El Compromiso de Dios con tu Victoria
Pedro predicó un mensaje poderoso al pueblo en Jerusalén y sus corazones se conmovieron cuando escucharon la Palabra de Dios y reconocieron su pecado. Pedro les instruyó: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38)
¿Qué significa arrepentirse? El verdadero arrepentimiento resulta en dolor, remordimiento y pesar por el pecado. Sólo el sacrificio de la sangre de Cristo puede perdonar. Pero el arrepentimiento es la única forma de conocer la verdadera sanidad y el regocijo. No hay otra forma de entrar en la paz y el reposo de Cristo. Pablo escribió a los corintios sobre el fruto del arrepentimiento:
“La tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte. Porque he aquí, esto mismo de que hayáis sido contristados según Dios, ¡qué solicitud produjo en vosotros, qué defensa, qué indignación, qué temor!” (2 Corintios 7:10-11).
El arrepentimiento y la confianza en la sangre redentora de Cristo resultan en la remisión total del pecado; y eso significa perdón y libertad del poder del pecado. La compasión humana por sí sola no puede convertir el alma de nadie. Ésta llega sólo a la carne, incapaz de tocar las profundidades del alma. Esta verdad está en el centro mismo del evangelio. Verás, el arrepentimiento conduce al perdón; y el perdón debe conducir al reposo y al regocijo.
La carga del pecado, los recuerdos y fantasmas de pecados pasados, no debe llevarse más allá de la cruz. Todo el duelo por los pecados pasados, toda la humillación autoimpuesta, debe ser arrojada a la fuente limpiadora de la sangre de Cristo. Finalmente, llega un momento en que todos los que siguen a Jesús deben oírlo decir: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28).
Si estás luchando contra un pecado acosador, una fortaleza de Satanás, considera estas cuatro cosas:
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Asegúrate de creer que el Señor todavía te ama. Todavía estás bajo su gracia y misericordia.
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Arrepiéntete, pidiéndole al Señor que produzca en ti una tristeza según Dios.
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Recibe el amor de Dios y descansa en su promesa de perdonarte.
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Cree su palabra del Nuevo Pacto para ti: “Seré misericordioso contigo y perdonaré todos tus pecados. Y obraré en tu vida, aquello que más me agrada”
Dios te ha enviado el Espíritu Santo, que sabe cómo lidiar con el enemigo y liberarte de toda esclavitud. Él es la voz suave y apacible que te guiará y te dará poder en todas tus batallas.