Sin Nombre Ni Rostro
La mayoría de nosotros probablemente hemos oído hablar del tremendo derramamiento de poder en la Universidad de Asbury, Kentucky, a principios de 2023, que incluyó semanas de oración, arrepentimiento y adoración continuas. Hablé con uno de los pastores que supervisa la capilla de Asbury, y me dijo que una de las cosas que sentía que los estudiantes anhelaban era un liderazgo sin nombre ni rostro.
Nuestros jóvenes están inundados de cultura de celebridades en las redes sociales y en Hollywood. Nuestra cultura está llena de quién es quién y quién conoce a quién. Sin embargo, cada vez más, nuestras generaciones más jóvenes se están cansando de eso. Quieren algo auténtico. Creo que todos lo queremos, honestamente.
Nos ponemos nerviosos cuando los jóvenes empiezan a deconstruir y a tirar de los hilos de la tradición, y no creo que esa inquietud sea inmerecida. Sin embargo, creo que gran parte de la generación más joven se está alejando de los excesos y la hipocresía, y debería hacerlo.
Dios y las Escrituras siempre han tenido la respuesta a este deseo. Esto es lo que hace que nuestra fe sea tan distintiva cuando se aleja de la fama y la fortuna. Cuando decimos: “Solo queremos ver más de Dios”, dirigimos la atención de un predicador o evangelista determinado hacia el Dios que anhelamos ver.
Suena muy fácil, ¿verdad? Pero a lo largo del camino, parece que los nombres y los rostros de los líderes o las “estrellas” se vuelven tan importantes que no hay lugar para Cristo.
Mi amigo, el pastor Carter Conlon, ha dicho con mucha precisión: “Oramos por estos grandes movimientos de Dios, y luego no podemos salir de su camino”. Debemos seguir añadiendo y expandiendo, pero a veces eso es más de lo que Dios nos pidió.
Si te has dado cuenta de que has caído en esta situación, no hay nada de malo en arrepentirte y volver a la realidad. Es parte de nuestra naturaleza caída la auto promoción; lo hemos estado haciendo desde el huerto del Edén, y es difícil dejar de lado esa actitud. Sin embargo, una vez que lo hagamos, encontraremos la verdadera esencia.
Cuando ya no nos obsesionemos con cómo enmarcaremos un momento o cómo daremos forma a nuestra imagen, nuestras palabras tendrán peso. Como dijo Juan el Bautista acerca de Cristo: “Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe” (Juan 3:30).