EL CAMINO DE DIOS
Las circunstancias problemáticas y las feroces condiciones pueden provocar confusión. En esos momentos, nuestra impaciencia comienza a razonar: “No creo que Dios haya querido decir lo que me dijo. O, tal vez, el problema sea mi incapacidad de oír su voz. Tal vez, no le oí bien, en primer lugar. Todo lo que sé es que lo que él me dijo no concuerda con lo que veo desarrollándose”.
Cuando Saúl se adelantó a la dirección de Dios, actuó puramente en base a la lógica y a la razón, no en base a la confianza. Escucha el montón de excusas que le dio al profeta Samuel por haberse adelantado a la dirección de Dios: “Porque vi que el pueblo se me desertaba, y que tú no venías dentro del plazo señalado, y que los filisteos estaban reunidos en Micmas, me dije: Ahora descenderán los filisteos contra mí a Gilgal, y yo no he implorado el favor de Jehová. Me esforcé, pues, y ofrecí holocausto” (1 Samuel 13:11-12). Saúl tomó el asunto en sus propias manos, haciendo lo que él pensaba que era su única opción. Y terminó en dolor.
Este asunto de esperar es tan importante que encontramos referencias de ello a lo largo de toda la Palabra de Dios. Isaías escribe: “Y se dirá en aquel día: He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; éste es Jehová a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación” (Isaías 25:9).
“Ni nunca oyeron, ni oídos percibieron, ni ojo ha visto a Dios fuera de ti, que hiciese por el que en él espera” (Isaías 64:4).
Amados, el camino de Dios no es el camino del mundo. Y la única manera de ganar experiencia divina es esperándole a Él pacientemente en fe. Esta clase de experiencia divina viene a aquellos que están en comunión con el Señor: “Sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza” (Romanos 5:3-4).