El ministerio de contemplar su rostro

Cada cristiano es llamado a este ministerio. La Biblia lo hace claro: Pablo escribe: “…teniendo nosotros este ministerio.” (2 de Corintios 4:1).

Todavía el concepto de ministerio en la mayoría de los cristianos hoy no es muy bíblico. A menudo vemos el ministerio como algo que sólo es practicado por predicadores ordenados o misioneros. Nosotros pensamos que losministros son graduados de seminarios que casan y entierran gente, edifican iglesias, dirigen reuniones de adoración y enseñan doctrina. Nosotros los vemos como médicos espirituales que deben sanar las heridas de los enfermos y dolidos.

Dios no juzga el ministerio de la misma forma que nosotros. La mayoría de nosotros juzgamos ministerio por su magnitud o eficacia, por el número de buenas obras que son cumplidas. Pero a los ojos de Dios, el asunto no es cuán efectivo sea el ministerio, o cuán grande llegue a ser la iglesia, o cuántas personas son alcanzadas.

Por supuesto, que muchos líderes en la iglesia han hecho cosas increíbles en sus ministerios. Hombres y mujeres con talento han construido mega iglesias, han levantado instituciones y escuelas, y han alcanzado multitudes con el evangelio. Sin embargo, algunas de estas personas altamente talentosas siguieron adelante en sus ministerios con corazones negros. Adúlteros, fornicadores, borrachos, homosexuales—todos han usado sus talentos e inteligencia para alcanzar muchas cosas en la iglesia.

Doy gracias a Dios por cada ministro recto que ha edificado y establecido un ministerio a través de obras piadosas. De cubierta a cubierta, la Biblia nos llama a ministrar a las heridas y necesidades de la humanidad. Pero el problema es, la mayoría de los cristianos ven el ministerio como algo que hacemos, un trabajo que debemos emprender—y no como algo que somos, o debemos ser.

Pablo habla de cierto ministerio al cual cada cristiano está llamado. Este ministerio no requiere dones o talentos en particular. Más bien, deber ser tomado por todo aquel que ha nacido de nuevo, tanto ministros reconocidos como laicos. De hecho, este ministerio es el primer llamado de cada creyente. Todos los demás esfuerzos deben fluir con él. Ningún ministerio puede ser agradable a Dios a menos que nazca de este llamamiento.

Estoy hablando acerca del ministerio de contemplar el rostro de Cristo. Pablo dice: “Nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor.” (2 de Corintios 3:18).

¿Qué significa contemplar la gloria del Señor? Pablo aquí está hablando de adoración afectuosa y concentrada. Es tiempo dado a Dios simplemente para contemplarlo a él. Y el apóstol rápidamente añade: “Por lo cual, teniendo nosotros este ministerio.” (4:1). Pablo aclara que contemplar el rostro de Cristo es un ministerio al cual todos debemos dedicarnos.

La palabra griega para “mirando” en este versículo es una expresión muy fuerte. No sólo indica dar una mirada, sino “mirar fijamente.” Significa decidir: “No me moveré de esta posición. Antes que haga cualquier otra cosa, antes que trate de hacer una cosa mas, debo estar en la presencia de Dios.”

Muchos cristianos malinterpretan la frase “mirando… como en un espejo” (3:18). Ellos piensan en un espejo, con el rostro de Jesús reflejándose a ellos. Pero eso no es lo que Pablo quiere decir aquí. Él esta hablando de una mirada intensamente fija, como si estuviera forzando la mirada para ver algo a través de un espejo, tratando de verlo más claramente. Debemos “fijar nuestros ojos” de esta manera, determinados a ver la gloria de Dios en el rostro de Cristo. Debemos encerrarnos en el lugar Santísimo, con una sola obsesión: para mirar intensamente, y tener comunión con tal devoción, que seamos cambiados.

¿Qué sucede mientras un creyente contempla el rostro de Cristo? Pablo escribe: “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.” (2 Corintios 3:18).

La palabra griega para “transformado” aquí es “metamorfosis” la cual significa cambiado, transfigurado. Todo aquel que va al Lugar Santísimo a menudo y pone su mirada fija en Cristo está siendo transformado. Una transformación está tomando lugar. Esa persona está siendo continuamente cambiada a la semejanza y carácter de Jesús.

Quizás vas a menudo a la presencia del Señor. Pero puede ser que no sientas que estás cambiando mientras pasas tiempo encerrado con él. Te digo, puedes saber que una metamorfosis está tomando lugar. Con toda seguridad, algo está sucediendo, porque nadie puede estar contemplando continuamente la gloria de Cristo sin ser transformado.

