El Toque de Dios
Al escribir esto, otra bomba ha explotado en Israel, matando catorce personas. Miles de Islámicos están dispuestos a explotarse a la eternidad, tan solo para acosar a los israelitas. Sin embargo, Islam ha declarado la guerra no solo a Israel, sino que contra el cristianismo. Ahora América vive en absoluto temor. Tenemos temor a mas bombas suicidas, guerra biológica, hasta ataques nucleares. Una cortina de muerte cuelga sobre la nación.
¿Dónde está la iglesia en medio de este caos? La mayoría del cristianismo está en un estado de muerte. La iglesia está llena de actividad religiosa, pero es mayormente carnal. La presencia de Dios desgraciadamente está ausente durante este tiempo de crisis.
Eso es trágico, porque nuestro Señor siempre tiene un remedio para un mundo en caos. Es un remedio probado por el tiempo que él ha usado de generación en generación, para despertar a su iglesia muerta y descarriada. Este remedio no ha cambiado desde la creación del hombre. Es sencillamente este: Dios levanta a hombres y mujeres escogidos.
En tiempos como estos, nuestro Señor usa a individuos para que respondan a un mundo en crisis. Él toca a sus siervos en forma sobrenatural. Primero, él los transforma. Después él los llama a una vida de sumisión total a su voluntad. Estos siervos tocados por Dios son mejor descritos en el Salmo 65:4: “Bienaventurado el que tú escojas y atraigas a ti para que habite en tus atrios.”
En resumen, Dios aparta a tal siervo. Su Espíritu lo atrae a una comunión intima. Y allí, en la asombrosa presencia del Señor, el siervo recibe la mente de Dios. Él recibe un llamado divino. De repente, su alma se llena con una urgencia. Él sale de esta comunión con una palabra dada por Dios. Y él comienza a caminar con autoridad espiritual.
La historia Bíblica revela este patrón una y otra vez. Repetidas veces, el pueblo de Dios le ha rechazado y se ha vuelto a ídolos. Adoptaron prácticas impías, con cada generación más vil y corrupta. Su maldad entristecía y airaba al Señor. Sin embargo, ¿cómo fueron restaurados? En cada caso, Dios levantaba a un siervo piadoso: un juez, un profeta, un rey recto.
Samuel es uno de tales ejemplos. Él reprendió a Israel, “Pero como se olvidaron de su Señor y Dios, él los entregó al poder de (sus enemigos)… Ellos clamaron a Jehová, y dijeron: "Hemos pecado, porque hemos dejado a Jehová…Entonces Jehová envió a Jerobaal, a Barac, a Jefté y a Samuel, y os libró de manos de los enemigos que os rodeaban, y habitasteis seguros. (1 Samuel 12:9-11).
Tales siervos tocados por Dios fueron instrumentos de Dios para liberación. Eran capaces de discernir los tiempos. Y porque conocían el corazón de Dios, el Señor los usaba como sus oráculos. Ellos hablaban su palabra tanto al pueblo como a las naciones que les rodeaban.
No se puede dudar del toque de Dios sobre alguien que ha sido escogido y llamado. Tal persona sobresale de los demás. Por lo tanto, ¿por qué el Señor tocó a estos siervos en particular? ¿Por qué levanto a Abrahán, Moisés, David y a ciertos otros para traer restauración a su pueblo y a las naciones? ¿Veía el Señor algo especial en ellos?
No, estas figuras no eran súper-hombres. Sus vidas quebrantadas y con faltas mostraban esto. Ni tampoco fueron simplemente predestinados a hacer lo que hicieron. Cada persona tiene libre albedrío, escogiendo tanto seguir como rechazar el llamado de Dios.
Considere a Saúl: él fue escogido por Dios, tocado por su mano, y lleno de su Espíritu. El Señor tenía un plan maravilloso para la vida de Saúl. Su intención fue establecerle un trono “eterno.” Sin embargo, Saúl abortó el llamado de Dios. A pesar de la unción de Dios, él se rebeló contra el Señor. Su destino no estaba determinado simplemente porque Dios lo eligió a él.
Cuando Dios escoge a alguien para ser apartado para una obra especial y redentora, él le hace dos llamados a ese siervo. Y en la forma en que el siervo responde a esos llamados determina el poder y la intensidad del toque de Dios en su vida. Primero, está el llamado a subir. Luego, está el llamado a salir. La vida de Moisés ilustra ambos llamados.
