EL ESPÍRITU DE DIOS NUNCA SE AGOTA
Si vivimos por fe, no temeremos por el futuro de la iglesia de Dios. “Sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:18). Esta promesa de Jesús ha fortalecido la fe de generaciones y está destinada a sostenernos ahora en esta generación.
Timoteo advirtió: “En los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe” (1 Timoteo 4:1). En tiempos peligrosos como el nuestro, nuestros líderes se levantarán y “tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella” (2 Timoteo 3:5). Bajo la influencia de estos falsos líderes, muchos creyentes se tornarán fríos o tibios y otros perderán su fe por completo y se alejarán de Cristo.
Sin embargo, según Joel, Dios derramará su Espíritu al mismo tiempo: “Derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días” (Joel 2:28-29).
El salmista escribe: “Envías tu Espíritu… y renuevas la faz de la tierra” (Salmos 104:30). El Espíritu de Dios nunca se ha agotado; Él puede derramar cuanto le plazca. En medio de tiempos calamitosos, habrá una gran cosecha. Los que inconversos se volverán a los creyentes y clamarán: “Dios está claramente contigo. Dime, ¿cómo puedo conocer esta paz?”. Nuestro Dios conoce el nombre y la dirección de cada persona orgullosa y perdida, y él se extiende con un amor misericordioso a cada una.
Te animo, como creyente, a dejar que Dios exprese sus promesas para que otros vean tu testimonio y se sientan atraídos hacia él. Confía en la Palabra fiel de Dios: “Torre fuerte es el nombre de Jehová; a él correrá el justo, y será levantado” (Proverbios 18:10).