Nota la última frase en la declaración de Pablo: “Nosotros todos,… somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.” (3:18 cursivas mías). El Espíritu Santo hace la obra de transfigurarnos. Ahora nota el versículo anterior a este: “Porque el Señor es el Espíritu; y donde esta el Espíritu del Señor, allí hay libertad.” (3:17).

Lo primero que vemos cuando estamos contemplando al Señor es cuán poco nos parecemos a Cristo. No importa cuán justos o rectos creamos que somos. El Espíritu nos muestra cuán cortos de la gloria de Dios quedamos, cuán autosuficientes somos, cuánto luchamos en la carne.

Sin embargo, mientras nos sentamos a contemplar a Cristo, comienza una obra espontánea. Vemos que él ha logrado toda la rectitud para nosotros. Y nunca tenemos que luchar o sudar o rogar para ser santos. Ciertamente, estamos siendo cambiados—no por algo que hagamos, sino por la obra del Espíritu. El Espíritu Santo ha comenzado en nosotros el glorioso proceso de transfiguración.

Ahora todo es cumplido “por el pacto, por su Espíritu.” Nuestra parte es simplemente ir a menudo a su presencia, fijar nuestra mirada en él y permanecer en su presencia. Y debemos poner nuestra confianza en él como autor y consumador de nuestra fe. A través de su Espíritu, él nos cambiara continuamente a la misma semejanza de Cristo.

Muchos cristianos profesan estar llenos con el Espíritu Santo. Pero yo creo que existe una prueba que demuestra si el Espíritu Santo está gobernando nuestra vida. La prueba es ésta: habrá un aumento progresivo del carácter de Cristo en ti.

Si el Espíritu está en pleno control, este aumento no saldrá a borbotones. No tendrás contratiempos ni te retirarás de su presencia. En vez de eso, verás un aumento continuo de cambio. Y el aumento no sólo vendrá de crisis o pruebas. Estará sucediendo todo el tiempo porque los cambios obrados por el Espíritu de Dios son continuos. No hay tal cosa como crecimiento estancado en la obra del Espíritu.

Aun así, la transfiguración viene primordialmente a través de pruebas y sufrimientos. Pablo dice: “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros,” (2 Corintios 4:7). Puedes preguntarte: ¿Cómo pueden nuestros vasos frágiles contener y cada vez más manifestemos la gloria del carácter Cristo? ¿Especialmente, cuando estamos bajo fuego?”

Nosotros no podemos saber como el Espíritu nos cambia. No sabemos cuales métodos el decide usar en nuestras vidas. Pero podemos saber esto: cada penuria y sufrimiento es para obrar el cambio.

Cuando Gwen y yo supimos del cáncer cerebral de nuestra nieta Tiffany, pensamos que nuestra hija Debbie seria un frágil vaso de barro. Pensamos: “¿Cómo podrá ella soportar esto? Ella es tan delicada.” Pero Debbie fue una roca a través de todo. Todos en nuestra familia vimos el poder de Dios manifestado en ella.

¿Dónde encontró Debbie su fortaleza? Hacia meses que ella estaba contemplando el rostro de Jesús a través de los escritos piadosos de Madame Guyon y Amy Carmichael. Debbie me había dicho cuando comenzó a leerlos: “Papa, sólo quiero conocer más a Jesús.”

Ella había pasado esos meses encerrada con el Señor, contemplándolo. Y el Espíritu Santo había obrado un cambio que deslumbró al mundo. Él la había transfigurado. Todos vimos esa misma fortaleza en su esposo, Roger. Su fe, confianza y descanso en Jesús fue un poderoso ministerio en medio de su peor prueba.

Nadie en la tierra te puede colocar en ministerio. Puede que recibas un diploma por un seminario, ser ordenado por un obispo, o comisionado por una denominación. Pero Pablo revela la única fuente de cualquier llamado a ministerio verdadero: “Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio.” (1 Timoteo 1:12).

¿Qué quiere decir Pablo aquí, cuando dice que Jesús lo capacitó y lo tuvo por fiel? Da marcha atrás y recuerda la conversión del apóstol. Tres días después de ese evento, Cristo puso a Pablo en el ministerio—específicamente, el ministerio de sufrimiento: “porque yo le mostraré cuanto le es necesario padecer por mi nombre.” (Hechos 9:16).

