El Toque de Dios
Yo quiero hacerte tres afirmaciones acerca del toque de Dios. Estos tres puntos son el centro de mi mensaje:
- Una vez que Dios toca y posee a alguien, esta no es una posesión de tiempo parcial; es de por vida. El Señor nunca entregará lo que es suyo a Satanás.
- Aquellos a quienes Dios posee, él los guarda. Nosotros podemos flaquear, fallar o caer en pecados devastadores, pero una vez que Dios nos posee, él nunca en la vida perderá interés en nosotros: “…Jehová…no desampara a sus santos. Para siempre serán guardados” (Salmo 37:28).
- Aquellos a quienes Dios posee, él los prepara para ir siempre creciendo en utilidad. Esto incluye aún a los siervos caídos y desalentados. Tú puedes estar convencido de que Dios ha perdido interés en ti, que él no te usará nunca más. La verdad es que, si tú tienes un corazón contrito, tú estás siendo preparado para algo más grande. Dios usa incluso aquellas cosas con que Satanás pretende destruirnos.
Nosotros encontramos este patrón obrando en la vida de personas poseídas por Dios a través de toda la Biblia. Leemos que piadosos santos cayeron en faltas y pecados deplorables. A veces, ellos estuvieron listos para dejarlo todo, pero Dios no perdió interés en ellos. En cambio, él siguió viniendo a ellos, y, ya fuera de las cenizas de la ruina, muchos fueron sanados. De hecho, ellos tuvieron por delante sus mejores días.
Este es el punto de mi mensaje para ti. Quiero demostrarte que una vez que Dios te toca y te posee, te librará de cada trampa satánica, si tú lo llamas. Él te preservará de la ira del diablo, y usará todo en tu vida – incluyendo los fracasos, problemas, pruebas – para prepararte para mejores cosas que él te tiene por delante.
Piensa en el tiempo cuando Dios vino a ti, tocando sobrenaturalmente tu alma. Él te llamó hacia sí y te llenó de su Espíritu. En ese momento, Dios hizo un compromiso contigo: “Yo te quiero, y yo te reclamo. Tú eres mi posesión.” Súbitamente, él tomó el control de tu vida, y nada puede cambiar ese hecho. Tú pasaste a ser una posesión adquirida por Dios: “La Iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia Sangre.” (Hechos 20:28).
El creador del universo te compró a precio de su propia sangre, y nada tiene poder sobre esa sangre. Así que tu sigue siendo la posesión de Dios, aun cuando los poderes del infierno te seduzcan y te condenan. Satanás mismo puede tenderte una trampa infernal. Justo cuando él piensa: “lo conseguí”, Dios responde: “¡No, diablo, tu no puedes tenerlo! Él es mío, yo lo compré. ¡Ahora, suelta mi propiedad!” Tú aún eres posesión de Dios, y él es tu guardador, preparándote para mejores cosas que él te tiene por delante. Aquí está el patrón bíblico:
Moisés fue poseído por Dios. El Señor lo guardó a través de prueba tras prueba, y a través de todo, Dios estaba preparado a este hombre para un gran trabajo.
Moisés fue tocado por Dios mientras él vivía en casa de Faraón. Como resultado, Moisés rehusó ser llamado hijo de Faraón: “Escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía la mirada en el galardón.” (Hebreos 11:25-26).
No hay duda de que Dios tocó la vida de Moisés mientras él estuvo en Egipto. Moisés rechazó todo lo que era de la carne, y él supo que estaba llamado a liberar a Israel. De hecho, él asumió que los israelitas lo reconocerían como su libertador cuando él mató al egipcio; “Él…hiriendo al egipcio…pensaba que sus hermanos comprendían que Dios les daría libertad por mano suya” (Hechos 7:24-25).
En cambio, Moisés tuvo temor del Faraón por esta acción; así que, él huyó de Egipto. Ya cuando salió, Moisés era totalmente poseído por Dios. Él había dejado todo por Cristo. Sin embargo, poco sabía él de que estaba a punto de entrar a un largo periodo de desierto. Él estaría escondido en la parte de atrás del desierto por cuarenta años.