Este llamado nos cita fuera del ajetreo de la vida a una persecución desencadenada de la presencia de Dios. Considera la experiencia de Moisés. Cuando Moisés se convirtió en el líder de Israel, de repente era un hombre muy ocupado. Ninguna congregación en la historia fue tan grande y tan necesitada. El pueblo de Dios estaba entre los millones. La vida de Moisés rápidamente se puso frenética, al juzgar y ministrar al pueblo desde la mañana hasta la noche.
Finalmente, intervino Jetro, el suegro de Moisés. Él advirtió le a Moisés que desfallecería y cansaría al pueblo. Jetro le aconsejo: “…Esta tu por el pueblo delante de Dios,…ellos juzgaran al pueblo en todo tiempo…Así aliviarás la carga de sobre ti, y la llevarán ellos contigo.” (Éxodo 18:19-22). Jetro estaba diciendo, en otras palabras, “Tu eres el pastor, Moisés. Necesitas encerrarte con Dios. Asigna a otros el trabajo de arbitrar y aconsejar. Entonces vete a solas con Dios. Busca su presencia, busca su mente, recibe su palabra. Esta debe ser tu primera prioridad.”
Moisés valoraba la presencia de Dios en su vida. Y esto determino la intensidad del toque de Dios en su vida. Note como el Señor seleccionó a Moisés de entre los otros israelitas, para acercarse a él: “Entonces el pueblo estuvo a lo lejos, y Moisés se acerco a la oscuridad en la cual estaba Dios.” (Éxodo 20:21).
Moisés representa al hombre bendecido mencionado por David: “Bienaventurado el que tú escogieres y atrajeres a ti, para que habite en tus atrios.” (Salmo 65:4). Aquí existe una palabra que implica “provocar” que significa ser movido a, sentir una urgencia por Dios de subir.
Muchos cristianos han experimentado este llamado, esta divina urgencia de tener comunión con el Señor. El Espíritu Santo a menudo los llama al monte de intimidad, diciendo, “Deseo cambiarte, darte una unción mayor. Te quiero llevar más profundo y más lejos en mi. Quiero revelarte mis caminos como nunca antes.”
Sin embargo, no todos los que son llamados responden. Como resultado, Dios no los toca con su fuego y unción. Al principio puede que respondieran, “Señor, no te defraudaré. Buscaré tu rostro continuamente.” Y por un tiempo, se encierran en oración. Pero no dispusieron sus corazones a seguir todo el camino en oración. Después de un tiempo, ellos ignoraron la voz de Dios y se fueron por su propio camino. Acortaron su llamado de subir a donde él está.
A mitad de camino es donde muchos creyentes terminan. La Biblia nos dice, “Dijo Jehová a Moisés: Sube ante Jehová, tu, y Aarón, Nadab, y Abiu, y setenta de los ancianos de Israel; y os inclinaréis desde lejos. Pero Moisés solo se acercará a Jehová; y ellos no se acerquen, ni suba el pueblo con él.” (Éxodo 24:1-2).
Dios había escogido una manada de hombres que él quería tocar. El tenía planes maravillosos para estos hombres, especialmente para Aarón y sus hijos. Ellos debían ser los líderes sacerdotales del pueblo. El Señor le había dicho a Moisés, “Y santificaré el tabernáculo de reunión y el altar; santificaré asimismo a Aarón y a sus hijos, para que sean mis sacerdotes.” (Éxodo 29:44). Igualmente, el Señor le había dicho a los ancianos, “Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa.” (19:6).
Así que, ¿por qué Dios le dijo a estos hombres en sus caras, “…y os inclinaréis desde lejos…no se acerque…solo Moisés se acercará a mí en el monte? (ver 24:1-2) El hecho es que Dios conocía los pecados que hervían en los corazones de estos hombres. Y tenían que tratar con eso. Él quería tocar sus vidas. Pero él no podía hacerlo mientras ellos escondían el pecado.
Así que Dios solo les permitió subir al monte a mitad de camino. Sin embargo, aun así, él apareció en forma sobrenatural, como una nube de oscuridad. “…y vieron al Dios de Israel; y había debajo de sus pies como un embaldosado de zafiro, semejante al cielo cuando esta sereno.” (Éxodo 24:10). Estos hombres ahora estaban ante la increíble y reveladora presencia de Dios. Ellos hasta comieron y bebieron allí, en una mesa en su presencia. Pero aun así estaban “alejados” de él.
Los ancianos de Israel fueron expuestos a la completa y demoledora santidad de Dios. Era como que él estaba diciendo, “El pecado tiene tu corazón; y obstaculiza la plena revelación que quiero darte. Tu pecado dominante te esta robando de una comunión conmigo. No puedes ser íntimo conmigo siempre y cuando tengas pecado oculto.
