El Llamado Celestial
Tus mejores días están por venir siguiendo el propósito de Dios para tu vida
“Y he aquí una mano me tocó, e hizo que me pusiese sobre mis rodillas y sobre las palmas de mis manos” (Daniel 10:10).
Hice de esto un estudio para entender por qué y cómo es que Dios pone su mano en ciertas personas. ¿Por qué el Señor unge a hombres y mujeres en particular con su toque? ¿Por qué hay algunos que tienen una increíble urgencia por orar y buscar a Dios, mientras otros en el mismo ambiente espiritual van en su propio camino, viviendo una vida sencilla, de complacencias, o incluso con compromisos con la carne?
En el contexto que aparece este verso, Daniel no es un hombre joven. Es un hombre sazonado por Dios quien no tiene las ambiciones del joven. Por años, él ha estado orando 3 veces al día, y ha vivido separado de la cultura corruptible de los pobladores de Babilonia.
Aun así, Daniel ha venido a un punto en su vida donde solo una cosa importa: a él no le importaba ser famoso o reconocido. Él había probado la autoridad y el poder, siendo elevado a la posición más prominente en el gobierno Babilónico. Pero esa clase de posición no era lo que el anhelaba o deseaba.
Para Daniel, todo decantó a un solo deseo en la vida: hablar por Dios.
Su único anhelo era escuchar la palabra del Señor, para ser movido a arrodillarse y ser tocado por la mano de Dios. El deseaba tener un oído atento para escuchar lo que el Espíritu de Dios estaba hablando a esa generación.
Tú debes entender el sacrificio que era esto para Daniel porque él era un hombre sumamente ocupado. Él era el tercer hombre más poderoso en el reino de Babilonia, y la escritura dice que él estaba a cargo de todos los negocios del reino. Aun así, con todas esas responsabilidades, Daniel era un hombre dado completamente a la palabra de Dios.
He probado muchos de los honores que el hombre puede tener. He pasado también por muchos lamentos, tribulaciones, pruebas, tropiezos, tentaciones y un increíble dolor. Y puedo testificar que después de todo esto, viene un punto en tu vida cuando Dios quiere tomar ventaja de tu “sazonamiento.” Él está buscando una voz para hablar a la generación de tu tiempo en particular. Y eso es lo que creo que hizo con Daniel aquí.
Daniel estaba estudiando el libro de Jeremías cuando el Espíritu Santo le mostró que el tiempo de la liberación para su pueblo había llegado. El periodo de los 70 años que habían sido profetizados ya habían expirado. Aun así, aunque el tiempo de Israel para ser liberado había llegado, no iba a suceder hasta que Dios encontrara al hombre a través de quien él hablaría.
Así que Dios vino a este hombre quebrantado, Daniel, quien se había dedicado a la oración, y le dijo, en esencia, “Voy a pedirte algo más de ti, Daniel. Quiero tocarte de nuevo. Yo necesito tener una voz que hable a esta generación para cumplir mi propósito. Mi gente ha caído bajo la maldición de Babilonia, y solo hay un remanente que se mantiene fiel a mí. Aun así, ese remanente es incapaz de moverse. No puedo cumplir mi propósito hasta que una voz despierte a mi gente.”
No se equivoquen: Daniel había estado en sus rodillas por años cuando Dios lo tocó una vez más.
Daniel declaró, “Y he aquí una mano me tocó, e hizo que me pusiese sobre mis rodillas y sobre las palmas de mis manos” (Daniel 10:10).
El está hablando de ser tomado por el Espíritu Santo de Dios. Aquí está cómo Daniel respondió y lo que sucedió después:
“En aquellos días yo Daniel estuve afligido por espacio de tres semanas. No comí manjar delicado, ni entró en mi boca carne ni vino, ni me ungí con ungüento, hasta que se cumplieron las tres semanas. Y el día veinticuatro del mes primero…Y alcé mis ojos y miré, y he aquí un varón vestido de lino, y ceñidos sus lomos de oro de Ufaz!
