¿Dónde Habita Dios?
Después de que Jesús fue llevado al cielo, el apóstol Juan recibió una magnífica visión de gloria. Él dijo: “Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero. La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera” (Apocalipsis 21:22-23). En otras palabras, el único templo en el cielo es el mismo Jesús.
Ahora que el templo de Dios está en gloria, sentado a su diestra, ¿dónde habita el Señor en la tierra? Sabemos que ningún edificio puede contener a Dios. Como dice Dios mismo: “El cielo es mi trono, y la tierra estrado de mis pies; ¿dónde está la casa que me habréis de edificar, y dónde el lugar de mi reposo?” (Isaías 66:1). Pablo hace eco de esto en el Nuevo Testamento: “El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas” (Hechos 17:24). Si buscamos la morada de Dios en algún edificio, no la encontraremos.
Pablo nos da nuestra respuesta: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” (1 Corintios 3:16). El Señor vive y reposa en los cuerpos de su humanidad creada.
Una vez que depositamos nuestra fe en Jesús, nos convertimos en la morada misma de Dios. Esto se demostró más visiblemente en el Aposento Alto. El Espíritu Santo cayó sobre los discípulos allí, llenándolos de sí mismo. Él reclamó sus cuerpos santificados como templo de Dios donde el Padre vendría y viviría. El Espíritu los ayudaría a hacer morir y destruir las obras de su carne pecaminosa; y les daría poder para vivir en victoria. Sus cuerpos se convirtieron en el templo de Dios, una morada que no se construyó con manos.
Jesús dice: “El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él” (Juan 14:23). En otras palabras, tú le perteneces a Dios y él quiere que seas su lugar de reposo.
Queridos creyentes, denle gloria a Dios abriendo sus corazones a la verdad de que ustedes son su templo en la tierra.