El Verdadero Jesús
Creo que nunca ha sido más importante para la Iglesia y el mundo conocer al verdadero Jesús. Al decir “el verdadero Jesús” quiero decir la única fuente capaz de satisfacer cada necesidad y anhelo humano, cada deseo de ser amado, conocido y aceptado, cada esperanza de tener una vida de valor, dignidad y con propósito.
Estas cosas no se encuentran en el mundo. Nuestra cultura está enfocada totalmente en la fama al estilo American Idol (Ídolo Americano) diciéndonos que seremos satisfechos por el dinero o la buena apariencia o la popularidad. Sabemos algo diferente como amadores de Dios – que nuestros deseos más profundos no pueden ser satisfechos por nada más que Cristo.
Y aún sabiendo eso, nosotros en la Iglesia a menudo tratamos de reducir a Jesús a nuestra propia imagen. Muchos de nosotros queremos a un Jesús que nos convenga – un Jesús derechista republicano o un Jesús liberal demócrata. Hay un Jesús negro, un Jesús moreno, un Jesús blanco a quien llamo un Jesús Holiday Inn – el que tiene cabello rubio con peinado y que parece flotar en el aire.
Cuando hablo de “el verdadero Jesús”, quiero decir Aquél que satisface toda hambre y sed humana. Él no puede ser reducido a algún concepto limitado porque la Biblia dice que Cristo solamente puede ser conocido en su plenitud. Se requiere el consejo entero de Dios – el cuadro bíblico completo – para que nosotros recibamos, conozcamos y sirvamos fielmente a Jesús. “De su plenitud todos hemos recibido gracia sobre gracia” (Juan 1:16 NVI). En breve, somos capaces de caminar en la gracia de Cristo sólo a medida que lo conozcamos plenamente. Todo lo demás es un caminar disminuido de fe.
Incluso Juan dice, “Vino a los de su propio pueblo, y hasta ellos lo rechazaron” ( Juan 1:11 NTV). Esto habla del rechazo de los judíos hacia Jesús, pero ¿cuánto de nuestro Señor ignoramos hoy en día? ¿Enfatizamos algunas enseñanzas más que otras porque algunas son más incómodas? ¿Hasta qué punto no hemos aceptado a Jesús en su plenitud?
Juan dice que hay tres cosas reales sobre Jesús que tenemos que saber.
En el primer capítulo de su evangelio, Juan declara que hay tres maneras en que podemos conocer a Jesús en su plenitud: él es el verdadero Verbo de Dios, la verdadera luz de Dios y la verdadera gloria de Dios. “En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios” (Juan 1:1 NVI). La audiencia principal del evangelio de Juan era la cultura griega. Es por eso que inmediatamente identifica a Jesús como “El Verbo” refiriéndose al término griego “logos”. Los griegos habían estado examinando este concepto de “logos” por siglos – una idea que hablaba de sabiduría, conocimiento, razonamiento, el significado de la vida, y la filosofía de la existencia humana. Ahora Juan les está desafiando: “¿De verdad quieren saber el significado de la vida y entender todo el propósito humano en la tierra? El “logos” que ustedes buscan se encuentra en La Palabra literal de Dios – su Hijo, Jesucristo. Cristo es el “logos” por el cual todo el mundo tiene hambre. Buscan el conocimiento, pero el “logos” – real, conocible, sabiduría y vida – se expresa plenamente en Jesús.”
La mayoría de los lectores me conocen como un predicador de la gracia. No obstante, cada término teológico importante que predico o de que escribo – la gracia, el amor, el Nuevo Pacto – todos son cimentados en Jesús. Entiende que conocer a Cristo en su plenitud significa más que saber una verdad teológica sobre él; significa permitirle transformarnos a su imagen. No somos liberados por una idea; Jesús es Aquél que nos libera, nos sana, limpia y guía, no solamente una vez pero cada día de nuestra vida.
