El closet de la oración

Tengo una pregunta para usted, ¿Qué puede hacer el pueblo de Dios en estos tiempos de juicio inevitable para mover el corazón de Dios?

Estamos viendo calamidades naturales en tal escala como nunca antes: crecientes olas, huracanes, incendios, inundaciones, sequías. Recuerdo la devastación que sacudió al mundo por el Tsunami, el huracán Katrina, terremotos en India y Pakistán.

Recuerdo también el temor y la desesperación causada por calamidades producidas por el mismo hombre: los eventos del 11 de Septiembre del 2001, el conflicto entre Israel y el Líbano, armas nucleares en las manos de hombres perversos. Aún los comentaristas más escépticos nos dicen que podríamos estar viviendo el comienzo de la III Guerra Mundial.

Aún ahora mismo, los musulmanes, en nación tras nación, amenazan que destruirán al Cristianismo. Recientemente estuve en Londres y oí dos jóvenes musulmanes comentar en una entrevista radial: “Nuestra religión no es como el Cristianismo. Nosotros no pondremos la otra mejilla. Nosotros cortaremos las cabezas”.

Le pregunto: en tiempos peligrosos como estos, ¿está la iglesia imposibilitada de hacer algo al respecto? ¿Nos vamos a sentar y solo esperar el retorno de Cristo? ¿O estamos llamados a tomar acciones radicales contra esto? Cuando todo alrededor del mundo está temblando, con el corazón de los hombres llenos de temor, ¿estamos llamados a tomar las armas espirituales y hacer guerra contra el adversario?

Alrededor del globo, hay un sentir generalizado que dice que es inútil tratar de resolver tan grandes problemas. Muchos creen que el mundo ha alcanzado el punto máximo de la desesperanza. El alcoholismo se está incrementando mundialmente y hoy más que nunca muchos jóvenes están entregados a la bebida. Veo también una línea preocupante en la iglesia pues el Cristianismo se está entregando al materialismo. El mensaje que sus vidas predican es, “Ya no hay esperanza, Dios nos ha dejado”.

Dígame, ¿debe ser ésta la posición de la iglesia en estos tiempos oscuros? ¿Están los seguidores de Jesús llamados a caer en la misma línea pesimista que el resto del mundo, conformándose con un pedazo del pastel solamente? No, ¡jamás!

De acuerdo a Joel, el día de oscuridad y espanto que vendría sobre Israel sería uno nunca antes visto en su historia. El profeta exclamó, “¡Ay del día! porque cercano está el día de Jehová, y vendrá como destrucción por el Todopoderoso” (Joel 1:15).

¿Cual fue el consejo de Joel a Israel en el día de oscuridad? El trajo esta palabra, “Por eso pues, ahora, dice Jehová, convertíos a mí con todo vuestro corazón, con ayuno y lloro y lamento. Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos, y convertíos a Jehová vuestro Dios; porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y que se duele del castigo. ¿Quién sabe si volverá y se arrepentirá y dejará bendición tras de él, esto es, ofrenda y libación para Jehová vuestro Dios?” (Joel 2:12-14).

Al leer este pasaje quedo muy impresionado por dos palabras: “Aún ahora”. Mientras una densa oscuridad cae sobre Israel, Dios apela a su pueblo: “Aún ahora, a la hora de mi venganza – a pesar de que me has sacado de la sociedad, cuando obtener misericordia parece imposible, cuando la humanidad se ha burlado de mis advertencias, cuando temor y tinieblas han cubierto la tierra – aún ahora, te llamo a que regreses a mi. Soy lento para la ira y soy conocido por detener mis juicios por un tiempo, como lo hice con Josías. Mi pueblo puede orar y apropiarse de mi misericordia. Pero el mundo no se arrepentirá si piensas que ya no hay misericordia”.

¿Puede ver el mensaje de Dios en esto? Como sus hijos, podemos suplicar en oración y El nos oirá. Podemos acercarnos a Él y saber que responderá la sincera, efectiva, y ferviente oración de los santos.

Tengo una palabra de advertencia para la iglesia en este momento: ¡Cuidado! Satanás viene precisamente en la hora más oscura cuando los desastres nucleares amenacen la tierra, cuando los impíos se levanten y atemoricen las naciones. El diablo sabe que somos vulnerables, y El envía esta amenaza mentirosa: “¿Qué de bueno puedes hacer tú? ¿Porqué intentar evangelizar el Islamismo si te ellos te quieren matar? Tú no puedes cambiar nada. Mejor que renuncies a cambiar este mundo saturado de pecado. No sirve de nada orar por un derramamiento del Espíritu. ¡Todo tu arrepentimiento es en vano!”

