EL IMPACTO DE LOS SIERVOS FIELES
Juan el Bautista fue llamado a preparar el camino para Jesús. Él no tomó a una persona individual y le dijo que tenía que dejar de hacer una cosa y empezar a hacer otra cosa. No, él proclamó que Jesús vendría por un pueblo comprometido con la causa de Cristo, un pueblo que se rendiría absolutamente a él.
El Señor habló a Zacarías con respecto a Juan: “E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto” (Lucas 1:17).
Jesús venía por un pueblo dispuesto, preparado, no un edificio, un programa o incluso un movimiento. Dios quiere un cuerpo de creyentes que esté verdaderamente dedicado a las cosas que nos unen: siervos fieles que estén llenos del Espíritu Santo y del poder de Elías.
Leemos de nuevo de Elías en Santiago: “Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto” (Santiago 5:17-18).
La Palabra de Dios dice que Elías era un hombre como nosotros, pero hizo cosas que estaban fuera de lo ordinario. Pero leemos más adelante en Santiago: “Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados” (5:19-20).
Tener fe para detener la lluvia u orar para que llueva, como lo hizo Elías, es poderoso, por cierto. Pero salvar a alguien de la muerte es aún más maravilloso y, según Santiago, Jesús ha dado a todos, a ti y a mí, los que andamos con él, el poder y la autoridad para hacer precisamente eso.