“Su cuerpo era como de berilo, y su rostro parecía un relámpago, y sus ojos como antorchas de fuego, y sus brazos y sus pies como de color de bronce bruñido, y el sonido de sus palabras como el estruendo de una multitud. Quedé, pues, yo solo, y vi esta gran visión, y no quedó fuerza en mí, antes mi fuerza se cambió en desfallecimiento, y no tuve vigor alguno. Pero oí el sonido de sus palabras; y al oír el sonido de sus palabras, caí sobre mi rostro en un profundo sueño, con mi rostro en tierra” (Daniel 10:2-6, 8-9).
Esta misma visión fue dada a Juan en la Isla de Patmos. Es una visión del mismo Cristo, quien aparece en luz como relámpago y con una voz como trueno. Y su efecto es impresionante, despertando completamente a una persona en espíritu.
Cuando Dios me llamó por primera vez a la ciudad de Nueva York, tuve un despertar en el espíritu y caí rendido sobre mi rostro ante Dios. Al tiempo, mi esposa, Gwen, y yo estábamos comiendo al aire libre con algunos amigos en el patio delantero de la casa, en una pequeña ciudad campirana en Pensylvania. Estuve orando por meses, buscando al Señor. Y de pronto, en medio de esa pequeña reunión, sentí el Espíritu Santo de Dios en mí.
Caí rendido sobre mi rostro en ese momento en el patio, y a la voz de Dios empezó a hablar a mi corazón. Mi esposa y amigos solo observaron que estaba tendido en el piso, y después de un momento, todos entraron a la casa. Todos mis amigos eran personas creyentes, pero simplemente ellos no sabían lo que Dios estaba haciendo en mi corazón.
Esta clase de experiencia le sucedió a Nehemías en el antiguo Testamento. Un hombre de Dios, le pidió a su hermano traer noticias acerca de qué estaba pasando en Jerusalén. El reporte vino así: “La ciudad está en ruinas. Las puertas han caído, las paredes están abajo, y hay una apostasía entre la gente.” La escritura dice que Nehemías lloró por días después de escuchar de las ruinas de la casa de Dios. El pasó por la experiencia de como yo estaba en mi jardín ese día, quebrantado en frente de otros que no me podían entender.
Es algo increíble cuando Dios toma a un hombre o mujer sazonado por Dios, le habla a esa persona, y toca su vida.
Yo era un hombre joven en el tiempo cuando Dios me tocó, solo 28 años. Pero fui tocado y llamado por el Señor años antes, cuando apenas era un adolescente. Y ahora en esta segunda ocasión que me tocó el Señor, causó nuevo un despertar espiritual a las cosas de Dios.
Todo esto sucedió en el tiempo cuando yo me había cansado de pasar por tantos movimientos. Había estado pastoreando una pequeña iglesia Pentecostal, y estaba llegando a un punto de frustración. Y oraba: “Señor, si esto es todo lo que hay en Pentecostés, todo lo que hay de tu Espíritu, con solo personas yendo a la iglesia y yendo a casa sin ser transformados por ti, entonces algo debe de cambiar. Por favor, Señor, muéstrame que es lo que necesitas de mí. Toma el control de mi vida para tu propósito.”
Escribí sobre esta experiencia en mi libro, La cruz y el puñal. Cada día yo estaba estudiando la Palabra de Dios y después pasaba una hora completa en oración. Pero no había ningún quebrantamiento en mí, ningún fuego. Finalmente, el Espíritu Santo me hablo, diciendo: “Quiero hablar contigo, David. Pero tú vas a orar diligentemente y buscarás mi rostro. Si tu realmente quieres escuchar de mí, te va a costar algo.”
Quizás conozcas la historia hasta este punto. Dios me llamó para ir a la ciudad de Nueva York para testificarles a algunos jóvenes involucrados en el asesinato de un joven con polio. Ese fue el inicio del ministerio que ha florecido hasta este día. Esto inició con un miembro de una pandilla que me guio a otro miembro y después a otras pandillas. Esto, me guió, a encontrar a jóvenes adictos a la droga y alcohol, todos desilusionados con la vida y en consecuencia, sin un propósito. El espíritu de Cristo cambió multitudes de esos jóvenes, y hoy el ministerio Teen Challenge que hoy tiene más de 1,400 centros de rehabilitación de drogas establecidos alrededor del mundo.
