EL HOMBRE INTERIOR

David Wilkerson

Pablo se refiere a nuestro hombre interior (ver Romanos 7:22). A la iglesia de los corintios, les dijo: “el interior no obstante se renueva de día en día” (2 Corintios 4:16). Ciertamente, existen dos personalidades tales, en todos nosotros. Esta el hombre exterior y el hombre interior, el hombre escondido. El hombre exterior está siempre expuesto ante todos, pero el hombre escondido es conocido sólo por Dios. Este hombre interior no se muestra visiblemente. Él reside donde nadie más puede ver la obra que toma lugar en él. Y el Espíritu Santo está constantemente obrando en él, fortaleciéndolo y preparándolo para recibir la verdadera autoridad espiritual.

Pedro ilustra esta dualidad en nosotros dándonos el ejemplo de cierta mujer. Esta mujer es engalanada con adornos finos, llevando la última moda en peinados y toda clase de joyas, anillos, pulseras y cadenas. Ella es un ejemplo viviente de la carne que atrae a la carne.

“Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios” (1 Pedro 3:3-4).

Es claro que Pedro habla aquí de la iglesia descarriada. Esta iglesia opera en la carne, basando todo en apariencias externas. No tiene santidad interior y por lo tanto ninguna autoridad verdadera. Trágicamente, muchos cristianos son atraídos a esta clase de iglesia. Son impresionados por los servicios llamativos que no poseen nada de la verdadera gloria de Dios.

Por favor no me malinterpretes: Pedro no le pide a ninguna mujer cristiana que arroje su juego de maquillajes. Más bien, lo que él está diciendo es: “Si tú quieres operar en autoridad espiritual, entonces deja de tratar de impresionar a los demás por tu apariencia o tus acciones. En cambio, enfócate en el hombre escondido. Esa es la única manera de obtener la autoridad de Cristo”.