Cuando yo tenía doce años oí a un periodista entrevistando a un residente de Desafío Juvenil (Teen Challenge). Le preguntó, “¿Qué hay de diferente en este programa? ¿Qué ofrece que no se encontraría en un centro de tratamiento secular?” El joven contestó, “Tenemos el Espíritu Santo en la mañana, Jesús en la tarde y el Padre en la noche.” Quizás esa respuesta suena a palabras grabadas hoy, pero no sonó así hace cuarenta años. Me acuerdo la emoción del joven cuando le contaba a ella. “Desafío Juvenil se trata totalmente de Dios. Sólo Él me puede hacer libre de esta manera. Sólo Él puede darme propósito y esperanza y hacerme feliz. ¡Señora, esto es real”!
Esa es la mera palabra que Juan utilizó para describir a Jesús a los griegos: real. “Esa luz verdadera, la que alumbra a todo ser humano, venía a este mundo” (Juan 1:9). La palabra “verdadera” aquí es de la griega “alehtea” pero Juan en realidad usa la palabra “altheonos”, que significa “real”. Los griegos pensaban que el “logos” no era conocible, pero Juan les dijo, “Dios no está escondiéndose. Vino a la tierra para vivir entre nosotros… ¡El misterio de Dios ha sido revelado a Uds. en Jesús!”
¿Cómo ha sido revelado este misterio exactamente? Jesús escoge revelarse al mundo a través de su pueblo. Cuando Juan dice que Cristo viene a morar dentro de nosotros, el verbo que usa significa “tabernáculo”. Jesús pone su “tabernáculo” en nosotros, así como Dios hacía en al Antiguo Testamento, su gloria descendiendo desde el cielo para morar entre su pueblo. Él escoge hacer su hogar en nosotros, haciéndonos – ambos individuos y congregaciones – la morada de su gloria.
Esta era una verdad central para mi padre, David Wilkerson, quien a menudo decía, “no quiero una visitación de Dios. Quiero una habitación.” Esa verdad vino directamente de Juan, quien dijo a los griegos, “el logos es más que información, más que asentimiento mental a una idea. ¡Es Dios mismo viniendo a morar dentro de nosotros”!
Juan mismo fue transformado por la plenitud de Cristo.
Juan y su hermano, Jacobo, eran discípulos de Juan el Bautista, el profeta de fuego con un público nacional. Trabajando en el negocio pescador de su padre, los hermanos rudos y violentos adquirieron el apodo “hijos de trueno”, en otras palabras, no se intimidaban fácilmente.
He conocido algunos “hijos de trueno” en mi vida. El ministerio maravilloso de Victory Outreach alcanza a mucha gente de trasfondos difíciles, santos que tal vez todavía sean ásperos y bruscos después de haberse entregado a Cristo. Es como si algunos hubieran ido de la vida pandillera a la pandilla de Dios – no intimidados, hablando sus opiniones abiertamente, predicando valientemente.
Así eran Juan y Jacobo. Aún después de seguir a Jesús por algún tiempo, quisieron hacer caer fuego del cielo para destruir a aquellos que rechazaron el evangelio. Décadas después, escribiendo su relato del evangelio, Juan habló de una transformación que tuvo lugar en su vida. Ahora se veía a si mismo como el “discípulo amado”, no más el chico rudo. Les estaba diciendo a los griegos que Jesús no solamente era la verdad para conocimiento intelectual sino la verdad para la transformación del corazón.
¿Te encuentras llenando tu cabeza con el conocimiento de Jesús pero sientes que en tu corazón no estás siendo transformado? ¿Te sientes fastidiado de que tu vida no es diferente día tras día por la obra del Espíritu Santo en ti? Jesús ha venido para morar en ti, transformarte por su presencia. En ese sentido, el Verbo real no es sólo información sino el Dios viviente quien mora en ti.
