EL LUGAR ESTABA TAN CALLADO

David Wilkerson

Hace años fui invitado a hablar en la Universidad de Yale. A mi llegada, me advirtieron que un grupo de manifestantes en la audiencia estaba listo para interrumpirme con antelación. Cuando subí al podio, vi a algunos de los manifestantes que sostenían letreros.

Mi mensaje aquella noche fue: "EL INFIERNO: CÓMO ES Y QUIEN IRÁ ALLÁ”. Yo prediqué exactamente lo que Jesús dijo: “Allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mateo 13:50). Mientras hablaba, había un silencio total en el auditorio y la atmósfera se hacía más pesada por la convicción de pecado. Después, todos salieron del auditorio con un silencio pasmado.

Nunca olvidaré ese servicio. Había un verdadero temor de Dios en ese lugar, un asombro reverencial, incluso entre los más resistentes al evangelio. Un conocido escritor de The New York Times cubrió el evento y más tarde me dijo: “El lugar estaba tan callado que mi pluma sonaba fuerte”.

Mientras caminaba por el vestíbulo después del evento, algunos de los manifestantes seguían allí con sus carteles. Cuando me vieron, voltearon. No tenían ninguna explicación para la majestad y la santidad de Dios que acababan de encontrar.

Les digo que esos días de temor piadoso han desaparecido hace tiempo. Hoy Satanás ha desatado un evangelio de conveniencia. Ahora hay anuncios pagados en los autobuses de la ciudad de Nueva York que dicen: “¡No hay Dios, pásalo bien!” En los autobuses de Londres, carteles similares dicen: “¡No hay Dios, hagamos fiesta!”

¿Por qué persisten tales referencias a Dios en el tiempo? Es porque la humanidad nunca ha sido capaz de sacudirse completamente del temor a las consecuencias del pecado. El mundo está atormentado por la realidad de un Día del Juicio, un tiempo final de rendición de cuentas y un infierno literal. El Espíritu Santo ha sido fiel en advertir a todas las generaciones, no importa lo caídas que estén. ¡Y Él está hablando ahora mismo!