ES HORA DE CREER, PARTE 2
Confiando en el Ayudador que Jesús nos envió
“De cierto os digo: les conviene que yo me vaya” (Juan 16:7).
Imagina cómo se sintieron los discípulos al oír estas palabras de parte de Jesús. Ellos estaban con él cuándo hacia milagros. Ellos vieron al viento y las olas obedecer sus ordenes. Nunca nadie en la historia habló con la autoridad que tenía Jesús. En su presencia, los discípulos se sintieron especiales, valorados y amados. Ellos se sentían animados y llenos de esperanza de que no importaba que obstáculos encontraban en sus caminos, Jesús estaba allí para liberarlos.
Cristo era el recurso de su fe. Él es nuestro recurso también. Jesús nos da el regalo de la fe y que caminemos en su poder. Entonces, ¿como podría ser conveniente que él se fuera y los dejara, tal como dice en este versículo?
Si yo hubiera sido uno de los doce, hubiera dicho: “¡No, Jesús! No puede ser mejor para nosotros que te vayas. Tú eres la fuente de mi vida1, la razón de mi existir”. Cualquier persona hubiera dicho lo mismo, cada persona perdida, confundida que necesita de propósito y sentido; cada persona atormentada por la adicción, cada niño abandonado que no sabe a quien acudir por esperanza. ¿Como el mundo puede ser mejor para cualquier persona si Jesús no está presente?
Por supuesto, lo que Jesús dice a continuación responde completamente sus preguntas y preocupaciones: …” porque si no me voy el consolador no vendrá a ustedes. Y si yo voy, se los enviaré” (16:7).
“El Consolador” es el Espíritu Santo, la manifestación de Cristo y su poder obrando en el mundo. Lo que Jesús hizo en un lugar cuando caminó en la tierra, el Espíritu Santo lo hace en todos lados hoy. El espíritu Santo sana a los enfermos, echa fuera a los demonios y salva a los perdidos al mismo tiempo en cada rincón del mundo.
Entonces, sí, es bueno que Jesús haya dejado esta tierra, ascendiendo a la diestra del Padre Celestial desde donde él nos envía a su Espíritu quien nos da el poder para vivir. Es el espíritu Santo quien primero nos convenció de pedir a Jesús que entre a nuestra vida, y necesitamos su poder cada día para vivir esa vida de promesa, de santidad y servicio que él ha diseñado para nosotros.
¿Como ocurre esto? ¿Como exactamente el Espíritu Santo nos ayuda con estas cosas?
Puedo pensar interminables maneras en las que necesito la ayuda del Espíritu Santo en mi vida. Necesito ayuda con mi salud, mis finanzas, mi trabajo y mis relaciones. Estas áreas no son la manera en la que Jesús dijo que El Espíritu Santo vendría a ayudarnos. En lugar de eso, Cristo dijo, “Cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.” (Juan 16:8)
Primero, de acuerdo a Jesús, Su espíritu nos ayuda convenciéndonos de pecado.
¡Estoy confundido otra vez! Yo no necesito ayuda para ser convencido de pecado. Hago un buen trabajo reconociendo mis pecados todo el tiempo. De hecho, se muy bien cuales son las áreas de mi debilidad. ¿Entonces, como el trabajo del Espíritu Santo de convencer de pecado me ayuda?
Jesús rápidamente nos enseña. Él dice que el Espíritu convence al mundo “de a pecado, porque no creen en mí;” (16:9). Jesús no esta hablando de los cristianos aquí, sino que se refiere a la gente que no lo conoce, no-creyentes que no saben arrepentirse y clamar al poder salvador de Cristo. El trabajo de convencer del Espíritu Santo es, primero, convencer al mundo de su pecado.
Este es un gran acto de misericordia. Si estas perdido, viviendo para ti mismo, sin poder ver tu pecado, y existiendo sin el salvador, él no te va a dejar continuar caminando por el sendero de destrucción. Entonces, el Espíritu Santo comienza a convencerte. Él pone un hambre en el corazón de humanidad que está caída, dolorida y herida; una raza quebrada por su propio orgullo y su fe arrogante que le hace creer que puede encontrar plenitud sin Dios, esto solo trae vacío e inutilidad. Esta misericordia de Dios le muestra a la humanidad su salvador quien murió para que todos podamos vivir por la eternidad.
Segundo, el espíritu Santo convence “de justicia, porque me voy al Padre y no me verán más” (Juan 16:10)”
Este tipo de convicción es más difícil de comprender. ¿Qué significa que el Espíritu de Cristo nos convence de justicia?
Cuando yo era joven, el significado de este versículo parecía muy claro para mí. Yo pensaba, “El Espíritu nos convence de cuan alto es el estándar de la justicia de Dios. Así es como nos damos cuenta de que nunca podríamos alcanzar ese estándar en nuestras propias fuerzas. El quiere que nos demos cuenta de que no podemos alcanzar esa justicia ya que somos incapaces.”
Yo estaba muy equivocado. Cuando somos salvos, Jesús inmediatamente nos traslada fuera del reino de las tinieblas a su reino de la luz. El nos lava con su sangre, nos limpia de todas nuestras injusticias y nos hace una nueva creación. “De modo que, si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2da de Corintios 5:17).