¿Que es lo que representa este periodo de desierto en la vida de Moisés? Este es el tiempo que muchos siervos poseídos por Dios enfrentan. Ellos se sienten estancados en un lugar lejano, por debajo de sus habilidades. Su papel es desesperantemente inferior a lo que ellos creen que Dios tiene en mente para ellos. Moisés fue justo como estos siervos. Él tenía un poderoso llamado en su vida, y soñaba con realizar grandes obras para Dios. Pero él todavía estaba estancado en la parte de atrás del desierto, sin un futuro claro.
A menudo me pregunto como oraba Moisés cuando miraba su rebaño de ovejas; “Dios, me tocaste tan claramente. Yo pensaba que me habías llamado como tu mensajero. ¿Por qué me has dejado aquí? Ciertamente tú podrías confiarme algo más que el cuidado de unas pocas ovejas. Tú me has dado una educación en los más grandes centros del saber de Egipto. Tu me has mostrado cosas poderosas que podría hacer por tu mano, pero me siento olvidado, guardado en un estante. ¿Esto es todo lo que hay para mí?”
Durante este tiempo, el suegro de Moisés, Jetro, exploraba el desierto en busca de agua, recorriendo senderos, encontrando rutas. Moisés no comprendía que lo que Jetro hacía era para encaminar a Israel en su regreso a través del desierto. Los pastores ocultos de Dios estaban preparando todo de antemano, ejercitándose para la supervivencia en el desierto, para el trabajo que tenían por delante.
Entonces, súbitamente, Moisés tuvo su encuentro con la zarza ardiente. La zarza era seguramente un arbusto vil e inútil, pero Dios hizo que la zarza ardiera, y una voz vino de ella, diciendo, “Quita tus sandalias, Moisés. Tu estás en tierra santa.” El Señor entonces dio un mensaje directo al corazón de Moisés, y después de unas pocas horas de que la zarza había ardido, la vida de Moisés nunca fue la misma. Dios le instruyó, “Ve, reúne a los hijos de Israel. Dile a Faraón, ‘Deja ir a mi pueblo.’”
Aquí estaba un hombre poseído por Dios que había sido guardado y preparado durante muchos años. Ahora él había sido enviado por el propio Dios desde una zarza ardiente. Todo esto era para decirle a Moisés, “Yo no te he olvidado. Yo he estado contigo desde el principio. Yo fui quien te trajo a este desierto, y yo te he protegido de Faraón. Ahora estás a punto de ver grandes cosas en tu servicio a mí.”
Aquella zarza ardiente era el fuego del Espíritu Santo moviéndose a través de un objeto natural. Dios tomó un arbusto inútil y causó increíbles cambios que tomaron lugar a través de ésta. Asimismo hoy día, yo puedo ser ese arbusto vil cerca de la tierra que Dios usa para hablar a tu corazón. Permíteme preguntarte: ¿te encuentras tú en el lado de atrás del desierto?
Quizás estas estancado en un trabajo de pocos ingresos, sin esperanza de influencia. O tu cónyuge es un incrédulo, y en momentos tu matrimonio prueba tu alma. Tú verdaderamente no envidias las bendiciones de otros, pero te preguntas “¿Señor, por qué no estoy siendo usado? Tú me has dado un corazón para hacer más por tu reino. No me dejes a un lado.”
Dios esta comprometido contigo, tal como lo estuvo con Moisés. Tú puedes estar frustrado con tu limitada existencia, pero todo este tiempo, Dios te ha guardado y te está preparando. Puede que no seas llamado a alguna gran tarea, pero estás llamado a un nuevo andar con el Señor, tal como nunca has experimentado. Y estás llamado a ministrar a Cristo como nunca antes. Tu papel es simplemente creer que Dios te llevará a lugares más altos, a tierra santa. Él quiere revelarte más de sí mismo, para poner su fuego en ti. Él quiere que aquellos que te rodean comprendan; “Esa persona ha estado con Jesús.”
Cuando tú comiences a buscarle con intensidad, comenzarás a ver milagros. Tu serás transformado en un nuevo hombre, una nueva mujer, y todo esto será porque eres su posesión. Tus mejores días están aún por delante.
David tuvo una feroz batalla en su corazón contra la lujuria. Aquí estaba un guerrero que mataba gigantes, un salmista ungido, un poderoso rey usado para gobernar al pueblo de Dios. El Señor mismo llamó a David un hombre conforme a su corazón. Aún estando en esta altura en las bendiciones y favor de Dios, David fue sorprendido por un violento ataque de lujuria.
