La diferencia es cómo los dos hombres terminaron conociendo a Jesús. En Juan 5:1-15, vemos a un hombre rodeado de gente, pero estaba solo. Había perdido la esperanza. Año tras año yacía en su cama improvisada en los pilares de la Puerta de las Ovejas junto al estanque, desesperado. No había nadie, él dijo, que le ayudara a entrar en las aguas curativas. Cuando Jesús y la multitud que lo seguía llegaron al vecindario, el paralítico no pudo acercarse a ellos.

El paralítico de Marcos 2:1-2 también necesitaba el toque sanador de Jesús, pero fue más afortunado. Él tenía amigos. Se había corrido la voz de que Jesús había regresado a casa, y la multitud llenó la casa para oírlo hablar. “ya no cabían ni aun a la puerta” (Marcos 2:2). "¡Ningún problema!" dicen los amigos del hombre. “Te llevaremos a Jesús”.

Jesús, por supuesto, sabe dónde estamos. Aún así, hay momentos en los que él observa a quienes nos rodean para ver si dan un paso al frente y ayudan. En Marcos 2, no sólo está ministrando al enfermo, sino que también está probando a sus amigos. Me imagino el momento en que el paralítico atravesó el techo frente a Jesús. ¡Qué amistad! Los hombres que subieron a ese techo estaban interesados en el resultado; ellos fueron parte del milagro. Todos los presentes se vieron afectados, no sólo por la sanidad de Jesús y el perdón de sus pecados, sino también por la perseverancia, la lealtad y la fe de los amigos del hombre.

El Señor buscó al hombre en el estanque porque sabía que nadie jamás lo ayudaría. Una y otra vez en su ministerio Jesús hizo esto, viendo un enorme vacío en la vida de las personas donde debería haber amor, amistad y apoyo. Es por eso que atrajo a los espectadores a sus milagros. Quería que comprendieran el poder del amor sacrificial, que el esfuerzo de ellos sería parte del milagro. 

“Sobrellevad los unos las cargas de los otros”, dijo Pablo, “y cumplid así la ley de Cristo” (Gálatas 6:2). Ya sea pequeño o grande, una solución temporal o un compromiso de atención a largo plazo, cada acto de amor y servicio es vital para el reino de Dios.