Un Doble Dolor
La primera parte del “doble dolor” de Dios es cuando pecamos en su presencia, contra su luz y su amor. Sin embargo, el pecado en sí no es lo que entristece a Dios, sino el hecho de que Él conoce las consecuencias de nuestro pecado. Dios sabe que nuestro pecado nos llevará a la miseria.
La segunda parte del “doble dolor” de Dios es que nuestro pecado lo obliga a guardar su Palabra al juzgarnos. Él tiene que permanecer al margen como un padre amoroso y escuchar nuestros gritos de angustia mientras nos castiga, todo con el propósito de producir un carácter piadoso en nosotros.
En un momento llegué a una crisis, al final de mis fuerzas. Se decían cosas calumniosas de mí; y después de que esto hubiera continuado por algún tiempo, comencé a recordarle a Dios su Palabra: “El testigo falso no quedará sin castigo, y el que habla mentiras perecerá” (Proverbios 19:9), y “El mentiroso escucha la lengua detractora [destructiva]” (Proverbios 17:4).
Después de un tiempo, grité desesperado: “Oh, Dios, ¿cuánto tiempo dejarás que esto siga así? Las mentiras siguen cambiando tanto que ni siquiera sé qué son día a día. Tú eres mi defensor, Señor, y dices que vengarás a tu pueblo. Pero no te veo haciendo justicia”.
Mientras pensaba en todas las calumnias que venían contra mí, comencé a pensar en otros pastores y siervos asediados. Hay muchas personas justas hoy en día que están soportando pruebas terribles porque se hablan malas palabras contra ellas. “¿Por qué, Señor?” Oré. “¿Por qué sigues permitiendo que lastimen a tu pueblo?”
El Señor respondió: “David, yo soy misericordioso, paciente y lento para la ira, porque me duele hacer justicia. Si pudieras sentir mi dolor, nunca jamás desearías ver caer mi juicio. Entenderías por qué espero tanto para traerlo. Sabes lo doloroso que es disciplinar a tus hijos. Es lo mismo para mí. ¡Me duele castigar a los que amo!