Viviendo en el Favor de Dios

David Wilkerson (1931-2011)

Dios promete su maravilloso favor al creyente irreprochable. “Tu corazón guarde mis mandamientos… Nunca se aparten de ti la misericordia y la verdad; átalas a tu cuello, escríbelas en la tabla de tu corazón; y hallarás gracia y buena opinión ante los ojos de Dios y de los hombres” (Proverbios 3:1-4). El Señor está diciendo que si decides caminar irreprensiblemente delante de él, caminarás en su favor y le agradarás.

¡Eso no es todo! El favor de Dios también incluye poder. Pablo dijo: “pues nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre” (1 Tesalonicenses 1:5). Su favor trae el poder del Espíritu Santo a todo lo que dices y haces. Tus palabras no caerán al suelo porque tendrán el poder del Espíritu Santo.

Pablo dijo que esas palabras llenas del poder del Espíritu Santo producen grandes resultados: “Y vosotros vinisteis a ser imitadores de nosotros y del Señor, recibiendo la palabra en medio de gran tribulación, con gozo del Espíritu Santo” (1 Tesalonicenses 1:6).

¿Por qué las palabras de Pablo fueron tan poderosas y efectivas? Porque, dice, “[habéis sido ejemplo a todos los… que han creído” (1 Tesalonicenses 1:7). No fue la predicación y la oración de Pablo lo que ganó a la gente para el Señor; fue su vida ejemplar. Dios había encontrado en Pablo un corazón limpio que podía favorecer con el poder del Espíritu Santo.

El favor divino de Dios también trae alta estima entre los hombres. De David está escrito: “David tenía más éxito que todos los siervos de Saúl, por lo cual se hizo de mucha estima su nombre” (1 Samuel 18:30). ¡El hombre o la mujer que proteja el nombre de Jesús viviendo santamente ante los demás recibirá un buen nombre ante ellos por parte de Dios mismo!

Algunos cristianos dicen: “No me importa mi nombre. No importa lo que la gente piense de mí. Sólo quiero ser un desconocido, un don nadie. Que el Señor tenga toda la gloria”. Eso puede sonar humilde, pero según las Escrituras: “De más estima es el buen nombre que las muchas riquezas, y la buena fama más que la plata y el oro” (Proverbios 22:1). Dios da un buen nombre a los justos para que puedan usarlo para glorificarlo en mayor medida.