Viviendo y Amando Como lo Hizo Jesús

David Wilkerson (1931-2011)

“Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él. En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo” (1 Juan 4:16-17).

Ten en cuenta la última parte de este pasaje. Juan nos dice que ahora estamos viviendo como vivió el Señor, perdonando y amando a nuestros enemigos. No queda nada en nosotros de venganzas, rencores o prejuicios raciales, por lo que ahora podemos recibir plenamente el amor de Dios hacia nosotros.

“En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados” (1 Juan 4:10). ¿Ves lo que dice Juan? Nuestro amor por Dios es un amor dado, pero perfecto, también significa conocer y creer en su amor por nosotros. No debe haber temor ni duda en este amor. Si dudamos, viviremos en tormento: “El miedo envuelve tormento” (ver 1 Juan 4:18). Creer en el amor de Dios significa saber que él es paciente con nuestros fracasos día tras día. Él escucha cada clamor nuestro, embotella cada lágrima, siente la angustia de nuestro corazón y se conmueve.

Este aspecto del amor de Dios se ilustra vívidamente en Éxodo, donde el Señor buscó revelar su naturaleza amorosa a su pueblo. Él le dijo a Moisés: “Voy a liberar a Israel”, y las Escrituras dicen: “Y los hijos de Israel gemían a causa de la servidumbre, y clamaron; y subió a Dios el clamor de ellos con motivo de su servidumbre” (Éxodo 2:23).

“Dijo luego Jehová: Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias, y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra… que fluye leche y miel” (Éxodo 3:7-8).

¿Crees que Dios ve tu necesidad tal como lo hizo con Israel? A menudo decimos con ligereza: “Cristo lo es todo”, pero cuando enfrentamos una crisis sucumbimos al temor. Abracemos el conocimiento de que Dios nunca abandona a sus hijos en su momento de angustia, incluso cuando las cosas parecen absolutamente desesperadas. ¡Podemos confiar en él!