Verdaderas Riquezas en un Mundo Vacío
Nadie en la tierra puede colocarte en el ministerio. Puedes recibir un diploma de un seminario, ser ordenado por un obispo o comisionado por una denominación; pero el apóstol Pablo revela la única fuente de cualquier verdadero llamado al ministerio: “Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio” (1 Timoteo 1:12).
¿Qué quiere decir Pablo aquí cuando dice que Jesús lo fortaleció y lo tuvo por fiel? Piensa en la conversión del apóstol. Tres días después de ese evento, Cristo colocó a Pablo en el ministerio, específicamente en un ministerio de sufrimiento. Este es el mismo ministerio al que se refiere Pablo cuando dice: “Por lo cual, teniendo nosotros este ministerio según la misericordia que hemos recibido, no desmayamos” (2 Corintios 4:1).
Pablo nos está diciendo que Jesús le dio una promesa para este ministerio. Cristo prometió permanecer fiel a él y fortalecerlo a través de todas sus pruebas. Se está produciendo una transfiguración en todas nuestras vidas. La verdad es que nos convertimos en las cosas que ocupan nuestra mente. Nuestro carácter está siendo influenciado e impactado por lo que sea que se apodere de nuestros corazones.
Doy gracias a Dios por todos los que alimentan su mente y alma con cosas espirituales. Tales siervos han puesto sus ojos en lo que es puro y santo. Mantienen su mirada fija en Cristo, dedicando tiempo de calidad a adorarlo y edificándose en la fe. El Espíritu Santo está obrando en estos santos, cambiando continuamente su carácter a la imagen de Cristo. Estos creyentes estarán listos para los sufrimientos duros y explosivos que vendrán. Los creyentes ociosos, perezosos y sin oración sufrirán insuficiencia cardíaca o crisis nerviosas. Serán aplastados por sus miedos porque no tienen al Espíritu Santo obrando en ellos, transfigurándolos. Cuando lleguen los tiempos difíciles, simplemente no lo lograrán.
Esta es la última palabra de Pablo sobre el asunto: “No damos a nadie ninguna ocasión de tropiezo, para que nuestro ministerio no sea vituperado; antes bien, nos recomendamos en todo como ministros de Dios, en mucha paciencia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias; en azotes, en cárceles, en tumultos, en trabajos, en desvelos, en ayunos… como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, mas enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo” (2 Corintios 6:3–5, 10). Al resplandecer con la esperanza de Cristo en medio de nuestros sufrimientos, mostramos las verdaderas riquezas al mundo.