Este es el mismo ministerio al cual Pablo se refiere cuando dice: “Por lo cual, teniendo nosotros este ministerio…” (2 Corintios 4:1). El sigue, añadiendo: “…según la misericordia que hemos recibido, no desmayamos.” Él está hablando del ministerio del sufrimiento. Y él aclara que es un ministerio que todos tenemos.

Pablo nos está diciendo que Jesús le hizo una promesa para este ministerio. Cristo se comprometió a permanecer fiel a él y a capacitarlo a través de todas sus pruebas. La palabra griega para “habilitar” significa suministro continuo de fortaleza. Pablo declara: “Jesús prometió darme fortaleza mas que suficiente para el viaje. Él nos habilita para que permanezcamos fieles en este ministerio. A causa de él, no desmayaré ni me daré por vencido. Saldré con un testimonio.”

Permíteme preguntarte: ¿Qué vio Pablo como su primer llamado en ministerio? ¿Fueron predicaciones persuasivas? ¿Su enseñanza profunda? No. Por admisión propia, Pablo no era un orador elocuente. Él dijo que predicaba a través de la debilidad, en temblor y temor. Hasta Pedro dijo que Pablo decía cosas difíciles de entender (ver 2 Pedro 3:15-16).

Todavía aun, por este tiempo, Pablo ya había echado a un lado todo su entrenamiento mundano y su sabiduría terrenal. Él sabia que su ministerio no estaba en predicar ni sanar a los enfermos ni su genialidad humana. El ministerio de Pablo era el eclipsar de Cristo en su vida, que era producido en él a través de grandes sufrimientos. El gran apóstol impactó en su tiempo increíblemente y aun impacta hasta nuestra generación, por la forma como reaccionaba a sus pruebas.

Pablo hablaba a menudo de “Cristo en mí.” Por esto él quería decir: “Ustedes ven a un ser humano ante ustedes. Pero Dios me ha llevado por grandes pruebas y esos sufrimientos han producido en mi el carácter de Cristo. Eso es lo que ustedes ven brillando de mí. Solo el fiel capacitador puede producir esto en cualquier vida. Solo él puede darle a sus siervos una canción y un testimonio en medio de cada prueba.”

Aquí está como Pablo resume su ministerio: "Estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; derribados, pero no destruidos;; llevando en el cuero siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos.” (2 Corintios 4:8-10).

Pablo no era sobrehumano. Él conocía de primera mano el significado de la desesperación. Él enfrento tiempos difíciles que nunca pensó que sobreviviría. EÉl testifica: “Porque hermanos, no queremos que ignoréis acerca de nuestra tribulación que nos sobrevino en Asia; pues fuimos abrumados sobremanera mas allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de conservar la vida. Pero tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos; el cual nos libró, y nos libra, y en quien esperamos que aún nos librará,…” (2 Corintios 1:8-10).

¿Puedes entender lo que Pablo está diciendo? Él nos está diciendo: “Fuimos presionados más allá de toda fuerza humana. Y podíamos entenderlo. Llegamos al punto donde pensamos que todo se había terminado.”

Este fue el tiempo más difícil de Pablo. Él estaba mirando la cara de la muerte. Sin embargo, en ese mismo momento, Pablo recordó su ministerio y llamado. Él se recordó a si mismo: “El mundo entero me está mirando. He predicado muchos sermones sobre el poder de Dios para guardar a sus siervos. Ahora todos están mirando para ver si yo creo eso.”

Pablo se levantó una vez más para entregar su vida. Él clamo: “¡Muera o viva, soy del Señor! Confío en Dios que levanta a los muertos.”

Después, Pablo le dice a la iglesia de Corinto: “Fueron sus oraciones que nos ayudaron. Ustedes nos ayudaron a salir con un cántico de victoria.” Él escribe: “cooperando también vosotros a favor nuestro con la oración, para que por muchas personas sean dadas gracias a favor nuestro por el don concedido a nosotros por medio de muchos.” (2 Corintios 1:11).

No puedo enfatizar esto más: no podemos tomar con ligereza el asunto de orar por nuestros hermanos y hermanas en necesidad. Pablo dijo que las oraciones de los Corintios fueron un regalo para él. Eran más preciosas que el dinero, o palabras de consuelo, hasta buenas obras de amor.

Nuestra familia conoce tal gratitud por las oraciones de los demás. Por treinta días, nuestra nieta Tiffany yacía muriendo en nuestra casa. Fue el tiempo más difícil de nuestras vidas. Nosotros conocimos el significado del testimonio de Pablo: dificultad repentina había caído sobre nosotros, y estábamos presionados fuera de medida, enfrentando una prueba que nunca podríamos entender humanamente.

