Una Fe Cimentada en la Palabra
A Dios le preocupa que nuestra fe se tambalee, que no confiemos en él durante una crisis. Amados, nuestro peor pecado es nuestra falta de voluntad para creer que Él hará lo que prometió. Eso lo ofende más que el adulterio, la fornicación, el abuso de drogas o alcohol o cualquier otro pecado de la carne. Él desea, requiere, confianza en él.
Su Palabra dice: “Sabe el Señor librar de tentación a los piadosos” (2 Pedro 2:9). "Fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir” (1 Corintios 10:13).
Estos versículos son el Evangelio o son mentiras. Si son el Evangelio, es vital que nos apoyemos en ellos. Dios quiere que podamos decir: “Señor, si muero parado aquí, confiando en que tú me ayudarás, entonces déjame morir en la fe. Viva o muera, soy tuyo”.
Ahora bien, admito que eso es radical. ¿Podrías ir tan lejos para decir: "viva o muera"? Muchos de los seguidores de Jesús lo hicieron. Ellos y muchos otros a lo largo de los siglos tuvieron esa fe inquebrantable, muchos incluso hasta la muerte. No eran sobrehumanos ni estaban dotados de dones especiales. Lo que sí tenían era lo auténtico, una fe que venció toda duda y temor. Se mantuvieron firmes en las promesas de Dios. Dijeron: “Que todos los vientos y olas del infierno vengan contra mí. Estoy a la sombra de sus alas, y eso es todo lo que necesito”.
Dios anhela llevarte a ese lugar de confianza. Él quiere que nunca más tengas miedo, sino que realmente descanses en su poder y habilidad. Él sabe librarte de todos los lazos, pruebas y tentaciones. Hay paz ilimitada en ese lugar. Cuando confiamos plenamente en el Señor, podemos decir con el compositor Thomas Chisholm:
“Grande es tu fidelidad, oh, Dios Padre mío,
no hay sombra de variación contigo.
Tú no cambias, tus compasiones no fallan;
como has sido, serás para siempre.
¡Grande es tu fidelidad!"