Silenciando la Voz del Acusador
Hace más de 2000 años, Jesús hizo realidad la promesa hecha en Génesis. Él vino a aplastar la cabeza del acusador.
Muchos de ustedes en esta sala ahora mismo están siendo acusados. ¿Alguna vez te despiertas a las 3:00 de la mañana y sientes el peso de esa acusación? Es la cosa más extraña. Yo me despierto casi todas las noches, pero muchas veces cuando me despierto en medio de la noche, mi mente se siente un poco inundada con esta ansiedad flotante, la sensación de: "Hombre, creo que hice algo mal".
¿Alguien más tiene ese tipo de ansiedad o miedo? Ese es el acusador. La Biblia lo llama el acusador de los hermanos, tratando de decirte: "No eres bueno. ¡No vales nada! No estás cumpliendo la ley. Eres el cristiano más débil en este lugar". Ahora bien, yo solía vivir bajo tal condenación, culpa y vergüenza, sintiéndome como 'No estoy obedeciendo lo suficiente la ley’.
El pueblo judío tampoco pudo cumplir con todas las reglas y regulaciones de Dios; y le dio acceso abierto al enemigo y a sus propias conciencias para abrumarlos con este sentimiento de culpa, vergüenza y miedo. Las vidas de estas personas se estaban derrumbando y estaban llenas de acusaciones; y todo lo que oían era a los líderes religiosos que les decían que se esforzaran más y los cargaban con vergüenza y condena. Jesús vino y trajo una respuesta a esto. Lo ves incluso en el desarrollo de su ministerio. Él predicó las bienaventuranzas y dijo a esta gente quebrantada y pobre: "Bienaventurados los quebrantados".
Jesús, cuando vino a la tierra, vino a abrir una nueva forma de vivir donde el Padre no nos juzga por el mérito de nuestro propio rendimiento. Ahora somos juzgados a través de esta lente de Jesucristo que nos dice: “¿Dónde están tus acusadores? ¿Dónde está Satanás? ¡El se fue! Yo le he aplastado la cabeza bajo mis pies. ¿Dónde está esa voz interior que te acusa? Yo he detenido la voz maligna que viene contra ti".
¿Dónde está la voz del acusador contra tus amigos, tu familia y otras personas alrededor de ti? Se fue. ¡Tenemos libertad en Cristo!