En las últimas horas, mientras Tiffany tomaba sus últimas suspiros, nos reunimos alrededor de la cama, tomados de las manos y cantando: “Dios es tan bueno.” En esos momentos, sentimos el poder de la oración de los santos de Dios. Era tan tangible como las manos que aguantábamos.

Nuestra familia puede testificar que fuimos sostenidos por las oraciones de aquellos que oraban. Y como Pablo, podemos decir a todos aquellos que oraron: “Ustedes ayudaron tanto con sus oraciones por nosotros. Ustedes nos dieron el regalo que nos ayudo a glorificar a Dios en nuestra hora más difícil. No fuimos derribados por nuestra prueba. Salimos de ella.”

Estoy convencido que Pablo describió nuestros días cuando le escribió a Timoteo: “Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, …que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonaran maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartaran de la verdad el oído y se volverán a las fábulas. Pero tú se sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio.” (2 Timoteo 4:1-5)

Pablo le estaba diciendo a Timoteo: “Los hombres estarán tan entregados a sus lujurias, que no soportaran la sana doctrina. Pero sigue predicando la Palabra. Es necesario que redarguyas. Así que reprende a los desobedientes y exhorta a todos a hacer el bien.”

Debemos seguir con predicaciones poderosas, sana doctrina y reprensión santa. Pero pronto el mundo no querrá oír nada de eso. La humanidad estará tan obsesionada con el placer y la lujuria, que ignoraran a la iglesia por completo. La predicación y la doctrina no tendrán impacto alguno sobre una sociedad narcotizada.

De hecho, yo creo que ya hemos llegado a este punto mundialmente. La iglesia simbólica es considerada totalmente irrelevante. Ya no impacta a ninguna nación, o hasta a individuos en muchos casos. Te pregunto: ¿Qué ministerio alcanzará a un mundo desquiciado?

Gracias a Dios que aun hay un ministerio que habla a los ateos, musulmanes, incrédulos de todas clases. Es el brillo de Cristo a través de sufrimientos difíciles y profundos en las vidas de los creyentes. Por siglos este ha sido el testimonio más poderoso del pueblo de Dios. Creyentes han sido sacudidos y retorcidos por la enfermedad, persecuciones, sufrimientos de todas clases. Y a través de todo, ha sido el brillo del carácter de Cristo que toco a aquellos a su alrededor.

Mira atentamente las exhortaciones de Pablo en este pasaje:

  • “Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones.” (2 Timoteo 4:5). Él está diciendo: “Un mundo de incrédulos te esta mirando. Así que ten cuidado como reaccionas en tus tiempos de aflicción. No permitas que tus pruebas te derriben en uno que se queja gimiendo y sin fe. Desacreditarás cada palabra que hayas dicho acerca de la fidelidad de Dios.”
  • “Haz obra de evangelista” (4:5). Cuando yo era un joven ministro, no entendía porque no podía simplemente caminar por los pasillos de un hospital, orar en fe, y ver milagros de sanidad tomando lugar. Yo pensaba: “Qué testimonio sería ese. Cualquiera que dudare sería convencido si viera a los pacientes levantarse de sus camas.”

Desde entonces aprendí que probablemente ese no sería el tipo de evangelismo más efectivo. Píenselo. ¿Quién tiene el mayor impacto sobre los que le rodean: el sonriente y saludable cristiano que entra a la habitación de un incrédulo y predica, reprende y presenta sana doctrina? ¿O la cristiana humilde al otro lado del pasillo que se está recuperando de una mastectomía doble? Esta mujer nunca está sin dolor. Sin embargo, ella no tiene temor. Ella les sonríe a las enfermeras, alumbrando la habitación con su paz interior. Hasta el médico más cínico e incrédulo queda curioso por la pacifica mujer. Él la ve sufriendo, sin embargo, es atraído a ella, porque quiere conocer la fuente de su paz.

No estoy quitándole valor al ministerio de hospital. Es un gran llamado, y un trabajo vital que todo cuerpo de creyentes debe tomar. Pero puede decirles de primera mano lo que tuvo más impacto en nuestro hogar en los últimos días de Tiffany. Un trabajador entraba y salía de nuestra casa en ese tiempo. El sabía que nuestra nieta se estaba muriendo. Después de tres semanas, él le contó a su esposa: “Hay algo en esa gente. A veces los veo llorando, pero no puede entender la paz que tienen. Tengo que averiguar eso.” Nadie le había testificado a este hombre. El simplemente vio el Espíritu de Cristo brillando de nuestra sufrida familia.