Trata de visualizar a estos hombres mientras escuchaban esta palabra:
- Dios le había dicho a Aarón, “Voy a santificarte como sumo sacerdote. Te vestiré en púrpura y oro. Y te pondré ante Israel como un ejemplo.” Sin embargo, el corazón de Aarón estaba contaminado por celos de Moisés. Él también tenía rasgo sensual, y temía más al hombre que a Dios.
- Dios le había dicho a Nadab y Abiú que les revelaría su santidad. Sin embargo, estos hombres estaban endurecidos en una adicción al adulterio. Ellos no poseían una onza de temor de Dios. Ahora el Señor les decía, “Soy un Dios misericordioso. Mi deseo es que cuando ustedes entren a mi presencia, permitan ser quebrantados.”
- Dios le había dicho a los setenta ancianos que los quería exaltar ante el mundo. Sin embargo, estos hombres se negaban a estar bajo la autoridad de nadie. Ellos se consideraban tan talentosos y santos como Moisés. (Mas tarde esto se manifestaría en un levantamiento rebelde.) Pero Dios impulsaba a su presencia. Él quería tratar con sus celos mortales.
El Señor deseaba usar a estos hombres. Él quería que fueran quebrantados, para así llevarlos más alto. Así que les dio un increíble llamado de misericordia, a subir.
Saúl recibió la misma clase de llamado misericordioso. El corazón de este hombre estaba atado por fortalezas demoníacas. Él había marchado a Ramah buscando a David para matarlo. Pero el Espíritu Santo se movió sobre Saúl. Toda la noche, el rey estuvo postrado en la presencia de Dios, castigado. Más sin embargo, ni siquiera esta intervención misericordiosa y sobrenatural cambiaron el corazón de Saúl.
Ahora los líderes de Israel estaban en una encrucijada similar. Ellos habían subido a mitad de camino al monte, a mitad de camino del toque de Dios, a mitad de camino a su presencia consumidora. “Y subieron Moisés y Aarón, Nadab y Abiú, y setenta de los ancianos de Israel;…mas no extendió su mano sobre los príncipes de los hijos de Israel;” (Éxodo 24:9-11). Note el último versículo: el Señor no los juzgo. En realidad, estos hombres merecían la muerte, por su pecado. Pero el único deseo de Dios era redimir.
Luego leemos, “Y se levanto Moisés con Josué su servidor, y Moisés subió al monte de Dios. Y dijo a los ancianos: Esperadnos aquí hasta que volvamos a vosotros…” (24:13-14). Los ancianos debían quedarse a esperar el regreso de Moisés. Pero casi inmediatamente, sus corazones fueron atraídos por el campamento israelita que estaba abajo. Pronto no estaban dispuestos a esperar en el Señor por más tiempo.
Me imagino a Nadab y Abiú como los primeros en irse de este campamento intermedio. Ellos deseaban regresar a la inquieta muchedumbre y sus propios caminos lujuriosos. Así que siguieron el tirar de su carne. A pesar de la aparición de Dios en la nube oscura, a pesar de que se les permitió comer y beber en su presencia, se alejaron de ese lugar sin ser tocados.
Estos dos hombres representan los líderes cristianos en la actualidad que se complacen libremente en sus lujurias, pornografías y adulterio. Están tan endurecidos por su pecado que nada los puede alcanzar. Rechazan cada llamado misericordioso del Espíritu Santo, cada mensaje convincente de sus profetas, cada encuentro con el Señor mismo. Ellos abortan todos sus intentos de liberarlos.
Los próximos en ser tentados fueron Aarón y los otros líderes piadosos. Uno tras otro, susurraban, “No sabemos que le ha pasado a Moisés. Es posible que nos halla abandonado.” Pronto todo el cuerpo de ancianos repitieron este coro infiel. Estos eran hombres que habían sido llamados por Dios a una vida de oración y comunión. Pero ahora, uno a uno, se alejaron de su presencia sin haber sido tocados. Ellos no se arrepintieron ni se rindieron ante su santidad. En su lugar, se volvieron a la religión de la carnalidad abominable.
Sin embargo, más arriba en el monte, Moisés experimentaba el toque pleno de Dios. ¿Cómo? Él fue obediente a la voz del Señor. Él siguio su llamado a subir: “Entonces Jehová dijo a Moisés: sube a mi al monte, y espera allá,” (Éxodo 24:12). Dios estaba diciendo, en otras palabras, “Ven a mi presencia. Solo quédate allí por mí.”
