Superando las Heridas del Corazón

Gary Wilkerson

“Jehová Dios mío, en ti he confiado; sálvame de todos los que me persiguen, y líbrame, no sea que desgarren mi alma cual león, y me destrocen sin que haya quien me libre” (Salmos 7:1-2).

Estos dos primeros versículos revelan el marco de todo el Salmo 7. El tema principal son las acusaciones que desgarran nuestras almas. Este salmo tiene como objetivo ayudarnos a superar las heridas de un acusador, ya sea Satanás o alguien que se opone a nosotros.

Las mentiras desgarran nuestra alma como ninguna otra cosa en la vida. Este fue el caso de David. Había luchado contra osos y leones y había combatido contra gigantes y reyes, pero pocas veces lo vemos tan angustiado como en este salmo.

David se encontraba bajo una gran presión, sufriendo y agobiado por una profunda y angustiada tristeza en el alma. Exteriormente, había conquistado a naciones poderosas que se le opusieron, pero esta batalla interna era algo diferente. Sus enemigos en este conflicto eran las palabras, y su batalla estaba en su mente.

La lucha de David es un mensaje para cualquiera que haya sido vencido por palabras falsas que se han pronunciado en su contra. Puede parecer algo insignificante que un guerrero experimentado se preocupe tanto por meras palabras. Sin embargo, en realidad, este es el tipo de ataque que abruma a muchos de nosotros.

Los ataques contra nuestro carácter son un hecho de la vida, y necesitamos la presencia del Espíritu para enfrentarlos. Se trata de una batalla espiritual. Pablo deseaba “para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones” (2 Corintios 2:11). Por eso, al igual que David, nosotros debemos llevar nuestras heridas al Señor. Si no lo hacemos y tratamos de soportarlas solos, el daño que nuestro acusador le hizo a nuestra alma seguirá afectándonos año tras año.

¿Qué hizo David ante tales acusaciones? Él invocó a Dios: “Jehová Dios mío, en ti he confiado” (Salmos 7:1). David comenzó a cantar para olvidar sus dolores, penas, luchas y heridas, presentándoselos todos al Señor. Cuando se pronuncian palabras falsas y crueles contra nosotros, nosotros podemos hacer lo mismo. En esos casos, podemos cantar al Señor confiando en el Espíritu. ¡Qué regalo misericordioso de Dios! Cuando nuestras almas están destrozadas por las mentiras, el Consolador, el Espíritu Santo, nos libera.

 

Este devocional ha sido adaptado del libro de Gary Wilkerson: El Altar de Nuestros Corazones: Un Devocional Expositivo sobre los Salmos.