EL PREMIO VALE LA PENA
“Corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante” (Hebreos 12:1). La palabra ‘carrera’ por sí misma sugiere competencia. El pueblo de Dios se compara con los corredores en una carrera de larga distancia, compitiendo por un premio; el premio es una revelación gloriosa del conocimiento de Jesucristo.
Corrompemos la carrera hacia la eternidad cuando el pueblo de Dios compite entre sí por el éxito, la prosperidad y la aclamación. Cristo se convierte en nada más que el patrocinador, ya que todos los corredores dicen estar compitiendo en su nombre.
“Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo” (Filipenses 3:8) . Hubo un tiempo en que la carrera no era para los rápidos o los prósperos, sino para los humildes y débiles. Esta carrera enfrentó persecución, privación, dureza y martirio. ¿Por qué estos corredores pasaron por tanta presión y sufrimiento y no abandonaron? Simplemente porque, para ellos, el premio valía la pena. ¡No querían nada más que a Cristo!
Si la fe es recompensada con algo menos que el premio de un alto llamamiento en Cristo Jesús, no vale la pena competir por ello. El ganador de esta carrera es el hijo de Dios que no quiere obtener nada más que Jesús, echando las cosas de este mundo a los pies de la cruz como basura sin valor.
El cristiano que abandona la competencia por los cosas mundanas y aplausos descubrirá lo que significa contentarse. En toda la historia, sólo aquellos que han aprendido a renunciar al mundo y a todo lo que hay en él han descubierto la verdadera felicidad. Una de esas personas dijo: “Nunca supe lo que significaba ser feliz hasta que dejé de esforzarme por ser grande”.
Pídele al Señor hoy que vuelva a enfocar tu atención para que ganes el valioso premio del conocimiento de Jesucristo.