  • “Cumple tu ministerio.” (4:5). La palabra griega para ‘cumple’ aquí significa estar completamente seguro, plenamente preparado. Pablo está diciendo, en esencia: “Prepárate antes que tu prueba venga de repente sobre ti. Asegúrate que estás bien equipado, lleno de recursos espirituales, para que no te quedes sin aceite.”

Veo a muchos cristianos hoy deshacerse en medio de sus pruebas. Los sufrimientos fuertes los ponen en un torbellino. Mientras escuchas sus lamentables preguntas y protestas, pensarías que nunca conocieron a Dios. El hecho es, que sólo conocieron a Jesús como el autor de su fe, no como fiel consumador. Esta gente no ha sido transfigurada por sus sufrimientos. En vez de eso, ellos han sido desfigurados, en espíritu y carácter.

Una transfiguración está tomando lugar en nuestras vidas. La verdad es, somos cambiados por lo que nos obsesiona. Estamos convirtiéndonos en las cosas que ocupan nuestras mentes. Nuestro carácter está siendo influenciado e impactado por lo que sea que tiene nuestro corazón.

Considera la vida homosexual. He visto una continua degeneración de carácter en muchos homosexuales que he conocido mientras ellos siguen ese estilo de vida. Hay cambios dramáticos en sus rostros, su voz, sus manierismos. Y hay un aumento constante en su audacia para pecar.

Dos años atrás, algunos cientos de homosexuales en la ciudad de Nueva York juraron que nunca marcharían en el desfile de Orgullo Homosexual en la Quinta Avenida. Ellos declararon: “No estamos de acuerdo en ser exhibicionistas de nuestra sexualidad. Nunca podríamos hacer eso.” Mas sin embargo, en este pasado año, un gran grupo de aquellos mismos hombres iban al frente del desfile, medio desnudos.

Considera los cambios que son el resultado de la pornografía. Algunos hombres comienzan con fotos de mujeres desnudas y terminan cayendo en espiral a la pornografía infantil. Hombres casados no se sacian de su lujuria a través de la pornografía, así que tienen aventuras. Ellos juraron que morirían por sus hijos, pero ahora están dispuestos a abandonar a sus familias sin vergüenza ni pesar. Cuan rápido se desintegra su carácter. Se han transformado en hombres diferentes.

Doy gracias a Dios por todos aquellos que alimentan sus mentes y almas con cosas espirituales. Tales siervos han fijado sus ojos en lo que es puro y santo. Ellos mantienen su mirada fija en Cristo, pasando tiempo de calidad adorándolo y edificándose en fe. El Espíritu Santo esta obrando en estos santos, continuamente cambiando su carácter al de Cristo.

Sólo estos creyentes estarán listos para los sufrimientos duros y explosivos que vienen sobre la tierra. Cristianos haraganes, pesados y que no oran sufrirán fallos cardiacos o crisis nerviosas. Serán derribados por sus temores, porque no tienen el Espíritu Santo obrando en ellos, transfigurándolos. Cuando llegan los tiempos duros, simplemente no vencerán.

Si estás pasando por una prueba ardiente ahora mismo, puedes estar seguro que fuiste colocado “en ese ministerio" por el Señor mismo. Así, que ten cuidado de no poner ofensa en tu llamado al volverte un quejumbroso cobarde llorón. Aquí esta la última palabra de Pablo sobre el asunto:

“No damos a nadie ninguna ocasión de tropiezo, para que nuestro ministerio no sea vituperado; antes bien, nos recomendamos en todo como ministros de Dios, en mucha paciencia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias; en azotes, en cárceles,…como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, mas enriqueciendo a muchos.” (2 Corintios 6:3-5, 10).

¿Cómo “enriquecemos a muchos”? Al brillar la esperanza de Cristo de nuestros sufrimientos. Ofrecemos verdaderas riquezas cuando hacemos que otros pregunten: ¿Cuál es su secreto? ¿Cómo puede soportar tal prueba? ¿Dónde encuentra esa paz?”

Comienza preparando tu corazón ahora mismo. Llena tu almacén con recursos, al apartarte con Jesús y fijando tu mirada en el. Entonces estarás listo para cualquier cosa. Ese es nuestro ministerio en estos últimos días.

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