El Cielo en Nuestras Almas

David Wilkerson (1931-2011)

 

Busqué al Señor en oración y le pregunté: “¿Cuál es el aspecto más importante de que nos hagas tu templo?” Esto es lo que vino a mí: Acceso con seguridad y confianza.

Pablo dice de Cristo: “En quien tenemos seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en él” (Efesios 3:12).

En el templo judío, había muy poco acceso a Dios. De hecho, ese acceso estaba disponible sólo para el sumo sacerdote; y encima, sólo una vez al año. Cuando llegaba el momento, el sacerdote entraba a la presencia de Dios en el templo con temor y temblor. Él sabía que podía ser abatido por acercarse al propiciatorio con un pecado no perdonado en su corazón.

Hoy, Dios ha emergido de esa habitación pequeña y restringida. Y ha venido directamente a nosotros en toda nuestra desgracia y corrupción. Él nos dice: “He venido a vivir en ti. No tienes que esconderme tu inmundicia y desesperación. Te he elegido porque te quiero y estoy a punto de convertir tu cuerpo en mi hogar, mi morada, mi residencia”.

“Enviaré mi Espíritu Santo, quien te santificará. Va a limpiar y barrer todas las habitaciones, para preparar tu corazón como mi novia, pero eso no es todo. Te voy a sentar a mi lado y te instaré a que vengas a mi trono con seguridad, con confianza. Verás, yo quiero que me pidas poder, gracia, fuerza, todo lo que necesites. He traído el cielo a tu alma para que puedas tener acceso a todo. Eres rico, pero ni siquiera te das cuenta. Eres un heredero de toda mi gloria”.

La única razón por la que tu cuerpo es santo es porque el Espíritu Santo vive allí. Y se mantiene santo sólo por su presencia y poder continuos. Tú no puedes hacerlo. Te habrías convertido en un manojo de nervios tratando de cuidar todas las entradas. Te habrías desanimado cuando no lograbas mantener fuera todo el polvo y la suciedad que entra. Te habrías cansado corriendo de una habitación a otra, barriendo y puliendo, tratando de que las cosas se vean bien.

Todo cristiano debería alegrarse de este hecho: ¡Dios está en ti! Y él está contigo siempre, entonces, ¿quién puede estar en tu contra?