Pero Dios nos habla hoy con esta palabra a través de Joel: “Hay esperanza y misericordia, aún ahora. Soy manso y tardo para el enojo. Y ahora es el tiempo para que vuelvas a mí en oración. Yo me volveré de mi juicio y en lugar te llenaré de bendición”.

Aún ahora - en medio del tiempo del Islamismo homicida y extremista, en medio de militantes homosexuales, cuando nuestra nación ha perdido su estructura moral, cuando las cortes están sacando a Dios de la sociedad, cuando el temor amenaza toda la tierra – es tiempo de volver al Señor en oración. Aunque su juicio ha llegado y es visible su ira a nuestro alrededor, el Espíritu Santo está llamando y urgiendo a la humanidad, hasta el ultimo minuto de los últimos días.

Aquí está el consejo de Joel para Israel en el día de oscuridad y espanto, “Tocad trompeta en Sion, proclamad ayuno, convocad asamblea. Reunid al pueblo, santificad la reunión, juntad a los ancianos, congregad a los niños y a los que maman, salga de su cámara el novio, y de su tálamo la novia. Entre la entrada y el altar lloren los sacerdotes ministros de Jehová, y digan: Perdona, oh Jehová, a tu pueblo, y no entregues al oprobio tu heredad, para que las naciones se enseñoreen de ella. ¿Por qué han de decir entre los pueblos: Dónde está su Dios?” (Joel 2:15-17).

Aquí está el llamado para la iglesia: “No te desanimes ni te entregues a la desesperación. No debes creerle a las mentiras del diablo que no habrá esperanza de un avivamiento”. Por el contrario, de acuerdo a Joel, el clamor del pueblo debe ser, “Señor detén este reproche en tu nombre. No permitas que tu iglesia sea burlada. Detén a los impíos de enseñorearse sobre nosotros y cuestionarnos preguntando: “¿Dónde está tu Dios?”

Usted puede pensar, “Lo que Dios promete aquí es solo una posibilidad. Él dice que podría detener sus juicios. Esto es solo un “quizá” o una probabilidad. Todo lo que pide de su pueblo podría ser en vano”.

No creo que Dios juegue con su pueblo. Y Él no enviará a su pueblo en una misión inútil. Cuando Abraham oró para que Dios perdonara a Sodoma (donde vivía su sobrino Lot), el corazón de Dios fue movido a salvar la ciudad aún si tan solo vivieran diez justos en esa ciudad. Y Abraham pidió esto mientras lo ángeles que traían el juicio ya estaban entrando a la ciudad. Estoy convencido que el pueblo de Dios hoy en día debe acercarse a Dios de la misma manera.

Zacarías nos dice que Dios ha asignado tres lugares donde su pueblo puede pedirle a Él en oración.

De acuerdo a Zacarías hay tres lugares desde donde se deben elevar las oraciones: (1) la Casa de Dios (la iglesia), (2) cada hogar, y (3) el lugar secreto. El Señor le dijo a Zacarías, “Y derramaré sobre la casa de David…, espíritu de gracia y de oración…; Y la tierra lamentará, cada linaje aparte; los descendientes de la casa de David por sí (símbolo de la iglesia)…, los descendientes de la casa de Leví por sí (la familia o el hogar), y sus mujeres por sí (individuales)” (Zacarías 12:10,12-13, mis itálicas).

Mientras Zacarías hablaba esto, Israel estaba rodeado de enemigos dispuestos a destruirlos. Había gran temor y terror, pero en el medio de todo esto vino esta maravillosa palabra, “Dios va a tratar con esos poderes enemigos que se han levantado contra ti. Así, que comienza a orar fervientemente en el santuario. Comienza a orar en tu casa. Y a orar en tu lugar secreto. El Espíritu Santo viene, y Él te llenará de espíritu de súplica y gracia, y te capacitará para orar”.

¿Ve el mensaje de Dios en este pasaje? El le dice a la iglesia en cada tiempo, “En tiempos de temor o temblor quiero derramar mi Espíritu sobre ti. Pero debo tener un pueblo de oración sobre quien derramarlo”.

Todos los profetas del Antiguo Testamento llamaron al pueblo de Dios a una oración corporativa. “Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada…;” (Mateo 21:13). La realidad es que la historia del mundo ha sido dirigida por la oración del pueblo de Dios.

