Confiando en la Provisión de Dios

David Wilkerson (1931-2011)

Piensa por un momento en todas las formas en las que Dios ha satisfecho las necesidades de su pueblo a lo largo de la historia.

Cuando Israel estaba en el desierto, no tenían supermercados ni tiendas de comestibles; sin embargo, Dios hizo llover maná del cielo para que el pueblo tuviera pan. Hizo que cayeran aves del cielo a montones para que tuvieran carne. Dios también hizo que brotara agua de una roca.

En el Antiguo Testamento leemos que un cuervo alimentó a un profeta hambriento. Un barril de harina y una botella de aceite se reabastecieron de manera sobrenatural. Todo un ejército enemigo huyó al oír un ruido extraño, dejando atrás suficientes provisiones para alimentar a una ciudad entera de israelitas hambrientos.

En el Nuevo Testamento leemos que el agua se convirtió en vino, que se encontró dinero en la boca de un pez para pagar los impuestos y que cinco mil personas fueron alimentadas con solo cinco panes y dos peces.

Todos estos milagros de provisión nos demuestran que Dios es fiel y que podemos confiar en Él.

En Levítico leemos acerca de otro fenómeno sobrenatural: una cosecha especialmente madura en el año anterior al día de reposo para la tierra. Luego, Dios ordenó que el pueblo observara siete ciclos consecutivos de días de reposo: “Y contarás siete semanas de años, siete veces siete años, de modo que los días de las siete semanas de años vendrán a serte cuarenta y nueve años” (Levítico 25:8). En otras palabras, debían celebrar este sábado cada séptimo año, durante un período de cuarenta y nueve años.

En términos bíblicos, el período de cuarenta y nueve años abarcaría una generación entera. Lo que se deduce es que ese período sería suficiente para que toda una generación aprendiera a confiar en el Señor.

Durante ese tiempo, los padres y abuelos construyeron una historia de fe para poder decirles a sus hijos: “¡Sí, es verdad! Dios nos proveyó de todo lo que necesitábamos durante los primeros seis años, pero muchos de nosotros teníamos miedo cuando llegaba el séptimo año. Sin embargo, la provisión de Dios nos acompañaba hasta el octavo año y hasta el noveno. A veces daba miedo, pero siempre había suficiente. Nadie pasaba hambre y nadie tenía que mendigar. Se satisfacían todas las necesidades. Dios puso a prueba nuestra fe y permaneció fiel”.

Amado, el punto a entender es que cuando Dios dice: “Confía en mí”, ¡él lo dice en serio!

 
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