Este virtuoso rey había conquistado una seguidilla de victorias sobre enemigo tras enemigo. Él había recuperado y restituido el Arca, y había recibido una promesa del Señor para su descendencia eternamente. La escritura dice: “Y Jehová dio la victoria a David por dondequiera que fue” (2º Samuel 8:14).
Entonces un día, David miró a Betsabé y fue vencido por una horrenda lujuria. Él cometió adulterio, concibiendo un hijo con ella. David trató desesperadamente de ocultar su terrible pecado. Él manipuló, hizo planes y mintió para cubrirlo. Finalmente, él cayó tan bajo que ocasionó el homicidio del marido de su amante.
El horrible pecado de David aparecería en los titulares de cualquier sociedad, en cualquier época. Si tu vivieras en sus tiempos, probablemente hubieras pensado, “Dios está a punto de perder interés en ese hombre. Él ha pecado contra tan gran luz.” Ahora, ¿qué es lo que este punto bajo de David representa para nosotros hoy? Es un cuadro de un siervo poseído por Dios que ha sido sorprendido por una abrumadora lujuria. Satanás trata de sorprender a cada siervo que es serio en su caminar con Dios.
¿Has sido sorprendido y alcanzado por una lujuria de algún tipo? Tu tenías in historial limpio, un caminar con Jesús admirable. Tú eras conocido y considerado cono un siervo virtuoso, alguien enamorado de Jesús, pero el diablo te puso en la mira, apuntó y descargó su infernal arsenal de dardos de fuego.
Quizás tu falta fue adulterio. Quizá es la pornografía o beber secretamente. Como David, tu pecado fue descubierto y expuesto. (Yo tengo un amigo ministro que experimentó esto. Él fue a un hotel en un viaje ministerial, y se encontró tentado por una horrible lujuria. Él finalmente ordenó una película calificada como X, pero en cinco minutos, su pecado fue expuesto).
Tu puedes decir, “Yo no tengo pecado como ese en mi vida. Yo tengo un caminar limpio.” Pero ¿qué dices acerca de la madre de todos los pecados, la incredulidad? Quizás tu estás en un lugar de victoria, una cumbre en tu caminar de fe. Sientes que has vencido a través del Señor. Entonces, como de la nada, eres vencido por incredulidad. Eres plagado por la depresión, miedo, ansiedad, incluso te enojas con Dios. Repentinamente, comienzas a dudar de la presencia de Dios en tu vida. Te digo, que ese mismo pensamiento es una trampa satánica. Al enemigo nada le gustaría más que destruir la fe de todo creyente poseído por Dios.
No importa cual pueda ser tu iniquidad. No hay pecado en tu vida que pudiera causar que Dios pierda interés en ti. Tú eres todavía su posesión adquirida. Aunque David menospreció a Dios cometiendo adulterio, el Señor no se fue de él. Las Escrituras nos dicen que: “Jehová envió a Natán a David” (2º Samuel 12:1). Mientras Moisés fue desafiado por una zarza ardiente, David fue confrontado por un profeta. Natán le señaló y dijo: “Tú eres el hombre que ha pecado. Tu has cometido adulterio”. ¿Que respondió David? Él se humilló, confesando, “Pequé contra Jehová” (12:13).
David sufrió horribles consecuencias por su pecado. Pero Dios lo guardó a través del sufrimiento. Después de que Natán confrontó a David, él dijo al rey: “También Jehová ha remitido tu pecado” (12:13). En realidad, David estaba siendo preparado para un ministerio aún mayor después de su caída. Su voz se oyó en la tierra como nunca antes. Hoy leemos sus palabras escritas en los Salmos. De hecho, la palabra que Dios reveló a David a través de esta prueba es predicada aún hoy.
Tristemente, Saúl, el predecesor de David, no fue guardado como David. Saúl también fue tocado poderosamente por Dios y poseído por su Espíritu, pero Saúl desobedeció todas las palabras que el profeta Samuel le habló. En lugar de humillarse, Saúl creció en amargura e ira hacia Dios. El Señor trató de alcanzar a Saúl nuevamente en Rama, derramando su Espíritu sobre él, pero Saúl se cerró a él. Él dejó a Dios completamente y se volvió a consultar a una bruja.