Piense en esto: el Espíritu Santo fue primeramente derramado en la casa de Dios, en el Aposento Alto. Allí los discípulos “estaban unánimes en oración” (Hechos 1:14). Se nos dice que Pedro fue liberado de prisión por el ángel donde “muchos estaban reunidos orando” (Hechos 12:12). Oración corporativa era hecha continuamente por la liberación de Pedro.

Claramente vemos que Dios desata mucho poder por la oración de su iglesia. Por lo tanto, el llamado a este tipo de oración no puede ser subestimado. Sabemos que la iglesia ha sido comisionada a ganar almas, a ser dadivosa, a servir como el lugar de reunión donde es predicada la Palabra de Dios. Pero primero y más importante, la iglesia está llamada a ser una casa de oración. Este es su primer llamado ya que los otros aspectos de la vida de la iglesia nacen de la oración.

Sin embargo la oración como cuerpo es limitada. Es limitada a los horarios y a los diferentes tipos de oración a los que Dios nos ha llamado. Por ejemplo la iglesia no es lugar donde clamamos oraciones de angustia y tentación, donde le confesamos en voz alta nuestra lujuria y nos arrepentimos de ello. Muchas veces la oración como cuerpo puede ser una excusa para evitar este tipo de oraciones en privado, donde un examen exhaustivo del corazón toma lugar. Algunos pueden decir, “Acabo de regresar de una reunión de oración de dos horas” o “he estado ayunando con mi iglesia los últimos tres días”. Pero esto no es el único tipo de oración que el Señor desea de nosotros.

“Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos” (Mateo 18:19). Algunos creyentes llaman a esto “oraciones de común acuerdo”. Usted será grandemente bendecido si tiene un hermano o hermana genuino/a con quien orar. De por cierto, los intercesores más poderosos que conozco vienen de dos o tres. Si Dios me ha bendecido en algo en mi vida – si me ha usado para su gloria – sé que es porque algunos poderosos intercesores interceden por mí diariamente.

El lugar donde este tipo de oración es más poderoso es en el hogar. Mi esposa Gwen y yo oramos juntos diariamente y sé que esto mantiene nuestra familia unida. Siempre orábamos por cada uno de nuestros hijos durante sus años de crecimiento para que ninguno se pierda. Orábamos por sus amistades y sus relaciones con los demás, para que Dios apartara novios o novias que fueran una piedra de tropiezo para ellos. También orábamos por sus futuros cónyuges, y ahora hacemos lo mismo por nuestros nietos.

Tristemente, muy pocas familias cristianas toman tiempo para orar en familia. Personalmente puedo testificar que estoy aún en el ministerio por el poder de la oración en familia. Cada día, no importando lo que mis hermanos y yo estuviéramos jugando, en el patio de enfrente o cruzando la calle, mi madre alzaba su voz desde la puerta de nuestra casa, “¡David, Jerry, Juanita, Ruth, es tiempo de orar! (mi hermano menor Don aún no había nacido).

Todo el vecindario sabía acerca de nuestro tiempo de oración familiar. Algunas veces odiaba escuchar su llamado, y me enojaba y gruñía. Pero algo cierto sucedía en esos tiempos de oración: el Espíritu se movía entre nosotros y tocaba nuestra alma.

Quizás usted no se vea teniendo oración familiar. Quizás tenga una esposa que no es cooperativa o un hijo en rebeldía. Amado, no importa quien elija no estar involucrado en ese tiempo. Usted puede llegar a la mesa de la cocina e inclinar su cabeza y orar. Eso servirá como el tiempo de oración del hogar, y cada miembro de su familia lo notará.

La oración en el closet sucede cuando estás solo, en el secreto. “Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público” (Mateo 6:6).

Últimamente el Espíritu Santo me ha estado hablando acerca de este tipo de oración. En el pasado he enseñado que debido a las demandas de la vida diaria, podríamos tener un “lugar secreto de oración” en cualquier lugar: en el auto, en el bus, durante un receso en el trabajo. En cierta medida, esto es cierto.

Pero hay mucho más a todo esto. La palabra griega para “closet” en este verso quiere decir, “un cuarto privado, un lugar secreto”. Esto era claro para los oidores de Jesús pues en su cultura las casas tenían una pequeña habitación que les servia como una especie de cuarto de depósito. El mandato de Jesús fue ir a esa habitación secreta y cerrar la puerta. Este es un mandato a la oración individual y no del tipo de oración de iglesia o con un compañero de oración.

