DIRECCIÓN EN ORACIÓN
Cada vez que somos grandemente librados de parte de Dios, le damos las gracias con todo nuestro corazón. Y luego hacemos una sincera promesa: “Señor, de ahora en adelante, no voy a ir a ningún sitio ni voy a hacer nada hasta que te consulte. Voy a ponerlo todo en oración”. Pero cuando una nueva crisis surge, pensamos que podemos apoyarnos en nuestros planes y éxitos pasados; y terminamos tomando los asuntos en nuestras propias manos.
Razonamos: “Dios me ha dado una buena mente y se supone que debo usarla. Él quiere que yo resuelva las cosas”. Bueno, eso es cierto, pero sólo después de haber recibido su dirección en oración. Nunca podremos alcanzar la mente de Dios, confiando en nuestro propio razonamiento. Puede ser que el Señor permita que nuestros propios planes funcionen por un momento, pero eventualmente, terminaremos en total confusión.
El apóstol Pablo nos dice que la mente carnal no puede entender la mente espiritual: “Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden” (Romanos 8:5-7).
Es posible que a pesar de tu caminar correcto, tu devoción y tu adoración, estés andando por tu propio camino. Si esto es cierto, vuelve tus ojos hacia Dios para tener su discernimiento y su dirección. Clama a él y confía en su fidelidad. “Jehová es tu guardador; Jehová es tu sombra a tu mano derecha” (Salmos 121:5). Tu padre anhela ser quien te cuide, te guarde y te proteja.
¡Qué maravilloso es saber que nuestro Señor es vigilante, protector y se goza grandemente en mantener y preservar a sus hijos!