El Amor del Pastor por Ti
Sí, tú puedes amar a Dios y buscarlo, pero eso no es suficiente. La verdadera victoria en Cristo no es que hayas buscado a Dios, sino que Él te ha buscado a ti. Él ha venido a por ti. Él te ha perseguido.
David sabía esto cuando escribió el Salmo 119:175-176: “Viva mi alma y te alabe, y tus juicios me ayuden. Yo anduve errante como oveja extraviada; busca a tu siervo, porque no me he olvidado de tus mandamientos”. David le estaba diciendo a Dios: “Estoy perdido. Estoy deambulando. Siento frialdad en el corazón, una falta de deseo de orar. Ya no siento esa sensación de anticipación cuando entro en la casa del Señor”.
Cuando el orgullo y la ira comienzan a agitarse en nuestro corazón, cuando la lujuria está en nuestros ojos, cuando nos sentimos lejos de Dios, somos como ovejas perdidas.
El libro de Oseas describe la angustia de Dios por su pueblo que es infiel, comentando: “Mi pueblo está adherido a la rebelión contra mí” (Oseas 11:7). Hay una inclinación en nosotros hacia el pecado, una tendencia natural a alejarnos de Dios y sus caminos justos. David reconoció esto en sí mismo, pero su respuesta no fue: “¡Voy a venir a ti, Dios! Voy a buscarte, Señor”.
David conocía la condición de su corazón. Sabía que necesitaba algo más fuerte que su propia fuerza de voluntad. Ahora, yo creo y enseño que aquellos que buscan diligentemente al Señor lo encontrarán (ver Jeremías 29:12-13) y que los que son fervientes por las cosas del Señor serán recompensados (ver Santiago 1:12). Pero es el amor de Dios el que inicia nuestra relación con él.
Necesitamos que el amor del pastor nos encuentre y rescate. Su corazón y su poder, no el nuestro, será lo que nos alejará de los caminos perdidos y torcidos.