Su Poder para Liberar
Los cristianos fieles se preguntan a menudo: “¿Por qué Dios posterga nuestra liberación en lugar de responder? Él es todopoderoso, ¿por qué entonces no resuelve nuestros problemas al instante? Si hemos sido liberados, ¿por qué tan a menudo enfrentamos las mismas circunstancias nuevamente?”
Pablo explica claramente el propósito de Dios en esto: “Pero tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos” (2 Corintios 1:9). Pablo entendió que el Señor, en su amorosa soberanía, tenía un propósito en las dificultades de Pablo: trasladar su confianza a un Dios que tiene el poder de resucitar a los muertos y, de ese modo, hacer que su fe florezca.
Creo que la clave para entender estas cosas se encuentra en la frase “Dios que resucita a los muertos”. Dependemos de un Dios cuyos poderes van más allá de todos los demás poderes, incluida la muerte. Somos suyos, y cuando él permite que nos enfrentemos a una prueba, debemos saber que ningún poder puede triunfar sobre sus propósitos para nosotros.
Una mujer que sufría un continuo flujo de sangre gastó todo lo que tenía para encontrar una cura, pero nunca fue sanada. Lo que necesitaba estaba más allá de sus propios recursos. Cuando Jesús llegó, ella reconoció lo que Pablo sabía acerca del poder del Señor para liberar. Lo mismo sucedió con las hermanas de Lázaro, Marta y María. Su hermano murió y ninguno de sus recursos pudo traerlo de vuelta. Su única esperanza estaba en un Dios que tenía poder para resucitar a los muertos.
¿Qué crisis enfrentas ahora mismo? ¿Qué problema te deja dando vueltas en la cama y te hace temer lo que te depara el futuro? Si sigues a Jesús, en última instancia, cada remedio que necesitas se basa en el poder de Dios. Él resucita matrimonios muertos. Él trae a casa sanos y salvos a adictos que huyeron. Él infunde fe en corazones sin vida.
Todo cristiano debe comenzar por confesar: “Yo soy el problema y necesito el toque de Dios en mi vida”. Así es como comienza la liberación, y es poderosa y completa. La obra de liberación tiene que comenzar dentro del pueblo de Dios en arrepentimiento, fe y esperanza. “en quien esperamos que aún nos librará, de tan gran muerte” (2 Corintios 1:10). La obra que él hace en cada uno de nosotros dura toda la vida. Ninguna circunstancia está más allá de su poder para liberarnos.