EL ENEMIGO EN TODOS LOS LADOS
Satanás está engañando a muchos en el Cuerpo de Cristo, causando desesperación y confusión; y no está siendo desafiado en la casa de Dios. ¿Por qué es eso? Demasiados sermones hoy se enfocan en satisfacer las necesidades de las personas en lugar de vivir una vida victoriosa en Cristo. Los predicadores ofrecen planes instructivos para simplemente arreglárselas y descuidan totalmente la posición celestial que se nos ha dado en Cristo. La verdad es que este mundo siempre ha tenido problemas, lo que significa que el pueblo de Dios siempre ha enfrentado a un enemigo que ataca desde todos los lados. Las circunstancias cambian, pero el diablo sigue siendo el mismo.
El Cuerpo de Cristo necesita “un gran despertar” ... una revelación e iluminación. Pablo habla de esto: “Para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza” (Efesios 1:17-19).
Pablo les estaba diciendo a los efesios: “Oro para que Dios les dé una nueva revelación y abra sus ojos al llamado que les ha dado. Y también le estoy pidiendo que les dé un nuevo entendimiento acerca de su herencia, las riquezas en Cristo que les pertenecen. Dios quiere desatar un gran poder en ustedes, el mismo poder que estaba en Jesús”.
Según Pablo, “la operación del poder de su fuerza [de Dios], la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales” es la misma “supereminente grandeza de su poder” que tenemos los que creemos (ver Efesios 1:19-20).
Amados, esta vida de poder no es una fantasía o alguna ilusión teológica. Es una provisión que nos ha sido posible a través de la cruz de Cristo, y tu “despertar” personal llega el día en que miras tu vida, lo miras a él y clamas: “Jesús, acepto lo que has hecho por mí y declaro mi lugar en ti”.