Tienes Un Consolador
Estoy aprendiendo algo maravilloso acerca del Espíritu Santo. Él tiene una característica única; no le gusta hablar de sí mismo. No se convierte a sí mismo en el objeto principal de nuestra atención.
He tratado seriamente de estudiar al Espíritu Santo, investigando en volúmenes enteros sobre él, escritos por autores respetados, libros sobre su naturaleza y personalidad. Algunos de estos libros son muy profundos y, a menudo, difíciles de entender. Todos son muy interesantes, pero no siempre esclarecedores. El hecho es que no pueden instruirnos ni acercarnos a Dios porque solo podemos entender lo que el Espíritu mismo revela, ¡y no hablará de sí mismo!
He intentado profundizar en el significado de los nombres del Espíritu Santo: Consolador, Paracleto, Abogado, Intercesor, en busca de alguna idea de quién es él. Finalmente me di cuenta de que los cristianos no tenemos que entender a la persona del Espíritu Santo porque él no quiere decirnos cosas ocultas sobre sí mismo. Todo lo que necesitamos saber es que él es uno de la Deidad, eterno, el mismo Espíritu de Cristo, enviado a esta tierra para vivir en nosotros los que creemos. Aún más importante, ¡sus ojos están siempre puestos en Cristo!
El Espíritu Santo no quiere que sepamos tanto de él como de su misión, y esa misión es llevarnos a Jesús y mantenernos en pureza y santidad. Él está siempre obrando, dando a conocer a Cristo en nuestros corazones; y se deleita en que busquemos saber por qué ha venido él.
Jesús dijo: “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber… Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:13-14, 33).