Jesús marcó el ejemplo de esto pues iba a lugares privados a orar. Vez tras vez la Escritura nos señala que Él se “apartaba” para pasar tiempo en oración. Nadie tenía una vida más ocupada, pues constantemente era presionado por las necesidades de aquellos que estaban a su alrededor, y tenía tan poco tiempo para Él mismo. Sin embargo, se nos dice, “Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba” (Marcos 1:35). “En seguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de Él a la otra ribera, entre tanto que Él despedía a la multitud. Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo” (Mateo 14:23).

Consideremos la orden que le fue dada a Saulo en Hechos. Cuando Cristo aprehendió a este perseguidor de la iglesia, Saulo no fue enviado a una iglesia a una reunión de oración o a Ananías, el gran guerrero de oración. No, Saulo debió pasar tres días sólo y apartado, orando y conociendo a Jesús.

Todos tenemos excusas porqué no oramos en el secreto, en un lugar especial solitario. Decimos que no tenemos tal lugar privado o que no tenemos tiempo para orar. Thomas Manton, un escritor puritano ejemplar, dice lo siguiente: “Decimos que no tenemos tiempo para orar en el secreto. Pero sí tenemos tiempo para todo lo demás, tiempo para comer, beber, para los hijos, pero no hay tiempo para lo que sostiene todo esto. Decimos que no tenemos privacidad, pero Jesús halló una montana, Pedro la azotea de una casa, los profetas el desierto. Si amas alguien, encontrarás un lugar para estar solos”.

David testificaba, “Antes que fuera yo humillado, descarriado andaba; mas ahora guardo tu palabra” (Salmos 119:67). El estaba reconociendo que cuando todo está tranquilo y sereno, y enfrentamos pocas pruebas, somos propensos a enfriarnos o entibiamos nuestra vida de oración. Decimos que amamos a Dios pero en los buenos tiempos podemos apostatar y rechazar comunión con el Señor. Entonces, en algunas ocasiones Dios permite que filosas flechas de aflicción toquen nuestra vida para despertarnos.

Varios piadosos padres de la iglesia se han referido a esto. Juan Calvino decía que nunca le habremos ofrecido plena obediencia al Señor hasta que no hayamos sido atraídos por las pruebas que Él permite a nuestras vidas. C.S. Lewis escribió, “Dios nos susurra en el tiempo de placer pero nos habla fuerte en nuestro dolor. La prueba es su megáfono para despertar a un mundo sordo. El dolor remueve el velo.”

Algunas veces tomamos la oración de forma muy casual. Pero en tiempos de problemas nos encontramos luchando con el Señor en oración diaria, hasta que estamos seguros que Él tiene todo bajo su control. Mientras más queremos tener esa convicción, más vamos al closet de la oración.

La verdad es que Dios nunca permite una aflicción a nuestras vidas excepto como un acto de amor. Vemos esto ilustrado en la tribu de Efraín en Israel. El pueblo había caído en gran aflicción, y habían clamado a Dios en su dolor. Y Él respondió, “Escuchando, he oído a Efraín que se lamentaba” (Jeremías 31:18).

Como David, Efraín testificaba, “Me azotaste, y fui castigado como novillo indómito; conviérteme, y seré convertido, porque tú eres Jehová mi Dios” (Jeremías 31:18). En otras palabras, “Dios tú nos estás tocando por una razón. Éramos como lo toros jóvenes e indomables, llenos energía, pero Tú nos has disciplinado para ordenarnos para tu servicio. Has puesto nuestro desierto bajo tu control.”

Usted ve que Dios tenía grandes planes para Efraín, fructíferos y satisfactorios. Pero primero debían ser enseñados y capacitados. Por ello Efraín declaró, “Porque después que me aparté tuve arrepentimiento y fui instruido” (31:19). Ellos respondieron, en efecto: “En el pasado, cuando Dios nos tenía en el aula preparándonos para su servicio, no podíamos soportar la corrección. Huíamos gritando, ‘¡Es demasiado difícil!’ Éramos obstinados, constantemente nos quitábamos el yugo que estaba sobre nuestros hombros. Luego Dios nos ponía en un yugo más ligero y utilizaba su vara amorosa para quebrar nuestra caprichosa voluntad. Mas ahora nos hemos sometido a su yugo”.

