Estamos Parados sobre Mejores Promesas
¿Alguna vez te has sentido tan abrumado por las circunstancias que clamaste a Dios: “Señor, ayúdame! No sé cómo orar en este momento, así que escucha el clamor de mi corazón. ¡Líbrame de esta situación!”?
A veces sólo podemos quedarnos quietos y saber que el Señor es nuestro Libertador. Creo que esto es exactamente por lo que pasó David cuando fue capturado por los filisteos. El salmista escribió: “En Jehová se gloriará mi alma; lo oirán los mansos, y se alegrarán” (Salmos 34:2).
David está diciendo aquí, en esencia: “Tengo algo que decirle a toda la gente humilde de Dios en la tierra, ahora y en los siglos venideros. Mientras exista este mundo, el Señor librará a todos los que le invoquen y confíen en él. En su increíble misericordia y amor, él me libró, a pesar de que yo hice algo muy tonto”.
Dios enviará un ángel, si así lo desea, o incluso una multitud de ellos, para rodearte y protegerte del peligro. Incluso si actuaste tontamente o tuviste una terrible falta de fe, sólo necesitas volver a invocar a tu Libertador. Él es fiel para oír tu clamor y actuar.
Vemos muchos relatos de milagros en toda la Biblia. Dios libró milagrosamente a Noé, Lot, David, Ezequías, Daniel, los tres muchachos hebreos, Moisés, Josué, Israel, José y muchos más. En cuanto al pueblo de Dios de hoy, la sangre de Cristo nos ha librado del pecado, la destrucción y mucho más: “[Él] se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre” (Gálatas 1:4).
Desde la cruz, el pueblo de Dios ha tenido mejores promesas que cualquiera de las mencionadas anteriormente. Los creyentes de hoy no sólo se basan en una promesa, sino también en la sangre derramada de Jesucristo. Y en esa sangre tenemos la victoria sobre cada pecado, tentación y batalla que enfrentaremos.
¿Crees que Dios tiene el conocimiento previo para anticipar todas tus pruebas? ¿Todos tus actos necios? ¿Todas tus dudas y temores? Si es así, tienes el ejemplo de David ante ti, quien oró: “Este pobre clamó, y le oyó Jehová” (Salmos 34:6).
No dudes en clamar a tu amoroso Padre celestial en cualquier momento. Él anhela saber de ti y satisfacer tus necesidades.