Siervo por Voluntad Propia

David Wilkerson (1931-2011)

Los caminos de Dios parecen paradójicos a la mente humana. Él dice: “Para vivir, debes morir. Para encontrar tu vida, debes perderla. Para volverte fuerte, primero debes volverte débil”.

Una de las mayores paradojas de todas es esta: para ser verdaderamente libre, debes estar atado. Para obtener la mayor libertad en Dios, uno debe renunciar a todos los derechos y convertirse en un siervo de por vida del Señor Jesucristo. Hay una servidumbre gloriosa que conduce a la forma más alta de libertad. Es una entrega voluntaria nacida del amor y del afecto, que lleva a considerar la servidumbre incluso mayor que la libertad.

En una época en que el pueblo de Dios está obsesionado con reclamar sus derechos, tomado con las bendiciones y los beneficios del Señor, nos beneficiaría a todos permitir que el Espíritu Santo abra nuestros ojos a un lugar en Dios más allá de todo lo que hemos descubierto hasta ahora. Está en perfecto orden divino recibir todas las cosas buenas de la mano de Dios, y ningún hijo del Señor debe sentirse culpable por las bendiciones y beneficios derramados sobre él.

Sin embargo, necesitamos ver que hay algo mejor que las bendiciones y la prosperidad, algo mucho más gratificante que todos los demás múltiples beneficios que Él nos brinda diariamente.

Un siervo así, es aquel que ha entrado en un sacramento de servicio con su amo. Esto está hermosamente descrito en la siguiente Escritura: “Si comprares siervo hebreo, seis años servirá; mas al séptimo saldrá libre, de balde… Y si el siervo dijere: Yo amo a mi señor… no saldré libre; entonces su amo lo llevará ante los jueces, y le hará estar junto a la puerta o al poste; y su amo le horadará la oreja con lesna, y será su siervo para siempre” (Éxodo 21:2-6).

Esta es una imagen de la preocupación de Dios por los siervos, pero también representa claramente en tipo y sombra a los siervos de nuestro Señor Jesucristo. Cristo es el amo en este relato, y nosotros somos los siervos cuya libertad ha sido comprada. La cruz es el shabat de Dios, el año de la liberación de todos los prisioneros, cautivos, esclavos y siervos, y nosotros, que fuimos vendidos bajo la ley, ¡hemos sido liberados por gracia! Somos libres del pecado, pero siervos de Cristo, todos nuestros días, por voluntad propia.