El hecho es, Dios nunca te dejará. Si te enredas en pecados, él te enfrentará cara a cara con convicción, y una palabra profética. Yo he dicho muchas veces que nunca me he autoproclamado como profeta, pero ahora, yo sé que sirvo como profeta a muchos lectores de este mensaje. Yo soy tu Natán, y te declaro: “Si tu confiesas y abandonas tu pecado…si confias en que Dios guardará sus promesas contigo…tu no solo serás perdonado y restaurado, sino que tus días más fructíferos y mejores, estarán delante de ti.”
Este discípulo poseído por Dios cometió el peor de todos los pecados. Una cosa fue para Moisés escapar y esconderse de Dios. Otra cosa fue para David despreciar al Señor, pero lo peor de todo, Pedro negó conocer a Cristo. Él incluso renegó de su Señor.
Jesús había dicho a su buen amigo Pedro que era una roca. El intrépido discípulo incluso había caminado en el agua con el Señor. Y él había jurado audazmente que moriría por su maestro. Justo después, cuando Pedro fue acusado de ser un discípulo de Cristo, él respondió con estas palabras: “No conozco al hombre” (Mateo 26:72). Cuando la gente insistió, “entonces él (Pedro) comenzó a maldecir, y a jurar: no conozco al hombre” (26:74).
¿Puedes imaginar esta horrible escena? Si hubiéramos conocido a Pedro, habríamos pensado, “Ahora sí, Pedro ha terminado. Él ha maldecido el mismo rostro de Dios, y ha negado a Jesús, ayudando a enviarlo a la cruz. No hay esperanza para él. Dios tiene que dejarlo.”
El diablo debe haberse gozado con la ruina de Pedro, gritando, “Ya te conseguí. Ahora eres todo mío.” Pero Dios no habría entregado su posesión. Él guardó a Pedro, y él proclamó, “No, diablo; él es mi propiedad. Solo mira lo que hago con él.”
Mientras Moisés fue amonestado por una zarza ardiente, y David por un profeta, Pedro fue amonestado por el Espíritu Santo. El Espíritu Santo llevó a Pedro a recordar lo que Cristo le dijo: “Pedro se acordó de las palabras de Jesús, que le había dicho: antes que cante el gallo, me negarás tres veces. Y saliendo fuera, lloró amargamente.” (26:75).
El Espíritu Santo descendió a Pedro, convenciéndolo y constriñéndolo. El discípulo mostró un corazón quebrantado y un espíritu contrito. Entonces, solo algunas semanas después, vemos a un Pedro totalmente diferente. Este hombre predicó el evangelio con audacia en Pentecostés a por lo menos 3,000 personas. El discípulo que antes se había arrugado con cobardía ante una sirvienta, ahora era un intrépido evangelista, lleno de fuego y unción.
Aquí está el principal ejemplo de cómo el Señor preserva y prepara a sus posesiones. ¿Puedes ver el patrón? Pedro estaba siendo preparado incluso en su negación de Jesús. Lo que el diablo comprendió como una completa maldad, Dios lo transformó para su Gloria. ¿Cómo? Los mismos sacerdotes que vieron a Pedro negar a Jesús, después lo vieron en pie y predicando al Cristo resucitado. La santa intrepidez de Pedro les hizo maravillarse: “Este hombre ha estado con Jesús, el que había negado. ¿Que poder es el que lo mueve y lo unge?”
El Señor ha jurado con juramento rescatar y restaurar a todos los que han caído, siervos heridos que son de su posesión. ¿Puedes decir honestamente que Dios te ha hecho su posesión? Yo recuerdo el día que me sucedió a mí. Yo tenía ocho años de edad y estaban en una campaña. El Espíritu de Dios vino sobre mí, poseyendo mi cuerpo, mente, alma y espíritu. Él me llamó a predicar su palabra.
Debido a que el Señor me poseyó en aquel entonces, él me ha preservado todos estos años. Él me ha librado de trampa tras trampa del diablo. Cada una de esas trampas demoníacas pudo haber destruido mi ministerio y arruinar mi vida. Pero, como el Señor me poseyó, él ha entrado en cada ocasión diciendo, “Yo no te permitiré tenerlo, diablo.” Ahora, a la edad de setenta y un años, yo sé que mis mejores años están por delante, y puedo ver que todas mis pruebas me han preparado para este tiempo.
