Un Levantamiento Facial del Espíritu Santo

David Wilkerson (1931-2011)

David declaró con valentía: “Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío” (Salmos 42:11). En el hebreo original, la traducción adecuada de ambos versículos es “¡Dios es la salvación de mi rostro!”

Creo que David está diciendo algo importante aquí. Verás, tu cara es un cartel que anuncia lo que está pasando en tu corazón. Toda la alegría o la agitación que hay en tu interior se refleja en tu semblante. Cuando hablo de semblante, me refiero a la expresión facial, al lenguaje corporal, al tono de voz.

Por ejemplo, cuando mi mente está cargada con las preocupaciones de nuestra iglesia (sermones, finanzas, relaciones), tiendo a encorvarme. Parezco preocupado. Tengo el ceño fruncido. Algunas personas incluso me dicen que me veo triste.

Un día estaba caminando por la calle 52 en la ciudad de Nueva York, cerca de “Hannah House”, totalmente absorto en los asuntos de la iglesia y probablemente encorvado. Llegué a una casa de crack donde una mujer estaba sentada en el porche, sonriendo de oreja a oreja. Pude ver que estaba drogada con crack. Ella me vio acercarme; y cuando me acerqué, ella habló: “Señor, la situación no puede ser tan mala”.

¡Me quedé estupefacto! Pensé: “Esta es una mujer, drogada con crack, y aquí estoy yo, un hombre de Dios. Ella está sonriendo y luciendo bien, y yo estoy encorvado como si se hubiera perdido toda esperanza”. ¡Qué reprimenda fue para mí!

Le doy gracias a Dios por su gran salvación, por redimir nuestras almas, nuestro espíritu, incluso nuestro cuerpo. Dicho esto, ¡muchos de nosotros necesitamos un levantamiento facial! Necesitamos un levantamiento facial del Espíritu Santo porque nuestros rostros están dando el mensaje equivocado al mundo.

Una joven llegó a “Hannah House” con líneas de pecado profundamente grabadas en su rostro. Su rostro era extremadamente duro. Dos semanas después de ser salva, nadie podía creer el cambio. Ni siquiera la reconocí. ¿A qué se debe tal cambio de actitud? “La sabiduría del hombre ilumina su rostro, y la tosquedad de su semblante se mudará” (Eclesiastés 8:1).

Entiendo que “sabiduría” en este versículo se refiere a Jesucristo. De hecho, ¡la misma presencia de Cristo en tu corazón tiene un impacto directo en tu rostro! Afecta tu caminar, tu forma de hablar, el mismo tono de tu voz.