Una Vida de Oración
El Espíritu Santo ha venido para guiarnos a una vida de oración. “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles” (Romanos 8:26).
Considera lo que Pablo está diciendo sobre el papel del Espíritu Santo en nuestra vida de oración. Estamos tan confundidos acerca de la oración, haciéndola parecer tan complicada. Anda a cualquier librería cristiana y encontrarás innumerables libros sobre el tema, repletos de fórmulas detalladas sobre cómo orar. Estas teorías terminan planteando aún más preguntas. Por ejemplo:
• ¿Cuándo la oración se convierte en intercesión?
• ¿Se mide la intercesión por el fervor, el volumen o la cantidad de tiempo que paso de rodillas?
• Se me instruye a orar de acuerdo con la voluntad de Dios, pero ¿cómo puedo conocer su voluntad?
• ¿Cómo hago para orar? ¿Las oraciones mentales cuentan?
• ¿Por qué exactamente oro?
Tal confusión puede ser tan abrumadora que hace que muchos eviten orar. Nunca ha habido un momento en que las oraciones del pueblo de Dios sean más necesarias que ahora. Vivimos en un mundo enloquecido. A medida que empeoran los acontecimientos mundiales, conspirando para robarle la paz al pueblo, las sociedades de todo el mundo buscan una fuente de consuelo. No la encuentran en la psicoterapia, la religión muerta o las causas dignas.
La Biblia nos ha dicho: “El mundo no [le] puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros” (ver Juan 14:17).
Una de nuestras mayores preocupaciones debe ser que mantengamos una vida de oración. Cuando descuidamos la oración, entristecemos al Espíritu de Dios. Sí, es posible que contristemos al Espíritu Santo. Pablo escribe tanto cuando dice: “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención” (Efesios 4:30). De hecho, el Espíritu comparte el dolor de Dios por la incredulidad y falta de oración de su pueblo. Hay muchas maneras poderosas en que el Espíritu Santo juega un papel en nuestras oraciones.
• El Espíritu Santo manifiesta la presencia de Cristo en nosotros.
• El Espíritu sella las promesas de Dios en nuestro corazón.
• El Consolador pronuncia esperanza en nosotros.
• El Espíritu derrama sus ríos de consuelo, paz y reposo en nuestras almas.