ESPECTADORES
Como familia de Dios, nos reunimos en iglesias para adorar, cantar, escuchar y dar. Pero si no tenemos cuidado, podemos llegar a ser espectadores cuando se trata de vivir como Jesús quiere que vivamos. A menudo, cuando vemos a personas en pecado, en lugar de ayudarles a salir de ello, albergamos una esperanza oculta de que ellos van a ser atrapados. Y cuando lo son, nos sentimos justificados, pensando: "Lo sabía. La vida de esa persona siempre parecía un poco extraña".
¿Por qué hacemos esto? Podría ser porque nos sentimos culpables por nuestro propio pecado. Todos tenemos algo en nuestra vida que podría hacer que otros nos apedreen. La verdad es que los fariseos que trajeron a la mujer sorprendida en adulterio a Jesús (ver Juan 8:3-11) podrían haber arrastrado a cualquier persona de entre la multitud y apedrearla. Hoy en día, las personas que acusan hacen eso mismo a través de los medios de comunicación social.
El camino de Jesús es diferente. "Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más". (Juan 8:10-11).
Como predicador del evangelio, me encantan esas tres palabras: "Yo tampoco". Jesús no la condenó. Y eso era algo radical por parte de Él. Incluso, hasta hoy, Él nos dice a cada uno de nosotros, cuando nos arrepentimos: "Tampoco yo te condeno". Sin embargo, Jesús se volvió aún más radical cuando les dijo a los líderes religiosos: "Muchas cosas tengo que decir y juzgar de vosotros" (Juan 8:26). ¡Guau! Eso suena como un insulto, pero de hecho, Jesús tenía una larga lista de cosas por las que podría condenarlos. Él tiene una lista similar sobre nuestras vidas hoy. Pero en lugar de condenar, Él dice: "Tampoco yo te condeno".
¡Qué increíble momento! Reveló el amor poderoso detrás de la gracia de Dios; que "siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros" (Romanos 5:8).