Todo en el reino de luz de Dios es nuevo para nosotros, y él nos abre nuestros ojos a su realidad. Uno de los roles del espíritu Santo es mostrarnos quienes somos en Cristo, y eso es algo de lo que necesitamos ser convencidos cada día de nuestras vidas. Cuando fallamos, nuestra tendencia natural, es decir: “Soy un desastre sin esperanzas. ¿Como pude haber caído tan bajo? No soy justo para nada. Tengo que orar para que Jesús me salve otra vez.” Eso es lo opuesto de lo que Dios nos llama a hacer en nuestro tiempo de falla y necesidad.
Otras personas piensan que Dios los acepta de a poco, paso-a-paso mientras ellos obedezcan. Ellos piensan que Dios dice, “Bueno, vamos a ver si puedes hacer esto. Quizás esta vez aciertes.” No! Cuando entras a su reino, instantáneamente eres hecho santo. No tienes que avanzar pasos para serlo; el ya te ha impregnado con su santidad.
Es aquí donde el Espíritu Santo nos convence de justicia. Cuando tropezamos y somos tentados a decir, “He pecado, soy un fracaso. Pertenezco al reino de las tinieblas”. El espíritu Santo esta ahí para convencernos. “No! Las tinieblas ya no son tu hogar. Ya no tienes lugar ahí. No creas a esa sensación de fracaso, por el contrario, reconoce y acepta que eres injusto, pero hecho perfecto por el regalo del sacrificio de Cristo. Tú no eres profano o impío, sino por el contrario, eres plenamente justificado en Él. ¡La palabra de Dios dice “No llames impuro a lo que yo he hecho limpio!” Te preguntas cómo Dios puede amar a un pecador como tú, pero él te prueba su amor haciéndote justo y limpio.”
Tercero, el Ayudador o Consolador nos convence “y en cuanto a juicio, porque el príncipe de este mundo ha sido juzgado” (Juan 16:11)
Dios va a juzgar al mundo; eso es un hecho indiscutible. Sin embargo, muchos cristianos no quieren oír esto. Mas de un creyente me ha mandado correos electrónicos diciendo, “Dios ya no juzga al mundo de la manera que lo hacía. Nada de lo que vemos pasar es su juicio.”
Eso es absolutamente antibíblico. Dios todavía juzga; de hecho, su justa ira es tan fuerte en esta generación como lo ha sido siempre. Escapamos de esa ira por la sangre de Jesús. De nuevo, esa es la misericordia de Dios, de liberar una generación corrupta del juicio que una generación malvada ha provocado sobre sí misma.
Puedes ver que no sería injusto de parte de Dios sentarse a enjuiciar a este mundo; seria injusto si no lo hiciera. El pecado del mundo causa tanto dolor e injusticia que nuestro Santo Creador tiene que tomar este asunto en sus manos. “Y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos. No habrá más muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas ya pasaron” Apocalipsis 21:4. Esta gloriosa realidad es el resultado del juicio santo.
Jesús también señala otra razón por la cual viene el juicio de Dios: Tiene el objetivo de destruir al gobernador de este mundo “porque el príncipe de este mundo ha sido juzgado” (Juan 16:11). Satanás ha desatado fuerzas demoniacas que son enviadas para matar, robar y destruir. Dios seria injusto si no juzgara eso. Su ira viene en parte para aniquilar la maldad.
De todas estas maneras, El Espíritu Santo viene a mostrar a los no-creyentes sus pecados y advertirles de las consecuencias, mostrarles a los cristianos la justicia que tienen en Cristo y a revelarles que los días del diablo están contados. Sus obras de maldad serán completamente erradicadas por la ira justa de Dios.
Si tú no conoces a Cristo, pídele al Espíritu Santo que te revele la verdad acerca de Jesús. Él te va a convencer de pecado, abrir tus ojos y verás lo oscuro que era el mundo en realidad, creando un hambre por su reino lleno de luz. Si tú lo rechazas, te traes juicio a ti mismo, el mismo juicio que va a caer sobre toda la iniquidad del mundo que esta apartado justicia de Dios. Si te vuelves a Jesús, sin embargo, él te va a rescatar de ese juicio y esa ira. Él va a traerte completamente a una nueva vida, haciéndote una nueva creación bendecida con propósito, dirección y sentido.
Si ya conoces a Jesús y continúas luchando desesperadamente en tu caminar con Cristo, deja que el Espíritu Santo te convenza de la justicia que Cristo ha puesto en ti. Cada vez que te sientas vencido por el mal, el Espíritu Santo te dará las fuerzas para decir, “No, no, diablo, ¡el Espíritu Santo me ha convencido de que “He sido justificado con Cristo!”
Su justicia en ti no puede ser robada ni subestimada. Esa justicia no solamente cubre tu pecado, sino que lo quita completamente. “¡He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo!” (Juan 1:29). Él te ha hecho perfecto en los ojos del Padre, “para presentársela a sí mismo una iglesia gloriosa que no tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que sea santa y sin falta” (Efesios 5:27).
El Espíritu Santo te prepara para la eternidad con una justicia que puedes vivir día a día.
En el día final, Jesús dirá, “¡Mira lo que hemos hecho, Padre! Los hemos limpiado y lavado, haciéndolos justos y perfectos para tu gloria eterna. Consumado es.” Luego Jesús se volverá a ti y te dirá, “Bien, siervo bueno y fiel. Sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré. Entra en el gozo de tu Señor” (Mateo 25:21).