EJERCITANDO LA FE
La fe es un mandamiento y Dios responde a quienes la ejerciten. La mayoría de los testimonios escritos que recibimos en nuestra oficina contienen esta verdad. Siempre que un creyente ha ejercitado la verdad de la Palabra de Dios, Jesús se ha acercado a esa persona. Y su Espíritu ministrador les trajo consuelo y les renovó las fuerzas en su hora oscura.
Por supuesto, no siempre es fácil ejercer la fe cuando estamos en dolor. A menudo simplemente no tenemos la fuerza cuando el dolor es abrumador. En dichos momentos, los cristianos pueden dejar escapar las promesas de Dios.
C.H. Spurgeon, uno de los más grandes predicadores de la historia, sufría de depresión severa, durante su época esta condición se conocía como “melancolía”. ¿Cuál fue el remedio de Spurgeon? Él se aferró a los Salmos. Las promesas perdurables de Dios fueron la única fuente verdadera de consuelo para Spurgeon cuando su mundo parecía estar cayendo a su alrededor. Cuando el gran predicador no tenía la fuerza para leerlos él mismo, él pedía a alguien que se los leyera porque sabía que le brindarían consuelo y fortaleza. “Así que la fe viene por el oír y el oír por la palabra de Dios” (Romanos 10:17).
"Es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan”. (Hebreos 11:6). Esta palabra está destinada especialmente para aquellos creyentes que están en medio de una prueba. El Señor está diciendo: “Tengo una recompensa para ti en tu prueba. He reservado una bendición de fortaleza para ti en este momento; y quiero que la tengas. ¡Ve tras ella!”
Debemos saturarnos de la Palabra de Dios, ser conscientes de sus promesas, confiar en su fidelidad y aferrarnos a lo que es verdadero. Es la única manera de cortar la voz demoníaca del tormento.
Cuanto más comprendamos y creamos en la grandeza de nuestro Dios, más preparados estaremos para los días que vendrán.