Por séis días, Moisés esperó afuera de la nube de gloria. Creo que fue durante esos séis días que los ancianos se fueron del campamento intermedio. Ellos estaban convencidos que Dios no tenía nada más que decirles. Pero Moisés obedeció al Señor al esperar. Entonces leemos, “…y al séptimo día llamo a Moisés de en medio de la nube….Y entró Moisés en medio de la nube…y estuvo Moisés en el monte cuarenta días y cuarenta noches.” (24:16-18).
Moisés recibió una revelación increíble del Señor durante esos cuarenta días. De la misma forma en que Dios llamó a Moisés entonces, él está llamando a sus siervos al monte hoy. Su Espíritu nos insta a subir a un lugar más alto y más profundo en él como nunca hemos conocido. Él nos está llamando a una comunión, a una intimidad, a hablarle cara a cara, como lo hizo Moisés.
Ciertamente, el Señor nos ha dado el mismo mandamiento de esperar en él: “…en ti he esperado todo el día.” (Salmo 25:5). “pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas;” (Isaías 40:31). “…que no se avergonzarán los que esperan en mi.” (Isaías 49:23). Pasaje tras pasaje nos llama a esperar en Dios. Sin embargo, ¿cuántos de nosotros rápidamente vuelve a sus viejos caminos? ¿Cuántos de nosotros somos tirados hacia atrás por nuestra carne, a una forma de religión muerta?
El Espíritu Santo dijo esto a mi corazón: “David, aquellos que esperan en mi presencia me alimentan. Su adoración queda, su esperar por escuchar mi voz, son mi alimento.”
Tales siervos tocados por Dios han determinado, “Voy a esperar en el Señor. No me conformaré con nada menos que tener comunión cara a cara con él. No importa lo que otros hagan en su caminar. Quiero que Dios me lleve a lugares en él donde otros se niegan a ir.”
“Y Moisés tomó el tabernáculo, y lo levantó lejos, fuera del campamento, y lo llamó el Tabernáculo de Reunión. Y cualquiera que buscaba a Jehová, salía al tabernáculo de reunión” (Éxodo 33:7).
Este no era el tabernáculo del desierto; que todavía no había sido construido. Mas bien, este tabernáculo era la “tienda de reunión.” Servia como el cuarto de oración de Moisés cuando él salía a encontrarse con el Señor. Así que, ¿por qué Moisés lo movió lejos del campamento? Él lo hizo porque Israel estaba contaminado. Ellos habían rechazado la autoridad de Dios. Y se habían entregado a toda clase de maldad: idolatría, sensualidad, adulterio y desnudez.
Finalmente, Dios tuvo que quitar su presencia de Israel. Él había declarado, “No puedo caminar en medio de un pueblo contaminado. Ustedes son un pueblo de dura cerviz, dignos de ser destruidos. Ahora, quitense todos sus adornos y dejen de pavonearse orgullosamente. Voy a decidir que voy a hacer con ustedes.” (ver 33:5).
Una nube de muerte colgaba sobre el campamento. Dios había quitado la columna de fuego, y su presencia no se podía encontrar. Hoy de igual manera, una atmósfera de muerte cuelga sobre iglesias de donde Dios ha quitado su presencia. No importa cuan alto cante la congregación, qué nuevo método de adoración sea presentado, o cuan fuerte el pastor trate de emocionar a la gente. El lugar esta muerto, desprovisto de la presencia de Dios. Los sermones no tienen vida, les falta convicción. Y las ovejas quedan hambrientas y en necesidad.
Moisés sabia que solo la presencia de Dios trae vida. Así que él iba continuamente al tabernáculo de reunión, orando, “Señor, solo una cosa distingue a Israel de las demás naciones: tu presencia. Sin ti en medio nuestro, no somos mejores que los impíos. Somos impotentes contra nuestros enemigos. Si no tenemos tu presencia, no tenemos razón para existir. Mejor sería que nos diéramos por vencidos ahora. No seguiré sin ti.”
El Señor le dijo a Moisés que no volvería a un campamento contaminado. Pero acordó en enviar un ángel para que dirigiera a Israel: “Ve, pues, ahora, lleva a este pueblo a donde te he dicho; he aquí mi ángel ira delante de ti;” (32:34). Luego él prometió, “…y yo enviaré delante de ti el ángel, y echaré fuera (tus enemigos)…[te guiaré] a la tierra que fluye leche y miel; pero yo no subiré en medio de ti,” (33:2-3).
Tuve que leer y releer este versículo varias veces para entender lo que Dios estaba diciendo. En resumen, él le estaba diciendo a su pueblo, “Sigan adelante, peleen sus batallas. Derrotaran a sus enemigos. Y obtendrán sus casas, viñas y posesiones. Confirmaré todas las promesas que les hice. Pero mi presencia no estará con ustedes.”
