David Wilkerson (1931-2011)

Durante su estancia en la tierra, Jesús fue la encarnación de la compasión de Dios. Las Escrituras nos dicen con frecuencia que Cristo “tuvo compasión” del sufrimiento de la gente (ver Marcos 6:34, 8:2). Si ese era el caso en el primer siglo, ¿qué dolor debe haber en el corazón de nuestro Señor ahora?

Yo creo que Dios puede hacer todo lo posible para evitar intervenir antes del fin de los tiempos poniendo fin a todo. Nunca creeré que él es un espíritu benigno que se sienta en el cielo, impasible ante los horribles espíritus que andan sueltos por este mundo. No, él es un Padre compasivo que sufre por sus hijos que sufren.

La Biblia nos dice: “Nunca decayeron sus misericordias” (Lamentaciones 3:22). “Mas tú, Señor, Dios misericordioso y clemente, lento para la ira, y grande en misericordia y verdad” (Salmos 86:15).

Leemos una escena increíble: “Y se le acercó mucha gente que traía consigo a cojos, ciegos, mudos, mancos, y otros muchos enfermos; y los pusieron a los pies de Jesús, y los sanó” (Mateo 15:30).

¿Puedes imaginar esta escena? Alrededor de Jesús, cientos de personas afligidas estaban sentadas y tendidas en el suelo. Había niños pequeños demasiado enfermos para sentarse, gente que gritaba pidiendo ayuda, gemían de dolor, tenían fiebre, estaban poseídos por demonios, enfermos, desesperados.

Jesús no los rechazó. Realizó milagros de sanidad y liberación. Los mudos hablaron, los cojos saltaron, los ciegos vieron y los enfermos y dolidos de pronto fueron sanados. La multitud se apretujaba aún más con cada sanidad. Me imagino a la gente levantando a sus niños enfermos y avanzando mientras los discípulos luchaban por mantener el orden.

Estas personas llevaban tres días en el desierto sin comer y se desmayaban de hambre. Fue entonces cuando Jesús les dijo a sus discípulos: “Tengo compasión de la gente… no tienen qué comer; y enviarlos en ayunas no quiero, no sea que desmayen en el camino” (Mateo 15:32).

Dios quiere que cada uno de nosotros sea parte de su corazón compasivo hacia el mundo. Si estás dispuesto, Él enviará las necesidades a tu puerta. Preséntate ante el Señor para que Él te use y Él te abrirá las puertas; entonces conocerás verdaderamente el corazón compasivo del Padre.