Hace años, yo soporté el periodo más oscuro de mi ministerio. Fui atacado por todas las tentaciones del infierno. Mi esposa, Gwen, estaba bajo una extrema presión a causa de sus enfermedades físicas, y todo lo que en nuestro ministerio podía salir mal, salió mal. En un punto, mis empleados me abandonaron. Yo tenía temor de predicar porque veía la hipocresía en mi vida. Me sentía tan impío.
El dolor de aquellos días es indescriptible. Me sentaba en la iglesia, rogando, “Dios, dame una palabra, una persona, algo que trate con este dolor que tengo. Por favor, dime donde he estado mal. ¿Por que Satanás me abofetea de esta manera? Te ruego que me saques de esta trampa.” Pensé que yo estaba terminado, completamente terminado. Sentía que Dios tenía todo el derecho de retirarme su unción, porque yo era un fracaso.
Estaba pasando por este periodo oscuro cuando Dios envió un piadoso profeta a mí, un hombre llamado Leonard Ravenhill. Este hombre manso me entregó un libro y dijo: “David, Dios me envió a ti. Toma, lee este libro. Va a cambiar tu vida.
Así fue. El libro era El Cristiano en Armadura Completa, por el escritor puritano William Grunall. Después de solo veinte páginas, yo estaba tirado sobre mi rostro. Las palabras de Grunall me sacudieron y despertaron mi alma. Yo comprendí: “Señor, yo no te conozco como este hombre te conoce.” Dios usó esa experiencia para renovar mi espíritu y llamado. Él me reveló, “David, yo te amo, y no te he desamparado, pero quiero tratar con varias cosas en tu vida, y también quiero que sepas que tus mejores días están por delante.”
Dios nunca me había abandonado. De hecho, él me había permitido caer a esa profundidad para que yo muriera a toda confianza en mi carne. Todo ese tiempo, yo supe que él me preservaba, porque su Espíritu mantenía un susurro en mis oídos, “Yo te amo.”
Finalmente, el Espíritu Santo me liberó haciéndome descubrir que las promesas de Dios en el Nuevo Pacto son para mí. Él me liberó abriendo mis ojos al juramento que él seria Dios para mi: perdonándome, mostrándome su misericordia y ofreciéndome liberación. Él ha provisto toda necesidad para mi.
¿Estás atado a un pecado que te acosa? ¿Estás convencido de que tu hábito te destruirá? Las promesas del pacto de Dios me han traído, libertad, descanso y victoria:
- Dios ha prometido vencer todos nuestros pecados. “Sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados.” (Miqueas 7:19). La palabra sepultar aquí quiere decir tirar abajo o conquistar. El Señor promete humillar y matar todos nuestros hábitos pecaminosos y conquistar las fortalezas del enemigo en nosotros, a través de la fe y el verdadero arrepentimiento.
- Dios ha prometido causar en nosotros un caminar santo. Piensas; “¿yo quiero ser libre, pero no tengo la fuerza de voluntad para dejar mi pecado?” El Señor responde “Yo os limpiaré…os daré un corazón nuevo…y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.” (Ezequiel 36:25-27).
- Él ha prometido nunca desamparar sus posesiones. El Señor nos castiga por nuestros pecados, pero él nunca abandona su descendencia: “Si profanaren mis estatutos, y no guardaren mis mandamientos, entonces castigaré con vara su rebelión…Mas no quitaré de él mi misericordia, ni falsearé mi verdad. No olvidaré mi pacto, ni mudaré lo que ha salido de mis labios…Su descendencia será para siempre, y su trono como el sol delante de mi” (Salmo 89:31-36).
- Él ha prometido poner su temor en nuestros corazones. “Pondré mi temor en el corazón de ellos, para que no se aparten de mí. “ (Jeremías 32:40).
Yo quiero hablar directamente a aquellos que luchan con pecados secretos, desesperados o fatigados espiritualmente: lo único que te mantiene alejado de la victoria total es la incredulidad. Dios ha prometido darte todo el poder que tú necesitas para obedecer toda su Palabra. De hecho, él te ha dado estas promesas de su pacto para que dejes de intentar superar tus pecados por tus propios medios.
