El Subproducto Natural de un Corazón Cambiado
“Un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?” (Lucas 10:25). Los escribas y fariseos habían confrontado a Jesús y desafiado su autoridad en muchas ocasiones, pero ahora un intéprete de la ley, un abogado se le acercó, quizás alguien enviado por ellos. Los abogados están bien entrenados en el arte del debate y, sin duda, éste también estaba bien educado en las leyes del Antiguo Pacto. Probablemente esperaba que Jesús comenzara a recitar algunas de las reglas con respecto al sábado, el lavamiento de manos, la comida limpia e impura. ¡Tantas reglas! ¿Y cuál lleva a la vida eterna?
Jesús respondió la pregunta del abogado con una pregunta: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?” (10:26). Y el abogado respondió: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo” (10:27). Jesús le respondió: “Bien has respondido; haz esto, y vivirás” (10:28).
Con esas simples palabras, Jesús eliminó la carga de todas las reglas y regulaciones y presentó el mensaje que cambia el mundo más refrescante y transformador de vida que puedas oír.
Jesús mencionó primero lo más importante: ama a Dios con todo tu corazón, alma y mente. Y después de que te relaciones con él, él te dará un nuevo corazón, un corazón que pueda ser movido por compasión hacia los demás. “Quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne” (Ezequiel 36:26). Un corazón de amabilidad y preocupación por los demás.
Nunca podrás amar a tu prójimo como Jesús nos ama, pero amar a los demás es un subproducto natural de un corazón cambiado. Cuando él te transforma, tú puedes decir, como el salmista: “Me deleito en hacer tu voluntad, Dios mío; tu ley está dentro de mi corazón” (Salmos 40:8).