Este pasaje explica mucho lo que le ha pasado a la iglesia de Dios en nuestros días. Un sin número de pastores y congregaciones han continuado sin la presencia de Dios. Están construyendo iglesias enormes, atrayendo grandes números, y entrando una riqueza en fondos. Algunos hasta echan fuera demonios y sanan los enfermos. Pero el Señor mismo no está en sus medios. La presencia manifestada de Cristo no se encuentra entre ellos.
Jesús predijo que tales cosas sucederían en los últimos días. Ministros dirigidos por la carne harían grandes obras, sin importarles si el Señor está con ellos. Lo único que les importa es que sus facturas sean pagadas y que miles llenen sus iglesias. Algunos pastores hasta les tienen miedo a la presencia de Dios. No permiten que pastores visitantes prediquen, por temor a que un mensaje convincente aleje a sus feligreses.
Dios les está diciendo en estos pasajes, “Sigan adelante, obtengan su prosperidad. Pero prepárense cuando mi ira se desate sobre ustedes en cualquier momento. Tus búsquedas carnales y contaminación han alejado mi presencia de ti.”
Un verdadero pastor de Dios, sin embargo, tiene una preocupación primordial: “¿Está el Señor en medio nuestro? ¿Está su presencia en nuestros medios?”
La presencia de Dios no vuelve a ninguna congregación hasta que el ministro y el pueblo dejan atrás su contaminación. Deben dejar toda lujuria y separarse a un lugar de pureza de corazón.
Israel estaba completamente contaminado, incluyendo Aarón y el sacerdocio. Así que Moisés se fue del campamento y se separó con el Señor. Inmediatamente, Dios llenó el tabernáculo de reunión con su presencia: “Cuando Moisés entraba en el tabernáculo, la columna de nube descendía y se ponía a la puerta del tabernáculo y Jehová hablaba con Moisés…Y hablaba Jehová a Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su compañero.” (Éxodo 33:9-11).
Moisés es un ejemplo resplandeciente de lo toma para traer la manifiesta presencia de Cristo a una congregación. Primero, el ministro debe separarse con Dios y encerrarse en intercesión. Entonces un remanente santo debe seguir a su pastor, dejando atrás toda contaminación. Un espíritu de arrepentimiento prevalecerá sobre ese nuevo campamento. Pronto brotará una adoración pura entre ellos. Y el pueblo sabrá que el Señor ha regresado.
Esta es la única forma de traer la presencia de Dios de nuevo: negarse a quedarse en el lugar de contaminación. Puedes decir, “Eso es teología del Antiguo Testamento. No puede aplicarlo en los tiempos del Nuevo Testamento.” Pero Pablo nos advierte claramente: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruyere [contaminara] el templo de Dios, Dios le destruirá a el; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es.” (1 Corintios 3:16-17).
En resumen, Dios nos está diciendo, “Aléjate de toda lujuria: pornografía, codicia y adulterio. Apártate de la amargura que está creciendo dentro de ti. Sepárate del lugar de contaminación.” Hablar de tal separación quizás no suene como un cristianismo “normal.” En la actualidad, un caminar normal con Jesús significa leer un capitulo de la Biblia, orar camino al trabajo, e ir a la iglesia el Domingo. Pero, amados, no estamos viviendo en tiempos normales. Dios está llamando a su pueblo a un cristianismo radical.
Ahora mismo, múltiples de miles de Musulmanes están en filas, rogando, “Permíteme morir por mi fe.” Ellos oran devotamente seis veces al día. Sin embargo, todo el tiempo, miles de cristianos americanos se sientan perezosamente ante sus televisores, bebiendo suciedad. Como mencione antes, nuestra sociedad esta sentada al borde, esperando más destrucción. Temblamos tan solo de pensar en el próximo ataque terrorista. Sin embargo, el cristianismo que el mundo ve es débil, impotente, saturado por la carne y no ora.
Tomará una infusión sobrenatural de la presencia de Dios para que su iglesia reviva. Y eso significa medidas radicales entre su pueblo. Dios no te está pidiendo que ores seis veces al día, o que ayunes por semanas a la vez. Él simplemente quiere comunión.
El Señor te esta pidiendo que te reúnas con él en el monte. Él quiere que subas, que te apartes del lugar de contaminación. Su gran deseo es llevarte más profundo y más lejos en su corazón. Así es como él responde a un mundo en crisis. Él hace que sus siervos lo tomen más en serio que nunca antes. Y él los llena con su presencia. Entonces las masas humanas verán y sabrán que Jesucristo es el Señor.