EL AMOR QUE ATRAE A OTROS A JESÚS

Gary Wilkerson

“En aquellos días, como creciera el número de los discípulos…” (Hechos 6:1).

Permíteme establecer el ambiente, el trasfondo para este pasaje de la Escritura. Fue en los primeros días de la Iglesia, probablemente sólo semanas o, como mucho, unos meses después de Pentecostés; y la Iglesia había visto un crecimiento explosivo. ¡Tres mil personas se habían salvado en un día! Ellos comenzaron a reunirse en casas y no sólo los judíos sino que los gentiles estaban siendo salvos. También los samaritanos y los etíopes se estaban convirtiendo en creyentes, por lo que varias culturas se unieron, culturas que no estaban acostumbradas a estar juntas en absoluto.

De hecho, estos nuevos creyentes estaban muy segregados racialmente y no se llevaban bien unos con otros. Se habían perseguido y difamado unos a otros; y ahora, de pronto, se encontraron mezclados en el mismo Cuerpo de Cristo: Salvos, santificados, llenos del Espíritu Santo de Dios, trabajando juntos. Y todo iba bastante bien.

Era tan extraño. En Pentecostés, la gente no sólo oía a otros hablar en su propio idioma, sino que ahora veía personas que no eran de su propia raza, género, nacionalidad, ni de su mismo trasfondo, adorando juntos, sirviendo juntos, amándose unos a otros. Este tipo de amor, dijo Jesús, es: “La clase de amor que hará que le mundo sepa que ustedes son Mis discípulos. Y este es el tipo de amor que hará que la gente crea en Mí”.

Cuando estamos haciendo lo que hemos sido llamados a hacer, alcanzar a los perdidos, haciéndolo con este tipo de amor, sirviéndonos unos a otros con este tipo de mentalidad de satisfacer la necesidad, entonces el mundo va a ser conducido y atraído hacia Él.

En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:35).