Jesús es también la luz real que ilumina, revelando toda verdad. Carter Conlon, pastor de la Iglesia Times Square, habla de un encuentro que tuvo en una conferencia donde él predicó apasionadamente sobre la santidad de Dios. Después de su sermón, se sentó a la par de un hombre que le dijo, “¡no estoy de acuerdo que nada que predicaste!” Cuando Carter le preguntó por qué, el hombre dijo, “¡Mi Dios jamás alzaría su voz conmigo!” Perplejo, Carter mencionó el pasaje bíblico cuando Jesús tomó un látigo en el santo templo para expulsar a los cambistas. El hombre respondió, “Sí, lo hizo, ¡pero ese no es quien Jesús es ahora”! Carter pensó por un momento y luego le preguntó al hombre, “Dime amigo – ¿te gritaba mucho tu papá mientras crecías?” En ese momento el hombre se desmoronó. “Mi papá me gritaba siempre” dijo a través de lágrimas. Carter le ministró gracia y verdad al hombre, terminando por decir gentilmente, “no hay tal cosa como ‘mi Dios’. Hay un solo Dios y no puede ser ni el tuyo ni el mío. ¡Somos suyos!”
Hay muchos campos dentro de la iglesia cristiana. Algunos creyentes que eran criados en hogares ásperos y violentos aceptan sólo a un Jesús oso de peluche. Otros que se criaron en hogares caóticos quieren a un Dios de orden que les de limites legalistas. Pero nuestra formación no debe determinar la imagen completa del Jesús real. Su Palabra real trae luz real que nos muestra la verdad que nos hace libres. Tenemos que ser fieles para recibir toda esa luz, no solamente la luz que queremos ver.
Juan escribe que cuando él vio la luz verdadera en Jesús, sabía que era real. Las palabras que oía cuando Cristo predicaba y las obras que veía que Cristo hacía, satisfizo su hambre y sació su sed. Fue allí cuando él y su hermano dejaron de seguir a Juan el Bautista y comenzaron a seguir a Jesús.
Finalmente, Juan escribe en su evangelio acerca de la gloria real de Cristo.
“Y hemos contemplado su gloria, la gloria que corresponde al Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14 NVI). La palabra griega para “gloria” que se usa aquí es “doxa”. Es la fuente tras la Doxología, el himno que tantas iglesias cantan ensalzando la multiforme gloria de Dios.
“Doxa” en realidad es la traducción de parte de Juan de la palabra hebrea “kavod” que significa pesado, substantivo, intenso, grueso. Esto es lo que mora en cada seguidor de Cristo: La gloria de Dios, pesada, significativa, apasionada. Su gloria te aparta de la ligereza, del interés propio y de “creencia fácil”. Así es como el mundo sabe que existes para Dios. No sólo sirves a un Dios que quiere hacerte feliz; sirves al Jesús real, quien tiene poder para transformar una vida y hacerla significativa, útil y satisfactoria.
Todo esto se opone a la gloria del “yo”. “Otra vez le [Jesús] llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria [doxa] de ellos (Mateo 4:8 RV60). Hay muchas glorias en el mundo que nos llaman a buscarlas: reputación, afluencia, influencia. Pero cuanto más buscamos y recibimos de esas glorias, menos recibimos de la verdadera gloria de Dios - y menos su gloria brilla en nuestras vidas.
Esta atracción ha entrado sigilosamente en la iglesia. A veces nuestra adoración puede inclinarse más hacia un desempeño vistoso y una experiencia emocional que a ensalzar la gloria de Dios y conocer su presencia en su plenitud y peso. Juan justamente coloca la gloria de Dios aún antes de su gracia. “Y hemos contemplado su gloria, la gloria que corresponde al Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14 NVI). Juan señala que la gracia y la verdad están contenidas dentro de la gloria de Dios; proceden de ella.
Sin embargo, todavía muchos cristianos viven como si la gracia y la verdad fueran puntos de parada, el máximo de nuestro caminar con Jesús. Frenan al conocer “verdades posicionales” y descuidan el entrar en su plenitud. Pero nuestras vidas están destinadas a expresar a Jesús en toda su gloria – y eso requiere su transformación de nosotros. Si creemos que comprendemos todo perfectamente – que hemos entendido plenamente la gracia de Dios, que nada más es necesario – nos estamos privando de conocer su gloria. ¡No dejes que esto suceda en tu vida! Busca al Jesús real en su plenitud – y recibe la plenitud de su gracia y gloria.