Sirviendo al Señor con Alegría

David Wilkerson (1931-2011)

Dios desea que estemos tan convencidos de su tierno amor, tan persuadidos de que está obrando para llevarnos a lo mejor de sí mismo, que tengamos gozo y alegría continuos en nuestro caminar con él. Moisés advirtió a Israel: “Por cuanto no serviste a Jehová tu Dios con alegría y con gozo de corazón, por la abundancia de todas las cosas, servirás, por tanto, a tus enemigos que enviare Jehová contra ti, con hambre y con sed y con desnudez, y con falta de todas las cosas” (Deuteronomio 28:47-48).

Dios nos está diciendo hoy: “¡Alégrense y regocéjense por lo que yo ya he hecho por ustedes! Si andan deprimidos y quejándose, siempre estarán espiritualmente hambrientos y desnudos, presa de sus enemigos”. Dios quiere que confiemos tanto en su amor por nosotros que seamos testimonios de alegría y buen ánimo. Él quiere creyentes que estén alegres de corazón, llenos de un gozo basado en la verdad.

Su verdad produce una riqueza de alegría que fluye naturalmente desde el corazón: “Servid a Jehová con alegría; venid ante su presencia con regocijo” (Salmos 100:2). “Sacó a su pueblo con gozo; con júbilo a sus escogidos” (Salmos 105:43). “Alegraos en Jehová y gozaos, justos; y cantad con júbilo todos vosotros los rectos de corazón” (Salmos 32:11). “Mas los justos se alegrarán; se gozarán delante de Dios, y saltarán de alegría” (Salmos 68:3).

Quizás te preguntes: “¿Cuánto tiempo puedo esperar mantener el gozo en mi servicio al Señor?” Muchos creen que dura sólo mientras lleguen de lo alto tiempos de refrigerio o mientras las cosas vayan bien.

No, ¡debemos tener gozo en todo momento! Eso es exactamente lo que dice la Biblia. “De mañana sácianos de tu misericordia, y cantaremos y nos alegraremos todos nuestros días” (Salmos 90:14). “Mas os gozaréis y os alegraréis para siempre en las cosas que yo he creado; porque he aquí que yo traigo a Jerusalén alegría, y a su pueblo gozo” (Isaías 65:18). Somos “la Jerusalén de arriba”, renacida y viviendo para él con espíritu de alegría y regocijo. Confía en el Padre, cree en su Palabra sobre sí mismo y ve su alegría brotar de tu vida.