Aquí está la clave para entender el Nuevo Pacto: Dios no tiene fronteras o límites. Nosotros limitamos al Señor con nuestros pensamientos limitados, pero él nos ha prometido en su pacto quitar las cadenas (o limitaciones) que nosotros ponemos en él.
En el Jardín del Edén, Satanás utilizó la ilimitada naturaleza de Dios para seducir a Adán y a Eva. Él les dijo: “Ustedes pueden ser como Dios. Él no tiene fronteras ni limites, y así pueden ser ustedes.” (De este engaño nace la falsa doctrina que dice, “Cualquier cosa que puedas concebir, la puedes hacer. Si tu puedes imaginarlo, puedes lograrlo.”)
El Señor tiene que enviar su ley para mostrar a la humanidad que nosotros no podemos ser como Dios. Nosotros simplemente no podemos romper todas las limitaciones de nuestra carne. Así que, el Señor usó su ley para ayudarnos a reconocer nuestra completa debilidad. Jesús también demostró esta verdad; él se auto-limitó con las limitaciones de la carne, diciendo, “Fuera del Padre, nada puedo hacer.” Cristo también vino a revelar que cualquier creyente confiado puede entrar en la siguiente promesa del pacto: “Yo seré tu Dios, sin limites ni fronteras.”
Tu puedes pensar que tu cónyuge inconverso nunca vendrá a Jesús, pero Dios dice, “Tú me estás limitando, yo no tengo límites.” Asimismo, en un tiempo la Iglesia pensó que el comunismo gobernaría el mundo en el futuro. Nosotros razonamos, “El Señor no puede moverse bajo tales dictaduras ateas,” pero estábamos limitando a Dios. En su tiempo, el Señor desarraigo el sistema entero, comenzando con el muro de Berlín. Su Espíritu barrió todo el Este de Europa y Rusia.
Los Cristianos tenían el mismo pensamiento respecto a la cortina de Bambú. Nosotros limitamos a Dios para moverse en China, pero hoy día aquella inmensa nación está encendida por el Espíritu Santo de Dios. También ponemos límites a Dios en Cuba. Pero yo vi una película que mostraba a 100.000 Metodistas allí ardiendo en el Espíritu Santo.
Te digo, Dios no tiene fronteras, ningún límite, incluso en el mundo del Islam. Un avivamiento puede tomar lugar en cualquier lugar donde al Señor le plazca. Puede ser en tu casa, con tus hijos, incluso con tus seres queridos inconversos. Y Dios puede destruir el aborto o la pornografía en cualquier momento. Nuestra tarea es solamente dejar de lado lo que nuestra carne piensa o supone, y rendirnos a las fieles promesas de Dios. Nosotros necesitamos creerle para ver milagros.
Mientras enfrentas tu propia lucha, recuerda que el Señor no te dejará. Él te llama su amigo, y él todavía tiene su mano sobre ti. Todo lo que él pide es un corazón arrepentido y confianza absoluta en sus promesas. Debes, eso sí, considerar esta advertencia: aunque Dios nunca te dejará, tú si puedes dejarlo a él. Y eso conduce a la dureza de corazón. Recuerda el ejemplo de Saúl. Si ese hombre endurecido se hubiera vuelto a Dios y no a una bruja, Dios lo habría salvado.
Ahora mismo, enfrentas una zarza ardiente y una voz profética. Yo creo firmemente que el Espíritu Santo te está hablando a través de mis palabras, diciendo, “Esta es tu hora de libertad. No sueltes este mensaje inalterado, sin cambiar. No te permitas seguir adelante llevando algún desaliento, esclavitud, culpabilidad, fortalezas del enemigo ni dejándote asediar del pecado. En cambio, pon tus cimientos en las promesas del Nuevo Pacto. Tú eres del Señor, y él te necesita. Pronto él te conducirá a verdes pastos y aguas de reposo. De modo que ahora, por fe, recibe su amor, poder, perdón y libertad. Tus mejores días están aún por delante.”
“Porque no abandonará Jehová a su pueblo, ni desamparará su heredad” (Salmo 94:14).