Sometidos a la Justicia de Dios

David Wilkerson (1931-2011)

Una cosa que constantemente nos roba nuestro gozo y paz con Dios es nuestro esfuerzo incesante por agradarle en nuestra carne. Pablo abordó este esfuerzo en Romanos: “Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios” (Romanos 10:3).

Cuando nos esforzamos fuera de Cristo, estamos tratando de establecer nuestra propia justicia. Es nuestra carne la que obra y nos lleva por mal camino. Tratamos de agradar al Señor con nuestro poder humano, pero nunca será suficiente. Cualquier victoria será efímera y la próxima vez que seamos tentados, caeremos aún más.

Cuando Satanás se te acerca y te susurra: “¿Qué hay del pecado que cometiste ayer? ¡Eres culpable!”, tú puedes responder: “No, yo ya pedí perdón por eso. Le pedí a Dios que me impida volver a hacerlo. Todo está bajo la sangre”.

Puede que sigas experimentando tentaciones, pero Jesús ha preparado una vía de escape. Su palabra dice: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” (1 Corintios 10:13).

Si el acusador te recuerda que todavía hay asuntos pendientes en tu vida y que la guerra aún se desata dentro de ti, deja que la Escritura anime tu corazón: “Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él” (Colosenses 1:21-22).

Amado, por medio de Cristo, puedes hallar paz y reconciliación con Dios. La Biblia dice que incluso cuando estabas alejado por tus horribles y malvadas obras, incluso cuando estabas en los abismos de la lujuria, incluso cuando eras uno de los peores enemigos de Dios, Dios te amó. Él te buscó y te reconcilió consigo mismo. Él te ha sacado del reino de las tinieblas a su reino de luz, y estás hecho para estar en paz con él. ¡Él te ama!