Nosotros también estamos como Efraín: jóvenes, novillos autodependientes, que no quieren que se les coloque un yugo. Evitamos la disciplina de esperar, de experimentar dolor, de estar bajo la corrección de la vara. Y esperamos tener todo ahora – victoria, bendiciones, multiplicación – por simplemente nombrar las promesas de Dios o “tomarlas por fe”. Huimos a ser entrenados en el secreto de la oración, a tener que luchar con Dios hasta que sus promesas sean cumplidas en nuestras vidas. Luego cuando viene la aflicción pensamos, “Somos el pueblo elegido de Dios, ¿porqué nos pasa esto a nosotros?”

El closet de la oración es el aula de clases. Y si no tenemos ese “tiempo de soledad” con Jesús – si hemos abandonado la intimidad con él – no estaremos preparados cuando venga la inundación.

Hay otras razones para nuestras aflicciones que van más allá de nuestro entendimiento. Sin embargo sabemos que su amor siempre nos cubre en nuestras aflicciones. Dios nos dice, “A pesar de todo tu sufrimiento, te tengo en mi mente. Eres mi precioso hijo. Siento tu dolor y tendré de ti misericordia”.

Aún más importante es saber que en nuestras peores aflicciones Él envía al Consolador, “Mas el Consolador, el Espíritu Santo…, él os recordará todo lo que yo os he dicho. La paz os dejo, mi paz os doy… (Juan 14:26-27).

¿Cómo nos trae el Señor paz en nuestra aflicción? Nos lleva al lugar secreto de intimidad con Él. Es allí que, Jesús nos recuerda, el Padre nos toca personalmente, “Cuando ores, ve a tu aposento y cierra la puerta. Ora a tu Padre que te ve en lo secreto. Y Él te recompensará públicamente” (Mateo 6:6, mi parafraseo).

Recientemente, un querido amigo – el obispo de un movimiento Pentecostal en Hungría – murió trágicamente en un accidente. El horno de su casa se prendió en fuego y él sufrió graves quemaduras. Fue tratado y se pensó que estaría bien, pero unos días después murió repentinamente por unos coágulos sanguíneos que se habían formado.

Amigos alrededor de todo el mundo están apoyando y orando por su viuda. Pero el verdadero consuelo para ella solo puede venir de lo alto. No hay psicólogo que pueda ayudarla en el momento de su dolor. El Consolador es fiel para encontrarse con ella en el lugar secreto de la oración.

Conozco a un precioso ministro y su esposa que lideran un orfanato en Centro América. Hace unos años atrás tomaron a un bebé que estaba casi sordo. Ese precioso niño se convirtió en el “príncipe amado” del orfanato. Recientemente, en un terrible accidente, un auto giró abruptamente y atropelló al niño matándolo instantáneamente.

Esta pareja está desesperada por esta pérdida. Los otros niños en el orfanato que vieron el accidente lloran inconsolablemente. ¿Qué se les puede decir que pueda tocar su profundo dolor? Luego de cincuenta años de ministerio puedo decir que nada puede tocar ese lugar de profundo dolor. Ellos tienen brazos dispuestos a abrazarlos pero el verdadero consuelo viene del Padre que ve su dolor en secreto.

Soy conciente que no puedo apoyar a los cientos de creyentes que nos escriben en su dolor. Recibimos una carta de una esposa de pastor embarazada. Ella acaba de descubrir que su esposo es un pedófilo. Ella escribe: “No sé qué hacer. Creo que debo divorciarme de mi marido. No quisiera que manosee a nuestro hijo”.

Hay una sola cosa que cada hermano o hermana heridos pueden hacer: Llévenselo a Jesús, enciérrense con Él, y encuentren consuelo en su presencia. El Señor dice, “Porque satisfaré al alma cansada, y saciaré a toda alma entristecida” (Jeremías 31:25). ¿Cómo hace Dios esto? El los encuentra en el lugar secreto: “El que habita al abrigo del Altísimo, morará bajo la sombra del Omnipotente” (Salmos 91:1).

¿Ve ahora usted la importancia de preparar el corazón para orar en el lugar secreto? No es acerca de legalismo u obligación pero nace del amor. Es acerca de la bondad de Dios a nosotros. Él ve lo que está delante de nosotros y sabe que necesitamos tremendos recursos y diaria renovación. Todo esto se encuentra en el lugar secreto de la oración con Él.

Quizá piense usted que no sabe orar. Pero puede comenzar por simplemente alabarlo. Lo que importa es que llegue a ese lugar por fe y por amor en obediencia y su Padre le verá allí. Él le revelará su amor en secreto, y lo recompensará públicamente con el fruto de su reino. El Espíritu Santo intercederá por Ud. y le enseñará cómo orar.

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