Viviendo con una Generosidad intencional
Cuando alguien habla de generosidad, ¿cuántos de nosotros pensamos en dinero? Cuando pienso en generosidad, pienso: “¡Oh! tengo $100, así que regalaré $20". Necesito diezmar”.
En realidad, yo creo que el dinero es una de las menores formas de generosidad. ¡No me malinterpretes! Es muy importante, pero creo que la mayoría de las personas, sobretodo en Estados Unidos, tienen suficiente dinero pero no suficiente amor y atención. Para la mayoría de los estadounidenses, la verdadera pobreza rara vez es algo que experimentamos, pero no tenemos suficientes personas que se preocupen y den tiempo y energía a nuestras vidas.
En mi opinión, la generosidad consiste más en dar tu vida a alguien que dar tu dinero. El dinero es a menudo una parte del cuidado de los demás de manera integral, pero no lo es todo. Cristo dijo: “Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir” (Lucas 6:38); y Pablo escribió a la iglesia primitiva: “Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre” (2 Corintios 9:6-7).
Es importante ser intencional acerca de la generosidad. Normalmente, esperamos que venga a nosotros un momento de generosidad, pero debemos convertirnos en iniciadores de la generosidad. No deberíamos estar esperando que alguien diga: “Oye, realmente necesito tu ayuda. ¿Podrías hacer esto por mí? Preferentemente deberíamos estar buscando oportunidades. “¿Cómo puedo servir? ¿Qué puedo hacer por ti hoy? Quiero ser generoso con mi tiempo y mis recursos amando a alguien”.
Así que sé intencional acerca de la generosidad. Estudia tu propio corazón. Somete tus deseos a Dios y pídele que te ayude a vivir generosamente. Después de eso, descansa sabiendo que Dios promete transformar nuestros corazones para poder obedecer sus mandamientos. “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo” (1 Tesalonicenses 5:23).