A DIOS NO LE CUESTA HALLARTE
No importa cuán oscuro sea tu entorno o cuán “desconocida” sea tu identidad, cuando Dios decide revelarse a sí mismo en ti, él no tendrá problemas en hallarte. Consideremos a la madre de Sansón, el hombre más fuerte que jamás haya existido.
“Los hijos de Israel volvieron a hacer lo malo ante los ojos de Jehová; y Jehová los entregó en mano de los filisteos por cuarenta años. Y había un hombre de Zora… el cual se llamaba Manoa; y su mujer era estéril, y nunca había tenido hijos. A esta mujer apareció el ángel de Jehová, y le dijo: He aquí que tú… concebirás y darás a luz un hijo” (Jueces 13:1-3).
Durante cuarenta años, los hijos de Israel anduvieron errantes por el desierto, sometidos a los filisteos y desmoralizados en espíritu. En medio de todo este caos y desesperación vivía una fiel mujer que oraba y conocía a su Dios. Vemos que el nombre de su marido era Manoa, pero ella no fue nombrada, una sierva anónima del Señor.
Tal como sucedió en el Nuevo Testamento con una joven llamada María, la esposa de Manoa recibió la visita de un ángel, quien le dio un mensaje sorprendente: "¡Vas a tener un hijo!"
La esposa de Manoa había sido muy paciente durante el tiempo de esclavitud de Israel, encerrándose en su lugar secreto con Dios. Ahora, ella recibió una palabra del Señor. Su hijo prometido no estaba destinado a ser un niño ordinario, según le dijo el ángel, él “comenzará a salvar a Israel de mano de los filisteos” (13:5). Entonces el Señor le dio instrucciones específicas sobre cómo debía ser criado el niño y preparado para su llamado especial. (Lee el emocionante relato de la vida de Sansón en Jueces, capítulos 13 al 16).
La madre de Sansón creyó las promesas de Dios y ella enseñó a su hijo según los preceptos del Señor. Del mismo modo, hoy Dios está buscando siervos pacientes y devotos que confíen en él en las condiciones más difíciles.