Trayendo a Cristo a Tu Crisis
En Daniel 3, el rey Nabucodonosor erigió una enorme imagen dorada de 30 metros de altura y convocó a todos los líderes de su extenso imperio a una ceremonia de dedicación. Sin embargo, una vez que llegaron, Nabucodonosor ordenó que todos se inclinaran en adoración ante la imagen. Si desafiaban la orden, serían asesinados.
Tres de los amigos de Daniel, Sadrac, Mesac y Abed-nego, se negaron a inclinarse. Estos hombres, junto con Daniel, habían sido llevados cautivos de Jerusalén. No era inusual en aquellos días castigar a los violadores de los decretos del rey arrojándolos a un enorme horno ardiente (ver Jeremías 29:22).
Cuando los guardias trajeron a los tres hombres hebreos ante el rey, él les gritó: “Si no la adorareis, en la misma hora seréis echados en medio de un horno de fuego ardiendo; ¿y qué dios será aquel que os libre de mis manos? (Daniel 3:14-15).
Estos jóvenes temerosos de Dios respondieron confiadamente con fe: “He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado” (Daniel 3:17-18).
Los tres hebreos finalmente fueron arrojados al horno, pero el rey estaba desconcertado. No se había producido ningún destello repentino de ropa y pelo quemados, ni hedor a carne asada. “Entonces el rey Nabucodonosor se espantó, y se levantó apresuradamente y dijo a los de su consejo: ¿No echaron a tres varones atados dentro del fuego? Ellos respondieron al rey: Es verdad, oh rey. Y él dijo: He aquí yo veo cuatro varones sueltos, que se pasean en medio del fuego sin sufrir ningún daño; y el aspecto del cuarto es semejante a hijo de los dioses” (Daniel 3:24-25).
Jesús entró en la crisis de estos hombres por una razón, solo por ellos. Él vino a consolarlos y rescatarlos porque los amaba. ¡El Señor de la gloria se comprometió con ellos en su hora de crisis porque estaban totalmente comprometidos con él!