Una Vara de Hierro
El apóstol Pablo escribe sobre la ascensión de Cristo al cielo: “despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz” (Colosenses 2:15).
¡Así es! Tambaleándose detrás de la procesión triunfante de nuestro Señor estaba el mismísimo príncipe de las tinieblas, atado con cadenas. Detrás del diablo derrotado, bajo las ruedas de las huestes celestiales, estaban todos los poderes de las tinieblas, atados y vencidos. Estaban siendo avergonzados abiertamente ante todos los que habían muerto en la fe ante la cruz.
“Las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido de mi Padre” (Apocalipsis 2:27).
Jesús entró por las puertas llevando en la mano un cetro de justicia, su “vara de hierro” con la que gobierna a todas las naciones. Después de su entrada triunfal, ocupó el lugar que le correspondía en el trono en plena posesión de todo poder, autoridad y dominio.
¡Qué imagen tan gloriosa! Satanás no tiene el control. El comunismo no tiene el control. El ateísmo no tiene el control. No, los enemigos de Cristo existen sólo con su permiso. En este momento, sólo continúan llenando sus copas de iniquidad. Jesús tiene el control de todas las cosas, y un día, cuando esté listo, “Los quebrantarás con vara de hierro; como vasija de alfarero los desmenuzarás” (Salmos 2:9).
Amados, nuestra comprensión de la victoria de Cristo sobre Satanás y el dominio del pecado no puede ser una teología vaga o confusa. Debemos saber y comprender que Satanás está totalmente derrotado. Él no puede mantenernos prisioneros, y Cristo nos ha liberado de toda esclavitud con su sangre.
Hoy, él se sienta en su trono con todo poder y autoridad, ofreciéndonos paz, alegría y libertad. “Bienaventurados todos los que en él confían” (Salmos 2:12).