Yo era un evangelista sazonado cuando el Señor me sacudió a mí de nuevo para buscarlo de nuevo.
A mediados de los 1980s, yo estaba viviendo en Texas y viajando como evangelista, fui movido a buscar al Señor por medio de la oración. No tenía idea de la razón por la cual el Espíritu Santo me estaba sacudiendo en ese momento. Entonces, después de pasar semanas en oración, el Espíritu Santo me habló y dijo: “Tengo un nuevo trabajo para ti, David. Estas bien sazonado para este trabajo al cual te he llamado. Pero tú vas a tener que buscarme con mucha diligencia, de una manera que jamás has conocido.”
Unos meses después de eso, yo estaba caminando por las calles de la ciudad de Nueva York muy tarde por la noche cuando llegué a una esquina famosa la calle 42 cruz con Broadway. El lugar estaba plagado de vendedores de drogas, y sucedió que era la misma semana cuando el joven prometedor jugador de baloncesto, Len Bias, había muerto de una sobredosis de cocaína. Algunos de los vendedores esa noche estaban gritando: “¡Yo tengo algo del producto que mató a Len Bias!”
Yo estaba pasmado. Ellos estaban vendiendo la muerte como un viaje final. Yo empecé a orar: “Oh Dios, esta es una sociedad en caos. Levanta una iglesia aquí en Time Square, a la mitad de este infierno. Si tu llamaras a un joven predicador aquí, yo levantaré una ofrenda para ayudarlo.”
Fue ahí donde el Espíritu Santo habló al corazón: “Tú conoces esta ciudad, David. Tu hazlo. Tu levanta una iglesia aquí.” Yo era de 58 años de edad en ese tiempo, y yo pensaba mientras oraba, “Señor, yo estoy muy viejo para hacer eso.” Pero el Espíritu Santo siguió quebrantando mi corazón por la ciudad. En otro viaje a Nueva York, el Espíritu Santo me susurró:
“David, yo voy a darte un teatro en pleno Nueva York, la ciudad que todo el mundo conoce, y voy a llenarlo con gente. Yo tengo un remanente aquí en Nueva York, y ellos están hambrientos por el mensaje que te he dado para predicar. Si tu continúas buscándome diligentemente, me verás hacer una obra que te quitará el aliento.”
Ya sea que seas un ministro o un cristiano detenido, no importa cuánto tiempo has servido al Señor: quizás tus mejores días están por llegar.
En mis 70s, después de otra temporada de oración diligente, el Señor me llamó para hacer otro trabajo. Empecé a viajar alrededor del mundo con mi hijo mayor, Gary, ministrando los pastores de naciones desarrolladas o en pobreza.
Tómenlo de mi experiencia: Tus mejores días de siervo del Señor quizás están delante ti. Has sido bien sazonado y Dios escucha tus oraciones tan claras como el hizo cuando por primera vez le lloraste por tu salvación. Aun así, si tú quieres que el llene tus días con su toque fresco, tú puedes estar seguro que te costará algo. Dios no unge así nada más. Y él no te ungirá si no estás intensamente dispuesto a ir a su presencia.
Nunca en nuestra historia esta nación ha necesitado tanto escuchar la voz de Dios más que ahora. Nunca el Señor ha necesitado hombres y mujeres quebrantadas que lo busquen más que ahora. Los invito, sin importar tu edad, sin importar que tanto has servido a Jesús: entregate a la oración, para buscar al Señor para cualquier propósito que él tenga en este tiempo. Ora como lo hago yo: “Dios, úsame una vez más. Tócame, llévame a poner mi rostro en el suelo, ponme en mis rodillas, y permíteme escuchar tu voz instruyéndome. Después úsame como te parezca. Lo deseo, de todo corazón, Señor. Te lo pido en el nombre de Cristo.” Amen.