Dios nos Llamó, nos Probó Y nos Dio un Propósito
El apóstol Pablo dice de Dios: “quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos” (2 Timoteo 1:9).
En pocas palabras, cada persona que está “en Cristo” es llamada por el Señor. Y todos tenemos el mismo mandato: escuchar la voz de Dios, proclamar su Palabra, nunca temer al hombre y confiar en el Señor ante cada prueba concebible. De hecho, las promesas de Dios se aplican a todos sus siervos. Es decir, no necesitamos tener un mensaje preparado para hablar ante el mundo. Él se ha comprometido a llenar nuestras bocas con su Palabra en el momento exacto en que se necesite. Pero eso sucederá sólo si confiamos en él.
Pablo nos dice que muchos son designados predicadores, maestros y apóstoles; y que todos van a sufrir por esa razón. Él se incluye entre ellos: “Yo fui constituido predicador, apóstol y maestro de los gentiles. Por lo cual asimismo padezco esto” (2 Timoteo 1:11-12). Él estaba diciendo, en efecto: “Dios me ha dado una obra sagrada para hacer. Y porque tengo ese llamado, voy a sufrir”.
Las Escrituras muestran que Pablo fue probado como pocos ministros lo han sido. Satanás trató de matarlo una y otra vez. La multitud, supuestamente religiosa, lo rechazó y lo ridiculizó; y en ocasiones incluso quienes lo apoyaron lo dejaron maltratado y abandonado. Pero Pablo nunca estuvo desconcertado ante los hombres, ni fue nunca consternado o avergonzado ante el mundo. E interesantemente, no fue consumido. En toda ocasión, él tenía una palabra ungida de Dios para hablar, justo cuando era necesaria.
Pablo no podía ser sacudido; y nunca perdió su confianza en el Señor. En lugar de ello, él testificó: “Yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día” (1:12). En pocas palabras: “He comprometido mi vida completamente a la fidelidad del Señor. Viva o muera, yo soy suyo”.
Amado, tú puedes estar enfrentando batallas y los cielos pueden parecer de bronce para ti. Pero el Espíritu Santo es fiel para restaurarte y levantarte. Él te acompañará durante todas las noches oscuras, ¡así que no dejes que el diablo te quiebre!