El Señor Anhela Moverse en Tu Vida
¡Jesús estaba realizando milagros asombrosos! Expulsó a una legión de demonios de un endemoniado; una mujer fue sanada instantáneamente de una hemorragia que la había atormentado durante años; una niña de doce años, hija de un gobernante judío, fue resucitada de entre los muertos. Siempre que Jesús realizaba obras tan poderosas, él les decía a los que libraba: “Tu fe te ha salvado” (Marcos 5:34; 10:52; Lucas 7:50; 8:48; 17:19; y 18:42).
Jesús había vivido durante los primeros treinta años de su vida en Nazaret y regresó para estar entre su propio pueblo. Pero en su ciudad natal, él se encontró con la peor clase de incredulidad. Todos sabían de las grandes obras de Jesús, sin embargo, para ellos, tales cosas sucedieron en otros lugares, en otras ciudades, otras localidades, otras comunidades, no en Nazaret.
En otros lugares, la gente se regocijaba por el poder para obrar milagros de Jesús y había una gran emoción. Pero las personas de Nazaret no pudieron recibir estos milagros. ¿Por qué? Porque estaban espiritualmente muertos. Es cierto que eran sinceramente religiosos y sabían que Jesús y a su familia eran buenas personas. Pero no reconocerían a Cristo como Dios encarnado.
Amados, esta es la tragedia de muchos cristianos hoy, así como de muchas iglesias. Oyen hablar de los grandes movimientos de Dios en otros lugares, con muchas obras poderosas que se están realizando y multitudes experimentando liberación. Pero nadie pregunta: “¿Por qué no aquí? ¿Por qué no ahora?”
Toda una generación de evangélicos ha crecido reconociendo a Jesús el hombre, pero no reconocen a Cristo como Dios aquí, Dios ahora en sus propias vidas. Las Escrituras nos dicen que el Señor no hace acepción de personas y que él desea hacer por cualquiera las mismas grandes obras que hace “en otros lugares”. Sin embargo, dondequiera que la fe es vacilante, las manos de Dios están atadas: “[Jesús] no pudo hacer allí ningún milagro, salvo que sanó a unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las manos” (Marcos 6:5).
No se equivoquen: el poder de Dios estaba disponible en Nazaret. Jesús estaba en medio de ellos, lleno de fuerza y poder, deseando librar, sanar, vivificar y hacer obras poderosas. Pero, él declaró: “No puedo obrar aquí”. ¿Por qué? Debido a su incredulidad (ver 6:6). Jesús se sorprendió de su propia gente, pero siguió adelante.
El Señor elige no responder a la incredulidad. Pero el Señor es amoroso, lleno de misericordia y está ansioso por ayudarte en tu momento de necesidad. Así que simplemente dile: “Señor, veo lo que has hecho en la vida de otros, así que hazlo aquí también, no sólo en otros lugares”.