DIOS HABLA A LOS QUE OYEN
Cuando el profeta Samuel era niño, él creyó haber oído a su maestro Elí decir su nombre a media noche. En realidad, era la voz del Señor, pero Samuel aún no sabía cómo discernir la voz del Señor. Después de que Samuel le preguntara a Elí tres veces, éste le indicó a Samuel que respondiera: “Habla, Jehová, porque tu siervo oye” (1 Samuel 3:9). Luego, todo Israel se dirigió en masa a Samuel para oír la palabra que recibió del Señor a través de su comunión con él.
Fue a través de la comunión con Dios que Moisés recibió los Diez Mandamientos y los planos de construcción para el tabernáculo. Más tarde, al oír, David recibió instrucciones sobre cómo edificaría el templo que construiría su hijo Salomón. Dios habla a los que oyen.
En la era del Nuevo Testamento, un simple creyente llamado Ananías recibió las instrucciones de Cristo para ir al recién convertido Saulo de Tarso y ministrarle (ver Hechos 9:10-18). Él no era un profeta, pero oyó de parte de Dios, un mensaje, no sobre nueva doctrina sino sobre dirección personal. ¿Por qué no querría el Espíritu Santo guiar al creyente cristiano hoy?
Mientras pasamos tiempo oyendo a Dios, se nos puede enseñar qué decir y podemos recibir palabras para ese día. A veces se nos dará un sentimiento general o una sección de la Escritura que prepare nuestro corazón para las cosas que pronto nos confrontarán. En otras ocasiones, Dios podría darnos un versículo específico, una semilla de sabiduría o una palabra de aliento que podamos transmitir a alguien que encontremos durante el día. Pero el oído que escucha y la lengua instruida provienen sólo de momentos de comunión con el Señor. Y recuerda, estas instancias de directiva surgen mientras estamos oyendo, no cuando estamos hablando.
Jim Cymbala comenzó la iglesia Brooklyn Tabernacle con menos de veinte miembros en un pequeño y deteriorado edificio en una parte difícil de la ciudad. Nacido en Brooklyn, es un viejo amigo de David y Gary Wilkerson.