El Llamado y la Comisión de Sansón
Todo el mundo conoce a Sansón en el Libro de los Jueces por sus hazañas de fuerza, pero he notado algunas cosas sobre Sansón que solemos pasar por alto.
Toda su vida, desde el vientre hasta la tumba, debía estar comprometida con Cristo, con Dios y su servicio. No debía cortarse el pelo; no debía beber nada alcohólico; no debía tocar ningún cadáver. Estas eran señales de una separación, una santidad. Él no sólo recibió un llamado, sino que Jueces 13:5 nos da un vistazo al propósito de su vida.
“Pues he aquí que concebirás y darás a luz un hijo; y navaja no pasará sobre su cabeza, porque el niño será nazareo a Dios desde su nacimiento, y él comenzará a salvar a Israel de mano de los filisteo” (Jueces 13:5).
Sansón crecería y comenzaría a liberar al pueblo de Dios de las manos de sus enemigos. ¡Qué maravillosa promesa! Él recibió un llamado y una comisión directamente de Dios; y yo creo que eso es muy importante.
Muchos de nosotros hoy pensamos: “Yo soy tan sólo una persona normal sin virtudes o habilidades especiales. Tengo que preguntarme cuál es mi propósito en la vida". Muchas personas pasan por la vida sin darse cuenta de que, en las Escrituras, todos los que Dios ha apartado para sí y destinados a la salvación nacen con un llamado de Dios en sus vidas.
Pablo escribe: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2:10). Debemos hacer la obra que Dios nos ha puesto para hacer en la tierra; y la importancia de esto se enfatiza en otra de las cartas de Pablo. “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (2 Corintios 5:10).
Tienes un llamamiento santo. ¿Sabes qué es eso?
Si tu respuesta es: "No, no lo sé", te recomiendo encarecidamente que le pidas al Señor que te lo muestre. Todos tenemos un llamamiento y una comisión similares a las de Sansón. No importa cuál sea tu edad, sexo, ingresos, nivel de educación o ubicación. A todos se nos ha encomendado salvar vidas de las manos del enemigo. ¡Nuestras vidas no deben ser vividas por nosotros mismos!